Un gol de Griezmann no sirve para evitar que el Atlético deje el Mundial por la puerta de atrás

Había que volver al alambre. Había que jugar con más coraje y corazón que cabeza. ¿No es ese el lema del Atlético? Sin nombres nuevos, los viejos debían transformarse de corderos a leones. Sin red. A tumba abierta. Una pesadilla para Simeone, pero una oda al espectáculo. Había que invocar cualquier ayuda, incluso la de Margarita y su ramo. También a los demonios, el Botafogo de blanco, como el mayor enemigo. Pero no hubo suerte, ni contundencia, ni milagro. Tres goles eran muchos. Se despide el Atlético de este Mundial de clubes por la puerta de atrás. Era el grupo de la muerte, sí, pero ellos eran uno de los candidatos a llevar la hoz. Apenas un rasguño de Griezmann en el ocaso del partido. [Narración y estadísticas, 1-0]
Ver para creer, los primeros minutos fueron brasileños. Más toque, más pausa y sin agobio rojiblanco. Decía su capitán Marlon Freitas a este periódico que los "brasileños debían jugar con alegría". Y eso hacían. Sin prisas. Sólo aceleraban las contras y de qué manera. Imposible seguirles. Savarino se plantó solo ante Oblak y el esloveno salvó bien ese mano a mano. El Cholo pedía contundencia en las áreas y, de momento, había que conformarse con la de la propia.
En el primer balance, ese que se hace en el primer cuarto de hora, la sola idea de que el Atlético pudiera ganar por tres goles al equipo brasileño era una quimera. Mientras que ellos habían amenazado hasta en tres ocasiones la meta defendida por Oblak, los rojiblancos no habían tenido ni una opción. Quizás media, si contamos con el disparo de Gallagher que llegó tras una buena jugada ensayada del equipo del Cholo.
A quienes se veía más metidos era a los centrales. Le Normand y Lenglet perseguían a sus pares a campo propio para intentar robar arriba y generar peligro sin necesidad de construir. Los primeros 20 minutos de De Paul fueron los del hermano malo del argentino, esos que desesperaron al Metropolitano hasta que esta temporada se volvió a poner las pilas como hizo mediado el primer tiempo.
Hacía falta invocar a la suerte. Quizás si la moneda en el eslalon de Julián hubiera caído cara, César Ramos habría señalado penalti, y la vida se habría visto diferente. Pero salió cruz. Había que seguir remando pero, sobre todo, ganando duelos, porque eso es lo que decide los partidos y los brasileños se lo llevaban todos. Al menos pasada la media hora, el duelo se había igualado.
Pudo desigualarlo Julián por dos veces. La primera, tras una dejada de Sorloth a centro de De Paul. La segunda, no pudo embocar un pase filtrado de su compatriota. Pero cinco minutos después llegó un penalti por un pisotón a la Araña que el VAR anuló por un empujón previo muy leve de Sorloth. Si antes hablamos de la moneda, iban ya dos cruces.
Salió Griezmann tras el descanso para cambiar la suerte del equipo y la suya. Ambos necesitaban magia. Quedaban tres goles por meter con 45 minutos menos para hacerlo y quien agitaba la varita era De Paul, mucho más inspirado que en lo que iba de Mundial. Desde sus botas creció el Atlético, aunque también había que agradecer una mayor agresividad ya desde la salida de los vestuarios.
El cambio de GriezmannEl francés comenzó en la banda derecha, lugar desde donde lanzó varios centros sin ningún tipo de objetivo. Entonces, con la salida de Correa por Giuliano, el siete recuperó la izquierda y tuvo una gran opción tras ganar a su par, pero el balón se fue fuera por centímetros. Poco después fue Sorloth el que desperdició un gran centro de Llorente. La contundencia.
Las ocasiones, que en la primera mitad brillaban por su ausencia, caían una tras otra y, lo que es mejor para el Cholo, el Botafogo ya no amenazaba a la contra, hasta que en el minuto 66, casi en la única, Igor Jesús obligó a Oblak a hacer una parada antológica. Un susto para recordar que un gol mataba las ilusiones rojiblancas.
El reloj avanzaba inexorable entre centros que volaban sin rematador y ocasiones que circundaban la portería de John. Aunque en el 86, por fin, Griezmann encontró la portería brasileña. Poco tiempo para mucha gesta. El acoso no resultó y el Atlético se fue a casa por la puerta de atrás.
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