El CEO y Torre Pacheco

El barómetro del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO), hecho público el miércoles, apuntando que si celebraran elecciones catalanas Vox crecería ligeramente y Aliança Catalana pasaría de dos a diez u once escaños, ha coincidido con la detención en Mataró del líder de un grupo que desde las redes sociales había realizado las convocatorias a “salir de cacerías” o atacar a inmigrantes magrebíes en Torre Pacheco. Grupo creado hace seis meses llamado “Deport Them Now” —Deportémoslos Ahora— que se había dado a conocer convocando conjuntamente con Vox diversas manifestaciones en favor de la expulsión de inmigrantes y contra centros de menores. Evidentemente una cosa es pedir la expulsión de los inmigrantes irregulares, otra de los que delinquen, u oponerse a la acogida de menores no acompañados, pese a que la convención de derechos del menor firmada por todos los países de la Unión Europea nos obliga. Y otra muy distinta llamar a realizar “cacerías de inmigrantes”. Pero cuando un partido como Vox dice que habrá que expulsar a ocho millones de inmigrantes, pese a que luego matice esta cifra y afirme que sólo “aquellos que delinquen, no tienen papeles, no se integran o tienen religiones extrañas”, de alguna manera da argumentos a quienes como el grupo liderado por el ultra de Mataró, llaman a pasan a la acción directa.
El barómetro del CEO analiza el trasvase de votos hacia Aliança o Vox de quienes en comicios anteriores dieron su confianza a otras formaciones. Pero pese a que muchos independentistas desengañados quieran dar ahora su confianza a Sílvia Orriols, lo verdaderamente importante es el voto de jóvenes que lo hacen por primera vez y de aquellos que en anteriores elecciones se habían abstenido. Sin reconocer que partidos como Vox y Aliança seducen a abstencionistas y a nuevos votantes jóvenes, no se entendería que en las pasadas elecciones europeas, pese a Vox subió pasando de cuatro a seis escaños, la candidatura del activista ultra, Alvise Pérez, consiguió tres con una campaña realizada exclusivamente en las redes sociales y sin exponer programa político alguno.
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Aliança Catalana bebe principalmente de dos fuentes. Del rechazo a la inmigración y del desengaño del procés. Mientras los que nos vendieron una independencia exprés no hagan autocrítica de que infravaloraron lo complejo del proyecto, las fuerzas de cada uno y los obstáculos jurídicos, afirmando entonces falsedades como que el dictamen sobre Kosovo de la Corte Internacional de Justicia abría a la puerta a que una secesión unilateral de Cataluña fuera reconocida por la comunidad internacional, y no reconozcan que sabían que eso no podría acabar bien, muchos que lo creyeron, canalizarán su frustración votando a Orriols.
Pese a que muchos independentistas desengañados quieran dar ahora su confianza a Sílvia Orriols, lo importante es el voto de jóvenes que lo hacen por primera vez y de abstencionistasY por lo que se refiere al rechazo a la inmigración que manifiesta Vox y Aliança, bebe de un malestar que no va a disminuir con propuestas imposibles de expulsiones masivas. Eso sólo se revierte con políticas sociales que hagan que los vecinos autóctonos o de origen inmigrante de ciertos barrios, no se sientan abandonados por las administraciones y, también, castigando la multirreincidencia, sean de donde sean sus autores. Además si deseamos evitar que ocurra como en barrios de determinadas ciudades de Francia o Bélgica, es preciso escuchar lo que dicen hijas de inmigrantes que viven o crecieron en Catalunya como Hannan Serrouk, Najat el Hachmi o Mimunt Hamido, que lamentan que los poderes públicos y sobre todo los partidos de izquierda, en nombre de una malentendida interculturalidad y respeto a otras creencias, a menudo se laven las manos ante el crecimiento del islamismo como ideología y la generación de contracounidades. Hacer políticas de interculturalidad y convivencia no es realizar una fiesta de la diversidad con la participación de asociaciones de inmigrantes y comer un cuscús.
Es garantizar que los hijos y sobre todo las hijas de los inmigrantes, puedan vivir como deseen, ir de la mano de un amigo no musulmán sin que la llamada “comunidad” las persigan, y dejar de empoderar a supuestos líderes comunitarios que nadie ha elegido. Es garantizar también que la segunda y tercera generación, es decir españoles nacidos aquí, hijos de extranjeros, no se encuentren con un “lo siento, ya está alquilado” cada vez que dan su nombre llamando por teléfono de un anuncio de un piso. Si pese a haber nacido aquí son tratados como eternos forasteros, sentirán un desarraigo que saben manipular después líderes étnicos, bandas juveniles y el islamismo violento o pacífico.
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