Hanna Schygulla y Andrea Bonelli reviven a Borges en un íntimo homenaje teatral

La diferencia horaria, las respectivas olas de frío (acá) y de calor (allí), el asunto de las lenguas –de traducirnos, de encontrar la palabra justa– no son anecdóticos para Hanna. Hanna es Hanna Schygulla, la gran actriz, la musa de Fassbinder y el cine europeo, la curiosa e inagotable gestora de proyectos y puentes culturales. Pero también alguien que se muestra activa y atenta al rumbo que lleva el mundo, como la crítica directa que a principios de año realizó a los líderes de ultraderecha: "Tenemos a las peores personas posibles a cargo del mundo".
Ahora está del otro lado de la línea telefónica desde Berlín; allí es medianoche y responde al saludo con un susurrante pero nítido español. Dice que está bien, "pese a que apenas se puede respirar el aire, y eso da angustia. Por eso digo bien, como un automatismo". Así, desde el comienzo, esta conversación con Revista Ñ que tiene como principal excusa la vuelta a la escena local de su obra Borges y yo, va a estar guiada por esta voz honesta, pero cruda, si los hechos lo requieren: Hanna no parece tener tiempo ni ganas de guardarse nada. De esta charla nocturna participa también Andrea Bonelli, la protagonista y corresponsable junto a Hanna de la versión local de la obra que fue creada hace más de 20 años, como un homenaje de la actriz polaco-alemana a Borges y el tango.
Tiene su encanto estar conversando sin cámaras, un poco a tientas: escuchar la voz titubeante de Schygulla, quien domina correctamente el español, y aun así se preocupa por saber si está usando bien el sentido de una palabra. "¿Se dice calentamiento? Siempre estábamos conscientes de lo que pasa con el clima, pero nunca tuvimos estas temperaturas. Y la gente de mi edad está muy afectada".
Hanna Schygulla y Andrea Bonelli. Gentileza
Así, conectada y comprometida con el presente se muestra Schygulla, quien, activa en la actuación, en 2023 representó el encantador rol de Martha Von Kurtzroc en Pobres criaturas (del griego Yorgos Lanthimos). Ahora, en clave reflexiva, se lamenta de la mortífera hiperpresencia de la guerra, las inundaciones y los evacuados, la entrega del presupuesto destinado a cultura para comprar armamentos. "Son períodos oscuros y la gente tiene que aprender a ayudarse en estas situaciones extremas".
Schygulla cuenta que prefiere informarse por radio –"su compañera"– antes que por televisión. Que le sorprende el modo en que los niños parecen "venir preparados" para las nuevas tecnologías, a las que considera "un tipo de comunicación que boom, boom... está acabando con todas las palabras". Y aunque muchas veces le gana el agotamiento, confiesa que quiere todavía "vivir un poco más". De hecho, la muerte aparecerá un par de veces en la conversación, como algo de lo que no sabe reírse, pese a haber conocido culturas como la mexicana, que "tienen un día para ello, tienen juguetes con calaveras, fiestas, todo un espacio de libertad que tú tomas cuando te ríes de la muerte". También en la risa del propio Borges.
Andrea Bonelli en "Borges y yo". Gentileza
En Borges y yo. Recuerdo de un amigo futuro, vuelve a los escenarios el espectáculo que Schygulla imaginó para ella misma más de 20 años atrás. Se trata de una selección de cuentos breves y una serie de tangos, con los que la artista homenajea a Jorge Luis Borges. Ahora, la interpretación –de textos y tangos– queda a cargo de Andrea Bonelli. Durante el llamado, se entiende y se siente por qué ambas dicen que se trata del "regalo de una actriz a otra": la obra no solo dio lugar a un intercambio artístico, sino a una amistad. "Me acuerdo de que estaba en París cuando Hanna me ofreció el proyecto –comenta Bonelli–. Estábamos saliendo de la pandemia; Hanna estaba muy triste y preocupada".
"A mí me daba mucho placer, ya que no puedo quedarme una hora de pie en un escenario, entregarle a Andrea la obra. De hecho, lo que está pasando entre Andrea y yo es una obra de reciclaje, en el sentido cultural: sabemos que el mundo, si no tiene futuro, es porque no puede renovarse y reciclarse más ". No fue casual, tampoco, que Schygulla pusiera sus ojos en la actriz argentina: "Era un modo de que esta obra volviera a su lugar de origen".
Pero Schygulla reconoce también una vieja tendencia suya de amar la cultura de América latina: fue una cubana quien le presentó por primera vez a Borges. El encuentro con el escritor argentino, pese a no entender entonces el idioma, la impactó. "Yo había hecho una amistad muy rica con la cubana Alicia Bustamante, una gran artista, directora, actriz, formadora de actores, una mujer talentosísima. Ella soñaba con hacer una obra donde su unieran el canto, la música, la palabra, y el baile". Y no es arriesgado decir que algo de ese sueño lo concreta Schygulla en esta puesta, que atraviesa los lenguajes del teatro, la literatura, la música, y las pantallas. "Mi sueño era transmitir muchas cosas a la vez, una obra en la que pudiera contar todo lo que inhalé durante toda una vida. Qué me marcó y de qué manera. Así nació ese espectáculo que yo llamé El Borges, Tango y Yo".
Rainer Werner Fassbinder y Hanna Schygulla, durante la filmacion de "El matrimonio de María Braun", en 1978.
Bonelli tuvo la oportunidad de representar la obra en España con los músicos originales que actuaron con Hanna en su momento: los alemanes Peter Ludwig, quien además es el compositor de la música, y Peter Wobke, celista. "Las dos experiencias con las dos formaciones son sumamente interesantes, y muy enriquecedoras para mí, artísticamente. En la puesta de Buenos Aires, si bien la obra sigue siendo la misma, Shino Ohnaga, en piano, y Cristina Titi Chiappero, en violoncello, además de ser extraordinarias músicas, son mujeres, y eso nos dio realmente una energía y algo al espectáculo que no estaba pensado, pero que indudablemente, sí, yo lo siento y me gusta mucho lo que me pasa y lo que pasa con nosotras ahí en el escenario".
En esta puesta, además, se suma la propia voz de Hanna, quien a través de unas pantallas lee el cuento "Ulrika" en alemán. Vestir literal y metafóricamente las ropas de Hanna "me da orgullo, protección y felicidad", dice la argentina. Un puente de amistad entre dos mujeres que lleva a Schygulla a rememorar otra "vuelta de la vida", cuando conoció a Cipe Lincovsky, "quien gentilmente me ofreció su casa; ella tenía un piano, porque yo necesitaba trabajar algo. Cipe y (la cubana) Alicia se conocían, ¡no pensé que un día podía conocerla yo también! Entonces, Cipe dijo: 'Es que yo soy muy grande', en el doble sentido de tener muchos años", cuenta y se ríe, una gracia del lenguaje que desde entonces repite.
HSCH
Schygulla confiesa que, para alguien como ella, nacida en 1943, y que muy temprano en su vida entendió el lugar de la resistencia, las señales del mundo actual –las guerras, la inversión en armas, los jóvenes que vuelven a realizar el servicio militar– resultan una verdadera locura, una pesadilla. Aun así, se mantiene activa y, lejos de bajar los brazos, le gustaría instalar un premio "para las obras que, aún muy conscientes del estado frágil del mundo entero, pueden, por la energía de su creatividad, ayudar a no perder la alegría de vivir. La solución a los problemas no puede ser nunca cerrar los ojos".
Existen algunas obras en las que lo dicho en escena se entrelaza especialmente –se ilumina, gana en sentidos– en sus puestas, e incluso, con la historia de sus puestas. Este parece ser el caso de Borges y yo, la obra creada por la actriz y directora polaco-alemana Hanna Schygulla –musa y rostro emblemático de los films de R.M. Fassbinder–, para ser protagonizada por ella misma, en 2003, en alemán y en francés.
Atrapada por los mundos borgeanos, sus atmósferas, temas y misterios, Schygulla imaginó entonces un espectáculo en el que los cuentos de Borges pudieran conversar con ciertos tangos, ciertas músicas. Shygulla ya había abordado este tipo de género, que se nutre en el teatro, en el musical, en los recitados, en el cabaret, en los shows ofrecidos en Buenos Aires, con homenajes a Jean-Marie Sénia y Louise Brooks: a través de un repertorio de textos o canciones, un recorrido personal a modo de tributo a un autor, a una época.
La actriz alemana Hanna Schygulla. Foto: EFE
En 2022, Schygulla le ofrece a Andrea Bonelli, a quien conoce desde hace tiempo atrás, el protagónico de la obra: se trataba para ella de la posibilidad de darle al espectáculo un nuevo reciclaje, pero también era el modo de que esta obra volviera a su lugar de origen. En este comprometido rol, a Bonelli no solo le toca vestir las ropas de la gran Hanna, sino también el ejercicio de reapropiarse de los relatos borgeanos y la selección de tangos típicos. Eso que para Schygulla era "lo otro", un misterio a desentrañar, en manos de Bonelli cobrará una nueva forma de cifrar "lo nuestro".
No es poco desafío entender de qué modo decir estos textos, de qué forma cantar estos tangos. En el espectáculo, tras una espectral aparición de Hanna en pantalla, a modo de bienvenida a su obra, veremos a una trajeada Bonelli pararse en escena –esa parada que tiene un poco de guapo, pero también, de quien pide atención. Así inicia el recorrido en círculos, de idas y vueltas, de los textos al canto, de los tangos a la música instrumental, y de nuevo a los cuentos, a través de puentes simbólicos. En el escenario, Bonelli está acompañada por dos jóvenes intérpretes: la pianista Shino Ohnaga y la cellista Cristina Titi Chiappero, quienes se destacan por sus maravillosas interpretaciones, pero también por su modo de participar con sutileza –y un poco de humor– en la escena.
De "El fin" a "El cautivo", de "La última curda" a "El día que me quieras", de "El choclo" a "Alguien le dice al tango", el poema de Borges musicalizado por Piazzolla, en la voz de Bonelli se van hilvanando personajes, historias, rimas. Como capas que acumulan sentidos, Bonelli suma anotaciones y anécdotas personales, sorprende con un canto a la vez elegante y canyengue; lucirá el vestido de seda borgoña que la propia Hanna había usado en su puesta, se replicará de frente y perfil en cámaras y pantallas.
Hacia el final, Schygulla y Bonelli superponen sus voces en la lectura de "Ulrica", cuento que podría ofrecer una clave de la experiencia teatral creada por la alemana. Borges y yo. Recuerdos de un amigo futuro resulta una experiencia climática, que logra transportar al espectador durante poco más de una hora al universo imaginario recreado por Shygulla, tan ajeno para ella, y, sin embargo, virtuosamente homenajeado.
*Borges y yo. Recuerdos de un amigo futuro se presenta los domingos, a las 20, en Hasta Trilce, Maza 177.
Clarin