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¡Dejemos que las empresas trabajen!

¡Dejemos que las empresas trabajen!

Los resultados de las elecciones legislativas han suscitado un intenso debate en la opinión pública. Esto es comprensible, dado que en este juego político, la estabilidad gubernamental no está garantizada desde el principio. Sin embargo, el país necesita esta estabilidad, que garantiza la previsibilidad para los agentes económicos, en particular para las empresas.

Una señal clara de los votantes es el enfoque en la creación de riqueza y el importante papel de la empresa privada para que el país crezca de forma más sólida y sostenible. No podría ser de otra manera, dado que solo es posible distribuir, garantizando beneficios sociales y servicios públicos de calidad a la ciudadanía, si se genera, primero, riqueza.

Las empresas juegan un papel fundamental, son las que más invierten –responsables de alrededor de dos tercios de la inversión global de la economía– y de una proporción muy significativa del empleo.

El contexto volátil e incierto al que nos enfrentamos es extremadamente exigente y requiere políticas públicas dirigidas a mejorar la productividad y la competitividad de la economía portuguesa, incluyendo la implementación de medidas que conduzcan a aumentar el peso de la inversión y las exportaciones en el PIB, la reindustrialización del país (en línea con la estrategia europea de reindustrialización, como bien defiende Draghi en su famoso informe), la atracción y retención de talento (absolutamente crítica dado el enorme desafío demográfico), la cualificación y recualificación de las personas, una fiscalidad atractiva (sobre las rentas del trabajo y de las empresas), la promoción de la dimensión empresarial (fundamental en la diversificación del mercado), la rápida implementación de los fondos europeos y un marco general de simplificación y desburocratización, con énfasis en las áreas de la relación del Estado con las empresas, es decir, simplificando los procedimientos administrativos, agilizando las aprobaciones y eliminando los obstáculos que continúan dificultando enormemente las actividades diarias de las empresas.

La burocracia es un impuesto oculto muy pesado. Debe eliminarse o reducirse sustancialmente, algo que puede hacerse sin grandes costes para las arcas del Estado, pero con un gran impacto en la productividad y, por lo tanto, en el PIB potencial.

Se trata de una vía para reforzar la creación de riqueza en Portugal, el foco que los votantes eligieron decisivamente en las últimas elecciones legislativas.

¡Dejemos que las empresas trabajen!

observador

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