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El túnel de tren que acabó en engaño pero es una de las rutas más espectaculares (y fresquitas) de Burgos

El túnel de tren que acabó en engaño pero es una de las rutas más espectaculares (y fresquitas) de Burgos

El viento sopla con fuerza en la bocana del túnel. Nos recuerda que estamos justo en el umbral entre Cantabria y Castilla y León. Aquí, entre las brumas del Valle de Valdeporres y la humedad verde del valle del Pas, se oculta uno de los proyectos ferroviarios más ambiciosos —y frustrados— de la historia de España: el Túnel de la Engaña.

Hoy es una reliquia fantasma. Un coloso horadado inútilmente a golpe de pico y explosivos durante años de trabajos forzados, pero que nunca vio pasar un solo tren. Y que ha acabado convirtiéndose en un monumento al abandono, a la memoria... y también a la resistencia de la naturaleza.

Te lo cuento con detalle en este vídeo que he grabado allí mismo. En él comparto imágenes, sonidos y sensaciones en directo. Es una invitación a explorar con respeto y curiosidad este paraje fascinante.

Un túnel hacia ninguna parte

El Túnel de La Engaña fue concebido para formar parte del llamado Ferrocarril Santander-Mediterráneo, una línea que pretendía unir el puerto de Santander con Sagunto, en el Mediterráneo, atravesando el corazón peninsular.

Las obras comenzaron en 1941, en plena posguerra, y se prolongaron hasta 1959. Pero cuando se finalizó el túnel, en realidad ya era demasiado tarde: la línea jamás se completó. El proyecto fue cancelado, y con él se enterraron décadas de esfuerzos, recursos y muchas vidas marcadas por el sufrimiento de su construcción.

Con sus 6.976 metros de longitud, fue durante mucho tiempo el más largo de España y sigue siendo una obra de ingeniería impresionante, aunque hoy esté devorado por la vegetación y la ruina.

No tiene iluminación, ni señalización ni mantenimiento. Solo el viento lo atraviesa libremente, como si quisiera contar la historia de aquellos que lo excavaron.

Ruinas de la iglesia del poblado del túnel de La Engaña.
Ruinas de la iglesia del poblado del túnel de La Engaña.
Óscar Zorrilla Alonso
Presos, trabajos forzados y olvido

Cuando me acerqué a la entrada sur del túnel, una bocanada de aire frío me golpeó el rostro. En el vídeo se puede oír ese viento constante, casi fantasmal, que atraviesa el túnel de parte a parte. En ese momento me vino a la mente la historia de quienes trabajaron allí en condiciones extremas. Fueron, en su mayoría, presos políticos, obligados a realizar trabajos forzados bajo el sistema de “redención de penas por el trabajo”, una fórmula encubierta de esclavitud legal bajo el régimen franquista.

Entre 1941 y 1945, más de 500 reclusos formaron parte de dos destacamentos penales que levantaron los primeros 500 metros del túnel. Con la amnistía de 1945, muchos de aquellos hombres y sus familias se instalaron en un poblado improvisado en la boca burgalesa del túnel, donde aún se conserva la ruina de una pequeña iglesia cubierta de zarzas. Allí, entre misas obligadas y dinamita, se forjó este despropósito monumental.

En ese poblado no solo vivieron los presos, sino también sus familias y los obreros libres que continuaron los trabajos tras los indultos. Quedan aún restos visibles: la cruz de la iglesia, el camino vacío de las vías, el apeadero de la estación que nunca vio llegar un tren.

Pasear por allí es escuchar los ecos de las voces de los que no ya están, de esos “pasajeros al tren” que nunca llegaron.

También se pueden ver las señales de los trabajos titánicos que aquí se llevaron a cabo: más de 600.000 kilos de dinamita, 70 toneladas de acero y casi dos décadas de esfuerzo sin recompensa.

Visita a las obras de construcción del túnel a mediados del siglo pasado.
Visita a las obras de construcción del túnel a mediados del siglo pasado.
Federico Vélez
Senderismo por la historia

Entrar al túnel está prohibido por razones de seguridad (se han producido desprendimientos y hay zonas colapsadas). Un muro lo impide, aunque algunos han abierto un hueco que permite ver el interior y sentir el frío viento que llega de Cantabria. A pesar de ello, sus alrededores constituyen una ruta de senderismo fascinante y muy fresquita para hacer en verano, ideal para los amantes de la arqueología industrial y el turismo rural con alma.

La Vía Verde del Túnel de La Engaña aprovecha este antiguo trazado ferroviario del Santander-Mediterráneo. El itinerario, acondicionado para senderistas y ciclistas, recorre paisajes muy variados y conecta pequeñas poblaciones rurales con gran valor patrimonial y natural.

El tramo más conocido y accesible parte del pueblo de Santelices y llega hasta la entrada del túnel de La Engaña, cubriendo unos 6 kilómetros de recorrido muy fácil, con pendiente suave, ideal tanto para caminar como para ir paseando o en bicicleta.

El camino atraviesa el Valle del Engaña y pasa por un viaducto panorámico, ofreciendo espectaculares vistas del entorno natural

Además, están en marcha proyectos de recuperación. La estación de Yera será rehabilitada como albergue turístico y centro de visitantes gracias a fondos europeos, con el objetivo de dinamizar la zona y convertirla en un referente del turismo activo y patrimonial en el norte de España

Entrada al túnel de la Engaña desde el lado burgalés.
Entrada al túnel de la Engaña desde el lado burgalés.
Daniel Rivas Pacheco
¿Engaño o patrimonio?

El nombre del túnel parece casi profético. No por casualidad se llama de La Engaña. Así se llama el río que discurre por allí, pero también parece una metáfora cruel: un engaño para los que lo construyeron, para los que lo planificaron y, en cierto modo, para todos nosotros. Un túnel que prometía modernidad y conexión, y que acabó siendo un monumento al abandono.

A pesar de su estado ruinoso, el túnel ha servido de escenario para algunas películas. En 2003, se rodó allí “La vida que te espera”, y en 2013, una película titulada “Noche Blanca”. Es curioso cómo este lugar, condenado al olvido, sigue encontrando formas de contar historias.

Visitar el Túnel de la Engaña no es solo una excursión. Es una forma de escuchar el eco de una época que dejó cicatrices, de reconocer la dignidad de quienes trabajaron allí, y de observar cómo la naturaleza vuelve, poco a poco, a reclamar lo que siempre fue suyo.

Cómo llegar

Desde Burgos, lo más sencillo es coger el bus hasta Villarcayo y luego un taxi que te acerque hasta las cercanías del túnel, aunque la carretera final está en malas condiciones y se llega mal. Otra opción es conducir hasta Pedrosa de Valdeporres y desde allí tomar un sendero señalizado que lleva hasta la entrada sur del túnel.

Del lado cántabro, se puede acceder desde Vega de Pas, una localidad famosa por sus sobaos y quesadas, y donde se puede reponer fuerzas después de la caminata.

No hay bares ni servicios en el entorno inmediato del túnel, así que conviene ir preparado. Lo que sí hay es silencio, viento, verdor... y una historia que merece la pena ser contada.

20minutos

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