Le Corbusier, una fuente constante de inspiración en la arquitectura

Le Corbusier, una fuente constante de inspiración en la arquitectura
▲ Cuadro creado en 1961 que retrata la tapicería del estudio del Palacio de Justicia del Capitolio de Chandigarh, edificado por Le Corbusier.Foto cortesía de la fundación Le Corbusier, París © 2025, FLC/ProLitteris, Zurich
Alejandra Ortiz Castañares
Especial para La Jornada
Periódico La JornadaMiércoles 23 de julio de 2025, p. 5
Berna. Imagine una ciudad donde los edificios flotan sobre el suelo, los interiores son flexibles sin muros de carga y las fachadas se convierten en pieles perforadas por ventanales horizontales. Ésta no es una fantasía futurista, sino la revolución que Le Corbusier comenzó hace un siglo expresado tanto en su manifiesto Hacia una arquitectura (1923) como en sus Cinco puntos de la arquitectura (1927); fascinado por la naturaleza y la tecnología, desafió la tradición académica y dio paso al modernismo, cuya influencia abarcó desde el brutalismo hasta los rascacielos y que dejó una honda huella en la arquitectura mundial, y en la mexicana, en particular precozmente en figuras como Juan O’Gorman (Casa Estudio para Diego Rivera y Frida Kahlo, 1931-1932), como en Mario Pani y Enrique del Moral, por citar algunos.
Aunque contemporáneo de gigantes como Gropius, Mies van der Rohe o Van Doesburg, Le Corbusier se distinguió por convertir su obra en un mito, gracias a su extraordinaria capacidad de difusión internacional: publicó más de 30 libros, cientos de artículos y ofrecía conferencias donde dibujaba en vivo, volviéndose la figura más visible y reconocible del modernismo.
La muestra Le Corbusier: El orden de las cosas, recientemente concluida en el Zentrum Paul Klee –en celebración del 20 aniversario de su fundación–, recordó su carrera explorando su proceso creativo y dimensión artística, filosófica y teórica; curada por Martin Waldmeier en colaboración con la Fundación Le Corbusier de París, creada por el propio arquitecto para promover su legado.
A pesar de su visión humanista, que concebía la arquitectura como una herramienta para mejorar la vida de las personas, la figura de Le Corbusier sigue rodeada de controversia por su fallido intento de colaborar con el régimen de Vichy (1940-1944), aliado de la Alemania nazi. El gesto estuvo motivado, al parecer, por su deseo personal de seguir trabajando, pero sus servicios fueron finalmente rechazados por el propio régimen.
Precisión y planificación: la influencia suiza
Charles-Edouard Jeanneret (1887-1965), más tarde conocido como Le Corbusier, nació en La Chaux-de-Fonds, Suiza, famosa ciudad relojera cuya planificación geométrica pudo haber influido en su visión urbanística. Creció en un entorno calvinista operoso que combinaba técnica y creatividad, con edificaciones orientadas a la luz para optimizar el trabajo artesanal.
Su rechazo a las ciudades hacinadas del siglo XIX lo llevó a concebir un modelo urbano más eficiente y armónico, idea que materializó en su controversial Plan Voisin (1925), donde propuso demoler parte del centro histórico de París para sustituirlo con rascacielos organizados en una cuadrícula racional.
Aunque no se formó como arquitecto, estudió en la Escuela de Artes Aplicadas de su ciudad y fue muy critico de los arquitectos que viven en la estrechez académica
. Sus viajes fueron esenciales en su desarrollo, registrando en diarios gráficos sus impresiones, en especial sobre el Partenón en Atenas, cuyas columnas dóricas simbolizaban para él la armonía y funcionalidad esenciales en la arquitectura moderna.
En 1917 se trasladó a París, donde cofundó con Amédée Ozenfant el purismo y la revista L’Esprit Nouveau, adoptando el seudónimo de Le Corbusier. Su arte, influido por objetos industriales y la búsqueda de simplicidad, se reflejó en su arquitectura y en diseños icónicos como las sillas tituladas con sus iniciales: LC1, LC2 y LC3 (1929), creadas con su primo y colaborador Pierre Jeanneret y la arquitecta y diseñadora Charlotte Perriand.
Sus primeras obras incluyeron chalets en estilo art nouveau, como la Villa Fallet (1906), sin anticipar la transformación radical que alcanzaría con la Villa Savoye (1929-1931), hoy ícono del modernismo y convertido en museo y meta de los amantes de la arquitectura.
Le Corbusier dividía su tiempo entre su estudio en la Rue de Sèvres y su taller artístico en la Rue Nungesser-et-Coli, ambos desaparecidos. Durante la Segunda Guerra Mundial, sin encargos arquitectónicos, se dedicó a la escritura y la pintura, explorando la relación entre objetos y espacio. En la posguerra, su obra experimentó una transformación radical, alejándose de la geometría pura y el funcionalismo, desafiando las expectativas del mundo profesional.
Un transatlántico de pie
En la segunda posguerra, dos proyectos reflejaron la evolución de Le Corbusier: la Unité d’Habitation en Marsella (1945-1952) y la Capilla de Ronchamp (1950-1955), una de sus obras más emblemáticas. El primero fue su gran experimento urbanístico, aunque el modelo lo venía desarrollando desde 1925. Durante una conferencia en Buenos Aires en 1929, explicó su visión comparando un edificio con un buque de pasajeros, capaz de albergar a 2 mil 500 personas en un espacio reducido, que puesto de pie
se transformaría en un rascacielos.
La Unité d’Habitation introdujo un modelo pionero de vivienda colectiva concebida como una ciudad verde vertical
de 135 metros de ancho, con 330 viviendas integradas como cajones en una estructura de hormigón sobre pilotes. Inspiradas en celdas monásticas, las habitaciones eliminaban lo superfluo, aplicando por primera vez su propia unidad de medida (Modulor) y garantizando luminosidad, ventilación, espacio y orden. Tenía todas las comodidades modernas, como calefacción y servicios en áreas comunes, incluyendo comercios y zonas verdes.
Este modelo lo replicó en otras unidades habitacionales en Francia (Rezé, Briey-en-Fôret, Firminy) y Berlín. Éste, como otros proyectos urbanísticos no realizados, por ejemplo la Ciudad Radiante de Moscú, influyeron la arquitectura global.
La Capilla de Notre-Dame-du-Haut de Ronchamp marcó un cambio radical en la arquitectura de Le Corbusier, alejándose de la rigidez geométrica que había caracterizado su obra para explorar la expresividad del hormigón, con formas rugosas y orgánicas inspiradas en la naturaleza, como el caparazón de un cangrejo en su techo y elemento principal del edificio. Tal fue la relevancia de Ronchamp en su trayectoria que le dedicó cuatro libros.
Su interés por revelar la estructura invisible de la naturaleza y traducirla en arte lo acompañó desde sus años de estudiante. Su colección de objetos de reacción poética
, con más de 2 mil postales y objetos curiosos, fue una fuente constante de inspiración.
En 1950, en la cúspide de su fama, Le Corbusier fue invitado por Jawaharlal Nehru a diseñar Chandigarh, la nueva capital de Punjab, India, como símbolo de modernidad y progreso tras la independencia de India. Creó el plan maestro y edificios claves como el Parlamento y los tribunales, integrando arte y arquitectura, con la icónica Mano Abierta –símbolo de paz y su firma arquitectónica– como un inmenso tapiz diseñado por él. También incluyó innovaciones como los quiebrasoles en los edificios contra el calor. Esta obra es considerada por algunos un fracaso por el desgaste de los edificios causado por los monzones, a pesar de su elevado nivel de vida.
Su legado arquitectónico, que fusionó arte, técnica y funcionalidad, sigue contribuyendo a la arquitectura actual, pese a las controversias. Murió en 1965 mientras nadaba en el mar, en su estancia en su casa de verano en Roquebrune-Cap-Martin en la Costa Azul, en el sur de Francia.
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