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Joan Baez: todas las voces que nos habitan

Joan Baez: todas las voces que nos habitan

Como páginas de un diario febril y luminoso, Cuando veas a mi madre, sácala a bailar reúne los poemas que Joan Baez acumuló en cuadernos y papeles a lo largo de varias décadas. Testimonio de una época y de una personalidad indispensable de la contracultura de los años 60, su escritura recrea experiencias que la formaron con la gracia y la libertad de quien asume su vida y sus circunstancias. Una joven y luego una mujer para la que durante mucho tiempo no hubo zonas grises, y que recién cumplidos los 50 años, crisis y terapia mediante, se pudo zambullir en las profundidades de su historia y entender que “lo que vivía dentro de mí era un diamante”.

Ícono del folk para el cual música y activismo siempre fueron de la mano, Baez comenzó su carrera en 1960 y logró un éxito inmediato. En 1959, con 18 años, actuó en el Newport Folk Festival y su vida cambió. “Por la razón que fuera, tenía la voz adecuada en el momento adecuado. Y eso me catapultó a la estratósfera”. Invitó entonces a cantar a artistas por entonces desconocidos, entre ellos un joven Bob Dylan, con quien mantendría una breve relación sentimental y una productiva colaboración artística. Siendo parte del renacimiento del folk estadounidense, en noviembre de 1962 aparece en la portada de la revista Time.

Joan Baez fue de las mayores figuras de la canción de protesta, por su activismo en contra de la guerra de Vietnam, a favor de los derechos civiles, y de las minorías y del medio ambiente. Su padre, Albert Baez, un reconocido físico de origen mexicano, le había inculcado a Joan y a sus dos hermanas la conciencia social. Su madre, irlandesa, era una comprometida pacifista. Su primer acto de desobediencia civil fue negarse a abandonar una clase en la escuela donde iba a organizarse un simulacro de ataque aéreo. En 1956 escuchó por primera vez a Martin Luther King y varios años después fueron amigos.

Como la propia Baez cuenta en un texto introductorio del libro, comenzó en 1990 una terapia donde se le diagnosticó un trastorno de identidad disociativo, una forma bastante habitual de lidiar con traumas del pasado: “Algunos de los poemas de esta colección están fuertemente influenciados por, o de hecho escritos por, algunos de los autores internos. Juntos, nos dejamos llevar sin esfuerzo por una oleada de imágenes y palabras y descubrimos lo que ya sabíamos: que la poesía es como el amor, no se puede forzar”.

Viajes, mudanzas, amigos, padres, una infancia marcada por las burlas de sus compañeros de escuela, el primer beso, el mar, la relación con su hermana menor, la cantautora Mimi Fariña, y sus contemporáneos, algunos célebres como Judy Collins, Jimi Hendrix o Leonard Cohen, que aparece como destinatario de un texto en el que Baez le recomienda los poemas de un joven amigo de un modo que podría aplicarse a ella misma: “¡No sabes las ganas que tengo de que los leas, Leonard! Hacen honor a tu nombre, creando tanta belleza a partir de una oscuridad tan grande”.

Aunque en la nota que abre el volumen Baez le advierte al lector que su libro “está lleno de técnicas improvisadas, frases indisciplinadas, pensamientos al azar y mucha canalización de fuentes que residen en mí y de fuentes desconocidas”, lo cierto es que estos poemas –cuyos primeros borradores se escribieron entre 1991 y 1997– tienen una dicción precisa, una construcción sólida, y cierto espíritu beat que sobrevuela todo.

Textos intensos, que integran alegría y dolor, que tienen casi siempre algo de encuentro y de liberación, de empatía hacia aquellas personas que mal o bien la acompañaron, y también hacia ella misma, hacia todas aquellas que fue. Una pulsión que la lleva a apostar casi siempre por algún tipo de renacimiento, aun reconociendo la nostalgia de lo que no volverá.

En I Am a Noise, un documental de 2023, Baez repasa su carrera y revela hechos desconocidos: cómo pasaba de la euforia al desmoronamiento, su enganche con los ansiolíticos, sus fobias y ataques de pánico. Entre imágenes junto a Martin Luther King marchando en las protestas contra la guerra de Vietnam, habla de su proceso terapéutico y de cómo a través de la hipnosis pudo desbloquear el recuerdo del abuso por parte del padre.

Baez se retiró de las giras en julio de 2019. Años antes había comenzado a mostrar su faceta de artista plástica a través una serie llamada Mischief Makers (Hacedores de travesuras), donde presentó retratos de figuras como Bob Dylan, Dalai Lama, Nelson Mandela, Kamala Harris, Greta Thunberg y Patti Smith.

Su relación con la literatura siempre fue estrecha: en Baptism, un álbum conceptual, leyó y cantó poemas de escritores como James Joyce, Federico García Lorca y Walt Whitman. También grabó un hermoso disco en español, Gracias a la vida, con versiones de autores como Víctor Jara y Violeta Parra.

Hoy, a los 83 años, en su casa de Los Ángeles, Baez se levanta temprano, practica gimnasia, medita, y después desayuna los huevos frescos que le dan sus propias gallinas. Aunque sigue de cerca los asuntos mundiales, dice haber encontrado refugio en el silencio y parece haber saldado sus cuentas. Cuando veas a mi madre, sácala a bailar nos reconcilia con lo humano, con el paso del tiempo, con lo que fuimos y lo que pudimos ser.

Quizá sea también una puerta de entrada para las generaciones que aún no la conocen, una forma de asomarse a la trayectoria de quien encarnó como pocos una época heroica e inquieta, con música y palabras que le cantaban a un mundo posible, más justo, que parece cada vez más lejano.

Cuando veas a mi madre, sácala a bailar, Joan Baez. Trad. Elvira Valgañón. Seix Barral, 320 págs.

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