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Peter MacKinnon: Si los estudiantes se autocensuran en el campus, eso es un problema de libertad de expresión.

Peter MacKinnon: Si los estudiantes se autocensuran en el campus, eso es un problema de libertad de expresión.
Estudiantes recorren el patio de la Universidad de Alberta, en Edmonton, el viernes 6 de octubre de 2023. Foto: David Bloom/Postmedia

Sobre la cuestión de si existe un problema, una crisis o un problema de libertad de expresión en nuestros campus universitarios, existen dos posturas distintas. Algunos en nuestras universidades dicen que no; el problema es imaginario o muy exagerado; otros difieren, expresando su preocupación por su realidad y gravedad. No debemos dejar el asunto en el terreno de la especulación; podemos preguntar a los más directamente afectados: los estudiantes.

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Eso es lo que hizo la Fundación Aristóteles para Políticas Públicas. Encuestó a 1174 estudiantes de 34 universidades canadienses en 2024 y 2025, y recibió respuestas completas de 760; otros solo respondieron algunas preguntas (no se les exigió que respondieran todas). Se les pidió que indicaran su nivel de comodidad o reticencia a expresar sus opiniones sobre cinco áreas potencialmente controvertidas: política, religión, raza, género y orientación sexual.

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En política, los encuestados se mostraron casi equitativos: la mitad se sentía cómoda expresando sus opiniones; la otra mitad, no. En religión, el 40 % se mostró reacio a revelar sus opiniones sobre fe o religión, el mismo porcentaje que en el caso de la raza. En cuanto a género y sexualidad, alrededor del 43 % se mostró reacio a expresarse.

La encuesta también es informativa en cuanto a detalles. Encontró que los estudiantes de tendencia conservadora eran más reacios que otros a expresar opiniones sobre asuntos políticos; los estudiantes judíos tenían más probabilidades que sus colegas no judíos de haber sufrido maltrato en el campus y se mostraban reacios a hablar abiertamente sobre temas religiosos; en temas raciales controvertidos, los estudiantes eran generalmente muy reacios a compartir sus opiniones; y la mayoría de los estudiantes heterosexuales se mostraban reacios a expresar opiniones sobre sexualidad.

La reticencia a hablar se basa en el miedo a las consecuencias. Quejas formales o abusos de otros estudiantes, comentarios negativos en redes sociales, profesores que consideran que algunas opiniones son ofensivas y, por lo tanto, peores calificaciones: todos estos temores fueron expresados ​​por los estudiantes que participaron en la encuesta. Eran conscientes de que la tolerancia a las diferencias de opinión está disminuyendo en nuestras universidades y otros entornos públicos.

Los negacionistas deberían prestar atención. La evidencia indica que la libertad de expresión, esencial para la misión universitaria, se ha visto mermada en nuestros campus. Las razones son debatibles, pero no se puede debatir cuando una de las partes niega la existencia del problema. Al comenzar un nuevo año universitario, es responsabilidad de todos en estas instituciones vitales preguntarse y responder: ¿cómo restauramos y salvaguardamos la libertad de expresión en el campus?

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