América Latina frente al G20 e Irán

En cuanto al conflicto militar desatado entre Israel e Irán, la mayoría de los países latinoamericanos apoyan el cese del fuego, el diálogo y la paz, pero no pasa del plano declarativo. Nuestros países no tienen razón ni intereses para involucrarse. Por el contrario, pueden obtener más ventajas que desventajas al ser una región al margen del conflicto. El único que rompe esta actitud es Argentina, quien el mismo día del bombardeo inicial de Israel a Irán, firmaba un acuerdo de “alianza estratégica” en Tel-Aviv.
La participación latinoamericana en la Cumbre del G20 que se realiza en Canadá a partir del 15 de junio, resultó nuevamente desarticulada. Son tres los países de la región que integran este grupo: Brasil, México y Argentina. No lograron -tampoco lo intentaron- posiciones comunes pese a que la guerra comercial desatada por Donald Trump afecta a la región, si bien lo hace con distintos grados de intensidad de acuerdo a cada país y ello ha contribuido a la falta de unidad. México es el caso más crítico por la alta dependencia que tiene su comercio exterior de las exportaciones a Estados Unidos. La relación del presidente Trump con su colega mexicana, Claudia Sheinbaum, es tensa, pero no está rota ni mucho menos.
México comparte con Canadá puntos comunes en la disputa comercial, al integrar ambos el CAFTA con Estados Unidos, el mercado común de América del Norte. Brasil tiene diferencias de menor envergadura, dada su menor dependencia de sus exportaciones a Estados Unidos. Además, Lula, siguiendo el estilo diplomático brasileño, ha evitado escalar el conflicto. El presidente argentino Javier Milei, ratificando su acción personalista que se traduce en una política exterior individualista, optó por no concurrir a la Cumbre del G20. Hubiera sido su primer encuentro con la Cumbre de Jefes de Gobierno más importantes del mundo, pero la eludió, ratificando su expresión reiterada de que sus alianzas en política exterior son Washington y Tel-Aviv.
En cuanto al conflicto militar desatado entre Israel e Irán, Latinoamérica no tiene una posición de conjunto hasta ahora. La mayoría de los países apoyan el cese del fuego, el diálogo y la paz, pero no pasa del plano declarativo y no se ha convocado ninguna reunión para tratar el tema. Los países latinoamericanos no tienen razón ni intereses para involucrarse.
Por el contrario, pueden obtener más ventajas que desventajas al ser una región al margen del conflicto. Pero ellos estarán afectados por las consecuencias económicas generales que se produzcan, como el aumento en el precio del petróleo que ya está sucediendo y los efectos recesivos que puedan producirse al mismo tiempo por la guerra comercial de Trump y la de Israel e Irán. El país que rompe esta actitud es Argentina, quien el mismo día del bombardeo inicial de Israel a Irán, firmaba un acuerdo de “alianza estratégica” en Tel-Aviv.
Milei ha realizado en un año y medio de gobierno catorce viajes al exterior, todos ellos a Estados Unidos y Europa, con la excepción de El Salvador e Israel. Ninguno a Asia, África, el Índico o Medio Oriente. Esto es de por sí una definición. El gobierno argentino se ha expresado a través de un comunicado de la Presidencia enfáticamente a favor de la causa israelí y comparte la posición de no reconocer al Estado palestino, como sí lo hacen la mayoría de los países europeos y latinoamericanos. La política exterior argentina se realiza en aislamiento respecto al resto de la región.
Mientras tanto, en Colombia, la salud del precandidato a presidente Miguel Uribe Turbay sigue estando en estado crítico y todavía se halla entre la vida y la muerte. El domingo 15 de junio miles de sus partidarios marcharon en veintitrés ciudades para rechazar el atentado contra la vida del senador. El atentado volvió a poner en el centro de la escena la tradición colombiana en materia de violencia política, en la cual juega un rol preponderante los carteles de la droga, los restos de las guerrillas -como las FARC- y los paramilitares, que llegaron a su máximo poder en las décadas de los ochenta y noventa.
Es un candidato de centroderecha del partido conservador, que integra la alianza Centro Democrático, que está en condiciones de ganar al frente de centroizquierda que encabeza el actual presidente, Gustavo Petro. Aunque la convocatoria fue de varios sectores, la manifestación se llamó la “Marcha del Silencio” y tuvo su máxima expresión en el Parque Nacional de Bogotá. Se escuchaban consignas de “¡Miguel, amigo, Colombia está contigo!”. Veinticinco mil de los asistentes se desplazaron luego hacia la Plaza Bolívar, donde se manifestaron en defensa de la democracia y la paz.
Si bien la autoría del atentado se vincularía con los carteles del delito, tendrá consecuencias electorales. La elección presidencial será el 31 de mayo de 2026 y en principio perjudicaría a Petro.
Pero el hecho trasciende al atentado contra Uribe Turbay y apunta al funcionamiento de la democracia colombiana. El partido al cual pertenece el senador baleado fue fundado por el ex presidente, Álvaro Uribe, con quien no tiene parentesco, pero sí identificación político-ideológica, y el apellido común de ambos juega un papel simbólico. Se emitieron expresiones de solidaridad de las distintas fuerzas políticas, destacándose especialmente la del alcalde de Bogotá, Carlos Galán.
Por el atentado están imputados un menor de quince años por haberle disparado y otro involucrado, acusado por homicidio agravado por portación ilegal de armas y uso de menores de edad para la comisión de delitos. La forma del atentado es la de los “sicarios”, muy utilizada en Colombia en el pasado. Se trata de personas sin vinculación orgánica con los carteles, pero que por poco dinero asesinan figuras de envergadura y esta es otra evidencia del retorno al pasado.
* El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.
losandes