Alguien debe limpiar el pasillo

Más allá de la elegancia de Roger Federer y del instinto de supervivencia de Rafael Nadal, a mí me interesa Novak Djokovic (los mitómanos se empeñan en incluir a Andy Murray en este grupo selecto, el big four lo llaman; yo no entiendo muy bien el porqué, lo dejaría en big three).
Si me pirro por Novak Djokovic es porque le veo tan humano como un jeroglífico. Es ambicioso y peleón. Es iracundo cuando las cosas se tuercen. Es capaz de defender sus ideales en cualquier foro. Si se tercia, se peleará con el mundo entero. Si considera que no debe vacunarse, no se vacunará, pues le importa un bledo lo que piensen en Melbourne o en cualquier otro rincón del mundo. Está bien entrenado: no es la primera vez que se ve en una de esas. Djokovic se recuerda a sí mismo en los sótanos de un edificio de Belgrado, cuando llovían bombas sobre Serbia. “Me against the world”, que rapeaba 2Pac Shakur antes de morir tiroteado en Las Vegas. Yo contra el mundo.
Djokovic se recuerda a sí mismo en los sótanos de un edificio de Belgrado mientras llovían bombasPero más allá del Djokovic público y belicoso, está aquel que me aventuro a intuir.
Lector, déjeme que le cuente esta historia.
Novak Djokovic posa con los recopegelotas del Open de Ginebra, días atrás
Valentin Flauraud / AFPMeses atrás, Djokovic visitaba la escuela de su infancia en Belgrado cuando le llamó la atención una silueta, la figura de un octogenario que trajinaba al fondo del pasillo.
–¿Eres tú? –le preguntó Djokovic al anciano.
Sí, le respondió el octogenario, era él: era el hombre que había sido el conserje de la escuela y que llevaba más de sesenta años barriendo y fregando aquellos pasillos, tal y como lo hacía treinta años atrás, cuando Djokovic era un crío, un estudiante más.
–¿Por qué sigues aquí?
–Alguien tiene que mantener limpios estos pasillos. Y los niños me mantienen joven. Y necesito el dinero para cuidar de mi mujer, que está enferma.
Djokovic tomó nota.
Y al día siguiente reapareció en la escuela, y convocó en el auditorio a todos los alumnos, a la dirección y al anciano octogenario. Y quienes esperaban una charla motivacional se encontraron con un regalo. Djokovic pidió al octogenario que le acompañara en el escenario, y desde allí glosó los valores de aquel anciano íntegro y sufrido, el hombre que cuidaba de todos los críos, y luego le entregó un generoso cheque, lo suficientemente generoso como para que el hombre pagase los gastos médicos de su esposa mientras al fin se jubilaba. Y luego pidió a la dirección de la escuela que se grabara un mensaje en un banco del patio: “Al señor X, que mantuvo brillantes estos pasillos”.
PD: Resulta que la historia es falsa, un fake que corre por las redes sociales. Pero a mí me vale para contarle, querido lector, que Djokovic me cae bien. ¿Y qué le voy a hacer?
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