Japón pierde casi un millón de personas en un año, el mayor descenso poblacional en más de 50 años

El año pasado, un exceso de casi un millón de muertes sobre el número de nacimientos provocó que Japón experimentara su mayor descenso demográfico desde el comienzo de la serie histórica, que empezó en 1968.
El primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, ha descrito la crisis demográfica de su país, con una población envejecida y bajas tasas de natalidad, como una "emergencia silenciosa".
También prometió políticas favorables a la familia, como guarderías gratuitas y horarios de trabajo más flexibles.
Sin embargo, los esfuerzos por revertir el descenso de las tasas de natalidad entre las mujeres japonesas han tenido poco impacto hasta ahora.
Nuevos datos publicados por el Ministerio del Interior y Comunicaciones el 6 de agosto muestran que el número de ciudadanos japoneses disminuyó en 908.574 en 2024.
Japón tuvo 686.061 nacimientos, la cifra más baja desde el comienzo de la serie histórica en 1899, mientras que se registraron alrededor de 1,6 millones de muertes.
Esto significa que por cada bebé que nace, más de dos personas mueren.
Esta diferencia marca el decimosexto año consecutivo de descenso de la población, lo que ejerce presión sobre los sistemas de pensiones y de salud del país.

El número de residentes extranjeros en Japón alcanzó un récord de 3,6 millones el 1 de enero de 2025.
Hoy en día, los inmigrantes representan casi el 3% de la población del país.
El gobierno ha dado una bienvenida tentativa a los trabajadores extranjeros, lanzando una visa para nómades digitales e iniciativas de capacitación, pero la inmigración sigue siendo un tema controvertido en este país mayoritariamente conservador.
La población total de Japón es actualmente de 124,3 millones.
Las personas mayores de 65 años representan ahora casi el 30 por ciento de la población, la segunda proporción más alta del mundo después de Mónaco, según el Banco Mundial.
La población en edad de trabajar, definida como aquellas personas de entre 15 y 64 años, ha disminuido a aproximadamente el 60% de la población total.

Un número cada vez mayor de ciudades y pueblos se están vaciando, con casi cuatro millones de casas abandonadas en las últimas dos décadas, según datos gubernamentales publicados el año pasado.
El gobierno lleva años intentando aumentar las tasas de natalidad con incentivos que van desde subsidios de vivienda hasta licencias parentales pagadas.
Sin embargo, persisten barreras culturales y económicas profundamente arraigadas que obstaculizan estas iniciativas.
El alto costo de vida, los salarios estancados y una cultura laboral rígida desalientan a muchos jóvenes a formar una familia.
Las mujeres, en particular, se enfrentan a problemas de género arraigados que a menudo les dejan con un apoyo limitado en sus funciones de cuidado.
La tasa de fertilidad de Japón —el número promedio de hijos que nacen de una mujer a lo largo de su vida— se considera baja desde la década de 1970.
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