Dos décadas de asteroides

Los asteroides son cuerpos familiares, más pequeños que los planetas, pero igualmente dependientes de nuestro Sol. Supongo que Luis Solano ignoraba, hace veinte años, que en el nombre de su editorial acabaría por condensarse tanto su identidad como su esencia. Porque somos muchos los lectores que hemos adoptado como propias no sólo obras, sino poéticas que ya formaban parte de nuestros sistemas solares, pero que con su incorporación a Libros del Asteroide dejaron de ser meteoritos y se convirtieron en órbitas compañeras.
Luis Solano, en la celebración del décimo aniversario de la editorial
Xavier Gómez / PropiasEs el caso de la británica Rachel Cusk, que ya había publicado en España varias novelas antes de deslumbrarnos durante la década pasada con la trilogía de autoficción A contraluz, Tránsito y Prestigio (“que el impulso narrativo pudiera surgir del deseo de evitar la culpa, más que de la necesidad –como generalmente se suponía– de dar sentido a las cosas; es decir, que era una estrategia calculada para descargarnos de responsabilidad”), a partir de la cual ya no la imaginamos en otro catálogo. O de Eduardo Halfon, a quien hemos leído en varios sellos, pero cuyo núcleo se encuentra ahora reunido en Asteroide. Esa serie de libros presuntamente autobiográficos que van abordando historias familiares buscando siempre estrategias formales distintas, aunque también los una el yo, con la insistente voluntad de demostrar que la identidad es una ficción. “Mi abuelo libanés no era libanés”, leemos en Canción; y de su abuelo polaco, dice en Duelo que de niño “me decía que el número tatuado en su antebrazo izquierdo (69752) era su número de teléfono, y que se lo había tatuado ahí para no olvidarlo”.
La editorial de Luis Solano se inscribe en la renovación de la edición en nuestro paísPara contrapesar la importancia de la novela en el catálogo, hace cinco años nació el Premio de No Ficción, que han ganado desde entonces Llucia Ramis, Solange Levinton, Rebeca Yanke, Paco Cerdà, David Jiménez Torres, Andrés Cota Hiriart y Ricardo Dudda. Pero no sólo cuentan los vivos, también hay clásicos ya muertos que ahora vinculamos sobre todo con la marca de Luis Solano: Manuel Chaves Nogales (con su Obra completa en cinco tomos), Agota Kristof (Claus y Lucas, esa obra maestra) o, incluso, Graham Greene (El final del affaire, El revés de la trama y Brighton Rock, relanzados tantos años después de sus primeras ediciones españolas).
Lee tambiénSu asteroide forma parte de un cinturón, llamado Contexto, junto a otros proyectos afines que también nacieron a principios de este siglo ( Nórdica, Impedimenta, Periférica, Sexto Piso), que se inscribe en un marco mayor, el de la gran renovación de la edición en nuestro país que impulsaron también desde la independencia Alpha Decay, Candaya, Minúscula, Galaxia Gutenberg, Páginas de Espuma, Errata Naturae o Blackie Books. Es imposible pensar las librerías, nuestras bibliotecas, sin sus apuestas, sus descubrimientos, sus rescates, sus constelaciones.
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