Trump desmantela las reglas de IA para ganar la carrera con China


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La tecnología y la Casa Blanca
Desregulación radical, vía libre para las grandes tecnológicas, fin de las restricciones ambientales y denegación de financiación a quienes desarrollan inteligencia artificial "no neutral". La Casa Blanca inicia su ofensiva contra China y desvía su enfoque de la estrategia de control que previamente compartía con Europa.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha presentado el "Plan de Acción de IA", un plan de 28 páginas que busca lograr una amplia desregulación en el sector de la inteligencia artificial. Entre sus puntos clave se encuentran la capacidad de construir con mayor rapidez bases de datos que alberguen la infraestructura necesaria para entrenar e implementar sistemas de IA, tanto agilizando los permisos requeridos como eludiendo posibles protecciones ambientales para sitios seleccionados; la prohibición de que los estados adopten regulaciones más restrictivas que entren en conflicto con las nuevas directrices federales, consideradas un obstáculo para el desarrollo; y la eliminación de la financiación federal a empresas cuyos sistemas de IA no sean políticamente neutrales.
Para Trump, de hecho, muchos modelos de IA son vehículos de una ideología progresista: marxista, progresista y hostil a los valores estadounidenses. A diferencia de los modelos convencionales, Elon Musk entrenó Grok, la herramienta de IA de X, para que también utilizara ideas políticamente incorrectas, en nombre de la libertad total: una noche, la herramienta se autodenominó "MechaHitler". No está claro, basándose en las vagas directrices, cómo analizar si una IA es política o no. Y dada la imposibilidad, confirmada por la organización sin fines de lucro Center for Democracy and Technology, de que un modelo sea completamente neutral, el riesgo real es que los anime a adherirse a la ideología del gobierno: una nueva fase en la lucha contra las políticas de diversidad, equidad e inclusión, una vez más definidas como "tóxicas" por el presidente. Además, Trump ha declarado que la aplicación estricta de las leyes de derechos de autor será imposible, porque "no se puede tener un programa exitoso si se tiene que pagar por cada libro utilizado para entrenar a la IA".
El plan busca competir directamente con China para lograr el dominio global del sector. El objetivo principal del presidente es que Estados Unidos se convierta en la potencia dominante en inteligencia artificial, librando una batalla con Pekín con reminiscencias de la Guerra Fría. De hecho, no es casualidad que el enfoque se centrara específicamente en "ganar la carrera", un guiño a las grandes disputas tecnológicas entre las dos superpotencias del siglo XX, como la carrera espacial y la carrera armamentística. Precisamente por esta razón, las regulaciones y la seguridad se están relegando a un segundo plano, dando vía libre a las grandes empresas tecnológicas, cuya tarea es innovar con la mayor rapidez posible.
Esto supone un cambio radical respecto a la comprensión de la inteligencia artificial por parte de la administración Biden, que representaba una oportunidad de crecimiento, pero también un riesgo concreto para la ciudadanía. El expresidente había creado el Instituto de Seguridad de la IA para evaluar públicamente la seguridad de los modelos de IA. Sin embargo, hoy en día, se están reduciendo los estándares de seguridad para priorizar la innovación y el desarrollo vertical, un cambio de filosofía respecto a la administración anterior, mucho más acorde con las políticas de la Unión Europea, que el año pasado aprobó la Ley de IA, el primer intento mundial de establecer una regulación integral sobre el uso de la inteligencia artificial.
Las diferencias entre ambas potencias sobre este tema ya habían surgido a principios de año. De hecho, el vicepresidente estadounidense, J.D. Vance, al comentar sobre la normativa vigente en Europa, afirmó que el continente debería "considerar la IA con optimismo, sin bloquear las industrias". Este cambio de rumbo en marcha en Estados Unidos ha llevado a los líderes de cuarenta y cuatro grandes empresas europeas, entre ellas Airbus y BNP Paribas, a escribir a la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, para que reduzca la normativa, que destruiría la competitividad europea en este ámbito. El cambio de rumbo en Estados Unidos, que anteriormente compartía las preocupaciones de Bruselas sobre la seguridad de los ciudadanos debido al uso incontrolado de modelos de IA, ha dificultado, según los firmantes de la carta, que las empresas utilicen las herramientas disponibles de la forma que exige la nueva competencia global.
El debate sobre los riesgos ambientales, los problemas de ciberseguridad y la posible pérdida de empleos ha desaparecido del panorama político. Las oficinas creadas por Biden para abordar estos temas aún existen, pero sus competencias son cada vez más limitadas. La presidencia de Trump ha decidido que Estados Unidos debe convertirse en un líder en inteligencia artificial, cueste lo que cueste.
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