Profesiones asistenciales: una apuesta segura y necesaria

La transición al segundo cuarto del siglo XXI está marcada por la expansión exponencial de la inteligencia artificial, no sólo en sus capacidades sino también en las implicaciones resultantes para la sociedad y la economía.
Lo que ya está claro es que, dadas las capacidades de los modelos de inteligencia artificial, y dada la velocidad a la que están evolucionando, en el plazo relativamente corto, las transformaciones que estas tecnologías traerán (y ya están trayendo) son enormes.
Además de las cuestiones éticas que están surgiendo y de las importantes preocupaciones en materia de seguridad, ya se supone que el mercado laboral se verá profundamente afectado.
Como en otras épocas y otras revoluciones tecnológicas, habrá profesiones que ya no serán desempeñadas por seres humanos, surgirán otras nuevas y otras mantendrán la necesidad del factor humano.
Entre las profesiones que mantendrán la necesidad del factor humano, destacan las del cuidado. Y, a diferencia de otras revoluciones tecnológicas del pasado, no son los roles más intelectuales los que se salvan. En esta, donde la IA está precisamente suplantando la capacidad analítica humana, lo más singular de los humanos sigue siendo la capacidad relacional.
Así, incluso en las profesiones asistenciales, el conocimiento de las relaciones cobra mayor valor. Los robots funcionarán de maravilla. Los modelos de IA diagnosticarán con precisión. Pero las relaciones humanas, por definición, solo se establecen entre seres humanos.
Así, varios estudios han destacado las profesiones asistenciales (donde la compasión y la conexión interpersonal son habilidades clave) como apuestas seguras en términos de empleabilidad.
Ya sean profesionales de la infancia, de la enfermería, de la gerontología o de los servicios sociales, quienes tienen una formación superior en estas áreas obtienen un valor añadido sustancial en el mercado.
Además, los desafíos demográficos, desde el envejecimiento hasta la migración, pasando por las demandas laborales que dificultan el cuidado familiar, y las guerras y la pobreza que persisten en todas partes, hacen que estas funciones sean necesarias en el presente y urgentes en el futuro.
Cuando estoy con mis estudiantes de servicios sociales y gerontología, ya sea en sus programas de pregrado o maestría, siempre les transmito esta realidad: tomaron la decisión correcta, para ellos mismos y para la sociedad.
Profesor de Economía y Gestión del Instituto Superior de Servicios Sociales de Oporto
sapo