Una vuelta al ruedo para Cid de María en la accidentada nocturna de Las Ventas

El novillero madrileño Cid de María logró dar, aun protestada, la única vuelta al ruedo en el festejo nocturno celebrado este jueves en la plaza de Las Ventas, en el que se produjeron varios percances aunque sin graves consecuencias.
Dos de esos momentos de peligro los vivió Ignacio Candelas, que hizo su presentación en Madrid salpicando fases de mérito e interés, pese al que escaso bagaje que se le apreció.
Y los dos llegaron en su primer novillo, que, cruzándose y buscando rajarse casi de salida, le volteó aparatosamente cuando lo llevaba al caballo de picar, y que minutos después, tras un pinchazo, le hizo hilo con saña hasta golpearle cerca de las tablas.
Así que después de acabar con ese tercero de la noche, al que, pese a todo, intentó torearlo con asiento, salió de la enfermería a matar al sexto con una venda en el tobillo lesionado en el percance, para volver a repetir planteamiento.
Aunque el último de Los Maños embistió a arreones y sin claridad, el novillero rodeño se ajustó con é con sinceridad y compromiso en varias tandas de pases de auténtico mérito, siempre en terrenos de tablas, que se quedaron sin premio por una fea estocada.
Ese único resultado contable en la estadística fue la vuelta al ruedo de Cid de María en el segundo, un terciado cárdeno que, tendente a distraerse de las suertes, al menos le dejó asentarse y, mediada la faena, sacarle medios pases intensos con la izquierda, antes de tumbarlo de una estocada algo desprendida pero fulminante que le animó a pasear el anillo entre división de opiniones.
Muchas más opciones le ofreció al madrileño el quinto, el más bravo y de más entrega de la novillada, pero esta vez hubo en su inconcreto empeño más mecánica que temple o mando, por lo que todo su empeño fue decayendo en un bache que se ahondó aún más por su reiterados fallos con la espada.
El Mella, que también debutaba, lo hizo frente a un primero que, como sus hermanos, estuvo medido de raza pero que, sin descolgar demasiado, le regaló un puñado de nobles embestidas antes de pararse, para servirle en una faena empeñosa y, como el novillo, también a menos, con el sobresalto final de resultar prendido del pitón en el primer ataque con la espada, aunque sin más consecuencias que la rotura de la taleguilla.
El extremeño luego saludó al cuarto con hasta cinco largas cambiadas y media verónica de rodillas, en unos instantes vibrantes que ya no se repitieron a lo largo de un trasteo condicionado por la mansa condición de un utrero que, pese a su insistencia, apenas humilló ni siguió su muleta.
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FICHA DEL FESTEJO:
Seis novillos de Los Maños, de escasas defensas, finos y terciados los tres primeros, con más hondura y cuajo cuarto y quinto. En general, bajos de raza y de escaso celo y duración en los engaños, aunque los dos primeros y. sobre todos, el quinto resultaron nobles y manejables.
El Mella, de canela y oro: estocada contraria que asoma, dos pinchazos y descabello (silencio tras aviso); estocada trasera tendida desprendida (ovación).
Cid de María, de gris plomo y oro: estocada desprendida perpendicular (vuelta al ruedo protestada tras leve petición de oreja); siete pinchazos y descabello (silencio tras dos avisos).
Ignacio Candelas, de grana y azabache: metisaca bajo, estocada tendida trasera y descabello (palmas tras aviso); estocada baja trasera y cuatro descabellos (silencio tras aviso). Tras la muerte de su primero fue atendido en la enfermería de un traumatismo en el tobillo derecho, pendiente de estudio radiológico.
El Mella y Candelas hacían su presentación en Madrid.
Novillada nocturna, con algo menos de un cuarto de entrada (unos 4.500 espectadores; 7.463, según la empresa) en noche calurosa.
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