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La magia del ballet captada por la cámara de un maestro

La magia del ballet captada por la cámara de un maestro

Sólo se imprimieron 500 ejemplares de Ballet de Alexey Brodovitch cuando se publicó en 1945 y, sin embargo, este modesto libro de un artista llegaría a tener una influencia sísmica en el curso de la fotografía. Al igual que las obras más excepcionales del género – The Americans, de Robert Frank (1958), o Evidence, de Mike Mandel y Larry Sultan (1977)–, Ballet inspiró a generaciones de artistas y se convirtió en una piedra angular en la historia de la fotografía.

Durante años, Ballet ha sido un tesoro codiciado por coleccionistas, curadores y estudiosos. Hoy existen muy pocos ejemplares debido a que un incendio ocurrido en 1956 en la casa de Brodovitch en Pensilvania destruyó su archivo, incluidas las fotografías y los negativos de Ballet y decenas de libros. Ahora, como parte de su 80 aniversario, Ballet ha sido reeditado por Little Steidl en una minuciosa reconstrucción del original.

Brodovitch, director artístico de Harper's Bazaar de 1934 a 1958, fue una fuerza monumental en el diseño visual, que influyó en el aspecto de las revistas durante décadas. Tenía un particular pedigrí visual. Nacido cerca de San Petersburgo (Rusia) a fines del siglo XIX, se mudó a París en la década de 1920.

Allí aceptó encargos de diseño gráfico de las casas de moda Patou, Poiret y Schiaparelli y pintó decorados para los Ballets Rusos de Sergei Diaghilev. Trabajando con Diaghilev, pudo ver el intento del empresario de mezclar la refinada sensibilidad estética parisina con la pasión de los coreógrafos, bailarines y profesores nacidos en Rusia que habían encontrado un hogar en Francia.

"Ballet", de Alexey Brodovitch. Se vende a 190 euros. Foto: Little Steidl"Ballet", de Alexey Brodovitch. Se vende a 190 euros. Foto: Little Steidl

En 1924, ganó un concurso de diseño innovador con su afiche para el Bal Banal anual, superando a Pablo Picasso, que quedó en segundo lugar. Pese a haberlo vencido, Brodovitch se haría amigo de Picasso, así como de Jean Cocteau, Fernand Léger, Henri Matisse, Igor Stravinsky y el gran bailarín de los Ballets Rusos Vaslav Nijinsky.

Brodovitch llegó a Estados Unidos en 1929, tras haber sido “testigo cautivo y participante entusiasta de la sinfonía de experimentación artística que fue París en los años 20”, escribió Kerry William Purcell en su libro de 2002 sobre la vida y obra de Brodovitch. Trasladando ideas de esos movimientos artísticos modernos, Brodovitch convirtió a Harper's Bazaar en una incubadora de diseño gráfico original que reflejaba el seco ingenio filosófico del dadaísmo, las astutas geometrías del movimiento del Stijl y el constructivismo que imbuía la estructura y la forma de un propósito social.

Algunas de esas ideas procedían de los Ballets Rusos de Diaghilev, referente artístico de principios del siglo XX que hacía hincapié en la colaboración entre distintas disciplinas artísticas. La consagración de la primavera, encargada por Diaghilev, con partitura de Stravinsky y coreografía de Nijinsky, fue tan provocativa que la producción dio lugar a disturbios en su estreno en París en 1913: espectadores hostiles abuchearon a los bailarines y algunos abandonaron la sala. La crítica de danza de The New Yorker Arlene Croce, al reseñar una biografía de Diaghilev en 1980, escribió: “Parecía que en aquel momento el arte era enorme -mundialmente importante, visionario- de un modo en que nunca lo ha sido desde entonces”.

"Ballet", de Alexey Brodovitch. Foto: Little Steidl"Ballet", de Alexey Brodovitch. Foto: Little Steidl

Brodovitch había asimilado el espíritu vanguardista de la compañía, lo que queda patente en su audaz enfoque del uso de imágenes en Harper's Bazaar. Las páginas de la revista fueron la galería fotográfica de la primera mitad del siglo XX, y Brodovitch utilizó su Laboratorio de Diseño, el influyente curso que dictaba en la New School, como semillero donde cultivar nuevos talentos. La nómina de fotógrafos –entre ellos Diane Arbus, Saul Leiter, Lisette Model y Garry Winogrand– que pasaron por el laboratorio constituye el núcleo de la Escuela de Nueva York. También estaban presentes varios fotógrafos de estudio, entre los que se destacan Richard Avedon y Lillian Bassman.

Y Brodovitch tomó otro ejemplo de Diaghilev: “¡Asómbrenme!” era la directiva del empresario a bailarines y coreógrafos, y Brodovitch la utilizaba también a la hora de encargar trabajos a fotógrafos para la revista.

Un centenar de fotografías

Ballet, el único libro de Brodovitch, contiene 104 fotografías –tomadas en Nueva York a fines de los años 30– de las compañías de los Ballets Rusos que se formaron tras la muerte de Diaghilev en 1929. El poeta y crítico de danza Edwin Denby, cuyo ensayo se reimprime en la nueva edición, escribió: “Hay muchos momentos magníficos que parecían ser el resplandor crepuscular de la epopeya de Diaghilev, que duró 30 años, y el final de un ambiente de la danza que conocimos como Ballets Rusos o ballet ruso”.

Denby también describe la ambición artística con la que se concibió Ballet. Brodovitch, escribió, “trataba de captar el escurridizo clima escénico que sólo tiene el ballet, tal como lo creaban los bailarines en acción”. Quería plasmar la magia del ballet en términos visuales, añadió Denby, para mostrar “la gracia inconsciente y la animación espontánea que hace que una coreografía deje de ser una clase para convertirse en una danza”.

Para tomar las fotos de Ballet, Brodovitch se escondía entre bastidores durante los ensayos y registraba las representaciones desde las alas del escenario. Utilizaba una cámara Contax manual de 35 mm y utilizaba la luz disponible. Forzaba el medio, reduciendo la velocidad de obturación para lograr un efecto borroso y captar el movimiento, y alargando la exposición para obtener más grano y contraste.

En el cuarto oscuro, difuminaba y quemaba para obtener toques de luz extremos en algunas zonas y sombras profundas en otras. Su intención era poner en primer plano la forma, lo borroso, el contraste, el gesto y el movimiento -la atmósfera de la danza- en las fotografías. “La fotografía no es sólo un informe pictórico”, decía Brodovitch. “También es un informe psicológico”.

"Ballet", de Alexey Brodovitch. Foto: Little Steidl"Ballet", de Alexey Brodovitch. Foto: Little Steidl

Brodovitch dividió Ballet en segmentos, uno por cada una de las once danzas, que incluyen Les Noces de Bronislava Nijinska, Cotillon, de George Balanchine, y Symphonie Fantastique, de Leonide Massine. El libro, de formato horizontal, está diseñado con dos fotografías en un pliego, cada página con una imagen a sangre; cuando se abre el libro, las dos imágenes crean un único panorama. Las secciones se leen como una tira continua de película, en secuencias que fluyen con ritmo y cadencia propios.

Las fotografías captan a la vez cierta combinación de lo efímero y lo tallado en piedra, fenómeno que Brodovitch explota con gran efecto cinematográfico con la disposición de los elementos visuales y el diseño. El libro es un desafío intencional a la quietud de la fotografía. Como la danza es el tema de Ballet, Brodovitch logra reflejar el movimiento llevando el medio a sus límites.

“Esas imágenes violaban totalmente las convenciones aceptadas de la buena técnica fotográfica, que exigía una representación nítida del tema y una escala total amplia y fluida”, escribió Gerry Badger en The Photobook: A History. “Lejos de tratar de atenuar esos defectos, Brodovitch los exageró deliberadamente”. Cuando Herman Landshoff, que hizo las copias finales de las fotografías del libro original, le confesó a Brodovitch que se le había caído accidentalmente un negativo y lo había pisado, Brodovitch pareció encantado. “Imprímalo tal cual”, dijo. “Cosas así son parte del medio”.

Cuando el libro salió a la venta en la década de 1940, las imágenes parecían desordenadas y poco resueltas en comparación con la fotografía habitual de las revistas. Pero la exploración poco convencional de las posibilidades gráficas de las fotografías que llevó a cabo Brodovitch les dio permiso de innovar a fotógrafos más jóvenes; las variaciones de exposición, movimiento y desenfoque se hicieron características de la obra de Ernst Haas, Leiter y William Klein en las décadas de 1950 y 1960.

Brodovitch, en colaboración con J.J. Augustin, el editor del Ballet original, utilizó planchas de huecograbado granulado para imprimir las fotografías del libro, proceso que permite una calidad de impresión exquisita con negros profundos y tonos grises aterciopelados; la viscosidad de la tinta, sin embargo, no es estable, por lo que es difícil mantener la coherencia a lo largo de una tirada. Esa fue la elección de Brodovitch, dijo Nina Holland, que dirige Little Steidl, sello boutique de Steidl especializado en técnicas de impresión particulares. Holland, que supervisó la producción de la nueva edición, también la editó con Joshua Chuang, director de fotografía de Gagosian.

Según Holland, Brodovitch sentía curiosidad “por dominar una máquina industrial como medio directo de realizar una obra artística”. Para el nuevo Ballet, Holland inventó un proceso de impresión que requería escanear las páginas en huecograbado de varios ejemplares del libro de 1945 -la fuente más cercana a las fotografías originales que se conserva- y utilizar litografía offset para imprimir los ejemplares.

Brodovitch tenía instinto de artista. Mientras que en su trabajo diario fue un visionario en la transformación de las páginas de una revista, Ballet fue su único intento de hacer una obra de arte que reflejara no sólo sus valores culturales más profundos, sino también su sensibilidad más auténtica. “Que yo sepa, Brodovitch no habló con nadie sobre cómo hizo el libro”, dijo Holland. “Simplemente lo repartió, y con gran orgullo”.

A Brodovitch, las compañías de los Ballets Rusos le trajeron impresiones de su infancia en Rusia, escribió Denby, “recuerdos de las fiestas teatrales familiares y de criaturas con el brillo intenso de mariposas en un escenario mágico”. Ballet fue a la vez un experimento cabalmente resuelto con la fotografía y un diseño que sacaba partido de la imaginación de generaciones de artistas, y un homenaje a la creación artística, en este caso el ballet, tan cercano al corazón de Brodovitch. “No fotografiaba a extraños”, escribió Denby, “fotografiaba a su familia; y por eso sus fotos tienen un tono tan íntimo”.

Traducción: Elisa Carnelli

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