Obsesionarse con aumentar la longevidad humana sirve de poco

Según el censo mundial de las personas más longevas, la longevidad máxima de los humanos en estos momentos es de entre 116 y 117 años. Sin embargo, existen casos excepcionales como el de Jeanne Calment (1875-1997), que batió el récord al cumplir 122 años, no muy lejos de la segunda persona más longeva, Kane Tanaka (1903-2022), que llegó a soplar 119 velas. La mayoría de las personas extremadamente longevas son mujeres, mientras que pocos hombres llegan a más de 115 años.
Aumentar la longevidad ha sido una obsesión recurrente a lo largo de la historia humana, desde el caso de Matusalén hasta los múltiples ejemplos de las ansiadas fuentes de la eterna juventud en la literatura o los paraísos perdidos soñados y pintados en obras de arte. Pero materializarla nunca ha sido posible.
Hoy, algunos grandes magnates han puesto todas sus esperanzas en la ciencia y están financiando estudios para eliminar los síntomas de la vejez o bien encontrar una receta que les haga vivir jóvenes y lozanos durante más tiempo. Eso sí, el hueso de la biología y la evolución sigue siendo duro de roer.
El tamaño del cerebroUn reciente estudio ha encontrado lo que sus autores consideran un claro vínculo entre la esperanza de vida, el tamaño del cerebro y el funcionamiento del sistema inmunitario. El trabajo compara a dos especies muy familiares, los perros y los gatos, y concluye que los gatos viven más que los perros porque, a igual tamaño, su cerebro es más grande.

Una investigación encontró que los gatos viven más que los perros porque su cerebro es más grande. Foto:iStock
Y no se han quedado ahí. En total, han estudiado 46 especies y aseguran que las que poseen más genes conectados con el sistema inmunitario son más longevas. Por ejemplo, mientras los ratones viven un par de años, las ratas topo pueden llegar a cumplir 20, algo que atribuyen a su genética.
Pero ¿de verdad está tan clara la relación causa-efecto? ¿O es más bien simple casualidad? Es cierto que un sistema inmunitario potente puede estar asociado con una mayor longevidad, pero también con una mayor posibilidad de sufrir enfermedades autoinmunes. ‘Más’ no necesariamente es ‘mejor’, y eso lo sabemos muy bien en biología.
Para intentar “retocar” nuestra longevidad, se ha estudiado con lupa la capacidad de regenerar la cola u otros miembros de ciertos reptiles o los ajolotes. También hemos analizado minuciosamente la capacidad de desecarse y revivir de los tardígrados, unos animales invertebrados microscópicos conocidos como ositos de agua. Pero ni los humanos podemos regenerar nuestros miembros ni somos como los trisolarianos de El problema de los tres cuerpos, que podían desecarse y rehidratarse como los tardígrados. Somos el producto de una evolución que nos ha dotado de unas capacidades, y entre ellas no está la longevidad milenaria, por más que nos pese.
Tampoco nos sirven estudios como el que recientemente identificó qué hace que la ballena de Groenlandia sea el mamífero más longevo. Las diferencias genéticas respecto a nosotros afectan, entre otras cosas, a la reparación del ADN e incluso ofrecen protección frente a determinados cánceres. Pero una ballena no es un ser humano y no podemos extrapolar sus características a nosotros.
A pesar de todo, hay quien confía en que lograremos retocar nuestros genes para aumentar nuestra longevidad. Los experimentos llevados a cabo en organismos simples como levaduras, gusanos o moscas han mostrado interesantes respuestas, pero siempre nos queda la duda de si eso es factible con nosotros.
Sin ir más lejos, un reciente estudio muestra que la incapacidad de sintetizar un aminoácido, la cisteína, reduce el peso de los ratones y, posiblemente, aumenta su longevidad. Pero ¿acaso podemos vivir sin cisteína? Pues no, ya que ese aminoácido es imprescindible para muchas funciones y su deficiencia causa síntomas muy severos, incluyendo enfermedades neurológicas.
SuplementosSi no podemos cambiar nuestra biología ni nuestros genes, siempre nos quedan los suplementos y la farmacopea. Un reciente estudio sugiere que la vitamina D, los ácidos grasos, omega-3 y el ejercicio físico ralentizan el reloj biológico que nos lleva al envejecimiento. Podemos encontrar otros cientos de artículos de este tipo hablando de los beneficios de decenas de compuestos naturales o artificiales.

Un estudio sugiere que la vitamina D, el omega-3 y el ejercicio físico ralentizan el reloj biológico Foto:iStock
Algunas personas se han ofrecido como ratones de laboratorio para poner a prueba la capacidad de la farmacopea sobre la longevidad. Es el caso de Bryan Johnson (ver nota anexa). La vida publicada de este señor se basa en una plétora de ensayos y análisis diarios, mucha actividad física, una comida frugal que termina a las 11 a. m. todos los días y una colección de suplementos y compuestos supuestamente relacionados con la longevidad que llena una habitación. A todo ello hay que sumar transfusiones de sangre de personas jóvenes y terapias génicas para aumentar la expresión de genes que, supuestamente, mejoran su condición física.
¿Pero va a alargarle la vida todo esto a Bryan Johnson? No lo sabemos, ni siquiera él puede estar seguro de ello. Eso sí, si se confirma que funciona, todo este sistema está solo al alcance de unos pocos: de aquellos que puedan gastarse 2 millones de dólares anuales en análisis, cuidados, costosas y dudosas terapias y suplementos.
La lista de personas más longevas del mundo nos dice que no hay fórmulas mágicas para una mayor longevidad. Si acaso se ha demostrado algo hasta el momento, es que una mayor longevidad está asociada con una buena calidad de vida, con mantener una alta actividad física y social y con la “suerte” de haber nacido con versiones de nuestros genes que permitan afrontar las complicaciones de la vida de la manera más efectiva posible, reduciendo el daño molecular y celular.
Tal vez algunos estén tan obsesionados con alcanzar una mayor longevidad que se les olvida vivir. Y lo cierto es que actualmente es mucho más factible añadir vida a los años que años a la vida. Lo de vivir cientos de años es ir contra nuestra biología y evolución. Es decir, por ahora, ciencia ficción.
(*) Catedrático del área de Biología Celular, investigador en metabolismo, envejecimiento y sistemas inmunológicos y antioxidantes de la Universidad Pablo de Olavide.
(**) Es una organización sin ánimo de lucro que busca compartir ideas y conocimientos académicos con el público. Este artículo es reproducido aquí bajo licencia de Creative Commons.
¿Quién es Bryan Johnson?Bryan Johnson es un empresario del sector tecnológico de 47 años que ha invertido su fortuna en retrasar su reloj biológico con una serie de rutinas exigentes. En el documental de Netflix Don’t die: the man who wants to live forever, Johnson cuenta en detalle cómo es su día a día y la soledad que vive a causa de una decisión radical.
Realiza más de 100 acciones diarias, que comienzan con levantarse en la madrugada y exponerse a una luz especial que simula la luz solar para darle al cuerpo la señal de vigilia. Sigue con la toma de temperatura corporal, la estimulación del sistema nervioso autónomo a través de un electrodo que pone en su oído y un batido verde con 54 suplementos. Su alimentación es estricta y controlada, y la última ingesta la hace a las 11 a. m. También se somete a radioterapia, a terapia capilar y a otros tratamientos que recibe en la comodidad de su casa, donde adecuó un consultorio.

Bryan Johnson, el multimillonario biohacker Foto:IG: Bryan Johnson
La intención de Johnson es prestar su cuerpo para que la ciencia y la tecnología logren reducir al máximo la edad biológica de una persona. Sin embargo, hay científicos que no comparten su metodología al considerar que es poco ética y no tiene viabilidad científica.
Johnson ha convertido su proyecto personal, que nombró Blueprint, en otro negocio, pues se ha convertido en un influencer del biohacking. Ha sacado productos que prometen los resultados que se ven en él y ha compartido información de su proceso con otros multimillonarios interesados en la longevidad.
Además del régimen estricto en el que vive, Johnson somete a todo su círculo, incluso a sus clientes, a acuerdos
de confidencialidad para evitar filtraciones de su imagen o su proyecto, controlando toda una narrativa.
Hasta ahora, Johnson ha logrado reducir a cinco años su edad biológica y su objetivo es superar los 120 años, meta que solo ha conseguido Jeanne Calment, una mujer francesa que vivió
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