La hija de 19 años que golpeó a su madre hasta la muerte con una sartén ocultaba un gran secreto.

Brenda Powell dedicó su vida a ayudar a los jóvenes. Trabajó como especialista en desarrollo infantil en la unidad de hematología y oncología del Hospital Infantil Akron, Ohio, durante 28 años y tenía fama de ser la mejor en su campo. Pero su familia siempre fue su prioridad, así que cuando Brenda recibió una llamada de su esposo al trabajo para decirle que su hija Sydney, de 19 años, la necesitaba, se fue directamente a casa.

Era el 3 de marzo de 2020, y Brenda, de 50 años y madre de un hijo, creía que su vida familiar iba viento en popa. Su hija estudiaba en la Universidad Mount Union en Alliance, Ohio, donde vivía en el campus. Brenda siempre había apoyado los estudios de Sydney.

La adolescente había sido capitana del equipo de fútbol de su escuela secundaria y obtuvo una beca académica parcial para la universidad, donde comenzó en el otoño de 2019.

El febrero siguiente, Brenda notó que una aplicación de rastreo GPS mostraba que su hija estaba en casa, en lugar de en clase. Sydney le envió un mensaje diciendo que su maestra se había tomado la semana de vacaciones, "así que simplemente nos dio una hoja de ejercicios y algo de trabajo en línea para hacer mientras ella no estaba".

Más tarde ese día, Brenda le preguntó: "¿Por qué siempre siento que me estás estafando? Solo recuerda que necesitas las calificaciones para conservar tu beca".

Pero Sydney respondió: "Mis notas son buenas, muchas gracias".

Pero poco más de una semana después, su padre, Steven, se dio cuenta de que no podía pagar la matrícula universitaria a través del portal en línea habitual y lo consultó. Sydney inicialmente dijo que era un error, antes de admitir que la habían suspendido de la universidad y sugerir que quizás no era el camino correcto para ella.

Steven llamó a Brenda, convencido de que madre e hija tenían una relación tan estrecha que podrían hablarlo. Luego se puso a trabajar.

Al llegar a casa, Brenda llamó a la administración de la universidad para intentar esclarecer el asunto. Pero en cuestión de minutos, los dos empleados que atendían la llamada oyeron varios golpes fuertes seguidos de gritos antes de que se cortara la comunicación. Cuando volvieron a llamar, una mujer que dijo ser Brenda contestó antes de colgar.

Los administradores llamaron a la policía y solicitaron una revisión de bienestar. Alrededor de la 1 p. m., la policía encontró a Sydney despeinada en la entrada. En la casa encontraron a Brenda, sangrando profusamente por un traumatismo contundente en la cabeza y heridas de arma blanca en el cuello. Fue trasladada de urgencia a un hospital cercano, donde falleció. Sydney también fue trasladada al hospital con heridas leves.

Cuando la policía la interrogó, la adolescente afirmó que, mientras su madre hablaba por teléfono, Brenda oyó a un intruso y le dijo que corriera. Al oír gritos, regresó a la casa y encontró a su madre en el suelo. Los agentes descubrieron una ventana rota con sangre, lo que sugiere que había sido destrozada después del ataque.

Brenda había sido golpeada violentamente en la cabeza con una sartén de hierro fundido antes de ser apuñalada en el cuello al menos 23 veces en un ataque que le dejó heridas catastróficas.

Indagaciones posteriores llevaron a los investigadores a descubrir el gran secreto que Sydney le había estado ocultando a su familia. Había reprobado tres de cuatro asignaturas y, en diciembre de 2019, tras repetidas advertencias sobre sus calificaciones y ser puesta en libertad condicional académica, fue suspendida de la universidad.

Durante tres meses permaneció en el campus fingiendo asistir a sus clases. No les contó a sus compañeros de cuarto ni a su familia que la habían suspendido. Finalmente, en febrero, las autoridades le ordenaron que abandonara su dormitorio, y durante la semana previa al ataque de Brenda, se había estado alojando en hoteles.

Los funcionarios de la universidad creían que los padres de Sydney sabían sobre la suspensión, pero estaba claro que cuando Brenda llamó el día de su muerte, no tenía idea de lo que había estado sucediendo.

Ella se mostró tranquila por teléfono y el personal de la universidad dijo que no la habían escuchado advertir a su hija sobre un intruso ni decirle que corriera.

La policía determinó que no había habido ningún intruso y que Sydney había asesinado a su propia madre. Mientras Brenda hablaba por teléfono con la universidad, su hija la golpeó en la cabeza con la sartén antes de ir a la cocina a buscar un cuchillo y apuñalarla varias veces en el cuello. Luego, en un vano intento de allanamiento, rompió una ventana.

Sydney fue arrestada y acusada de asesinato. Quedó en libertad bajo fianza de 25.000 dólares y vivió con su abuela materna mientras esperaba el juicio y el tratamiento para su salud mental.

Ni su abuela ni su padre querían que el caso llegara a los tribunales. Creían que Sydney había sufrido un colapso mental y necesitaba ayuda en lugar de prisión.

Sin embargo, la fiscalía siguió adelante con el caso y en su juicio de este año, Sydney se declaró inocente por motivos de locura.

Su defensa argumentó que había sufrido un “episodio psicótico en el momento del ataque” y que desde entonces le habían diagnosticado esquizofrenia, por la que estaba recibiendo tratamiento.

Los expertos sugirieron que había estado perdiendo el contacto con la realidad en el período previo al asesinato debido al estrés de haber sido expulsada de la universidad y de ocultárselo a su familia.

Pero aunque los expertos de la fiscalía aceptaron que Sydney efectivamente tenía problemas de salud mental, afirmaron que "no había estado sufriendo un ataque psicótico cuando mató a su madre en el ataque de tres minutos y medio".

Inmediatamente después, Sydney se encontraba en su sano juicio para intentar encubrir el ataque rompiendo una ventana. La fiscalía argumentó que sabía exactamente lo que hacía, especialmente cuando apuñaló a su madre.

"Tuvo que cambiar de arma y seguir atacándola", declararon ante el tribunal. "¿Solo el cuchillo en el cuello varias veces? Eso es intencional. Eso es intentar matar a alguien".

En septiembre de 2023, un jurado del Tribunal de Causas Comunes del Condado de Summit declaró a Powell, ahora de 23 años, culpable de dos cargos de asesinato (causar una muerte intencionalmente y causar una muerte como resultado de una agresión con agravantes), además de agresión con agravantes y manipulación de pruebas. Sollozó mientras se leía el veredicto antes de ser detenida.

Unas semanas más tarde, fue condenada a cadena perpetua y le dijeron que tendría que cumplir 15 años antes de que pudieran considerar su libertad condicional.

Al dictar sentencia, la jueza Kelly McLaughlin dijo: "A la víctima, a la familia y a los amigos, lamento profundamente su pérdida. No puedo imaginar lo que han pasado".

Sydney planea apelar y su familia, que no quería que fuera castigada, continúa apoyándola.