La risa hace a los bonobos más optimistas

La risa ayuda a los bonobos a ver el lado positivo de la vida. Gracias a las vocalizaciones que emiten al jugar, estos simios pueden generar emociones que influyen en su comportamiento mutuo, según sugiere un estudio.
“Se sabe que las emociones influyen en una amplia gama de funciones cognitivas, como la memoria, la atención y la toma de decisiones”, explicó a la AFP Sasha Winkler, coautora del estudio publicado este jueves (26) en la revista Scientific Reports.
Sin embargo, las emociones positivas han sido menos estudiadas que las negativas, como el miedo, que “tienen correlaciones conductuales claras, como la inmovilización o el escape, que son fáciles de observar y medir”, apunta el investigador en antropología evolutiva de la Universidad de Duke, en Estados Unidos.
Según este experto, este sesgo en la investigación también se debe a la “reticencia a atribuir emociones a los animales”.
La risa se considera tradicionalmente un rasgo humano exclusivo.
Sin embargo, existen muchas similitudes entre ésta y las señales que emiten otros animales durante el juego.
Los grandes simios producen vocalizaciones parecidas a la risa cuando se les hace cosquillas o durante un juego brusco, igual que nuestros hijos.
Estas vocalizaciones comparten un origen evolutivo común con la risa humana y los científicos creen que sirven para reducir el riesgo de que el juego sea interpretado como agresión.
Más bien, serían el vehículo del contagio emocional, un proceso por el cual las señales emocionales emitidas por un individuo desencadenan estados similares en otros.
Para comprobar la influencia de la risa, los autores del estudio realizaron un experimento con bonobos del centro de estudio y conservación Ape Cognition and Conservation Initiative en Des Moines, Estados Unidos.
Este experimento requirió pruebas durante dos a cuatro meses.
“Una de las principales dificultades fue que los bonobos solo participaban si querían: podían elegir separarse voluntariamente de su grupo para participar en las sesiones en otra sala”, dice Winkler.
Mali, una hembra bonobo de 14 años; y Teco, Nyota y Kanzi, tres machos de 12, 24 y 41 años, respectivamente, se familiarizaron por primera vez con una caja negra que contenía comida y una caja blanca vacía.
Los investigadores les enseñaron a alejar la caja blanca, que no tenía recompensa.
Luego agregaron aleatoriamente tres cajas de colores ambiguos, desde gris claro a gris oscuro, que sólo contenían comida en la mitad de los casos.
En algunas pruebas reprodujeron grabaciones de la risa de los bonobos, mientras que en otras sólo reprodujeron el sonido del viento.
Los bonobos se acercaron a la caja negra en el 93% de los casos y a la caja blanca sólo en el 1%.
Al ver las cajas grises, se acercaron a las oscuras con más frecuencia que a las claras. Sin embargo, tenían tres veces más probabilidades de revisar las grises al oír risas.
“Tendieron a comportarse de manera más optimista”, resumen los autores.
Estos resultados apoyan la teoría de que las señales comunicativas “evolucionaron principalmente para modificar el comportamiento de los receptores, influyendo en sus estados afectivos, más que para transmitir información precisa”, dice Winkler.
“El simple hecho de que escuchar risas, sin ningún contexto visual o social, influya en la toma de decisiones de los bonobos muestra cuán amplios pueden ser estos efectos emocionales”, añade.
El contagio emocional se considera un componente esencial de la empatía, que desempeña un “papel importante en la evolución de los comportamientos prosociales, permitiendo la cooperación a gran escala que se observa en las sociedades humanas”, continúa el antropólogo.
“Entender cuándo nuestros ancestros comunes con otros grandes simios desarrollaron estos aspectos de la empatía tiene implicaciones importantes para comprender mejor nuestra propia sociabilidad”, enfatiza.
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IstoÉ