La última conversación entre Giovanni Spadolini y Juan Pablo II

"Quiero ir a Moscú, pero las condiciones aún no están dadas". Las palabras de Juan Pablo II, pronunciadas el 4 de marzo de 1994 durante un encuentro privado con Giovanni Spadolini, revelan no solo el deseo personal del pontífice —un viaje que ningún papa ha emprendido jamás—, sino también su conciencia de una fractura aún abierta en el corazón espiritual de Europa. "Yeltsin estaría dispuesto, y también el gobierno ruso, pero la Iglesia Ortodoxa sigue poniendo grandes obstáculos", explicó con amargura. Esas palabras reflejaban una profunda visión geopolítica: Rusia como parte integral del destino de Europa, pero amenazada por una deriva asiática si el diálogo ecuménico no lograba superar la división.
Este es uno de los pasajes más significativos de la conversación entre Spadolini y el Papa polaco, publicado íntegramente por primera vez en la revista «Nuova Antologia» (Ediciones Polistampa), editada por Cosimo Ceccuti. Este intenso y sorprendente diálogo, hasta ahora conservado en los archivos de la Fundación Spadolini Nuova Antologia de Florencia, fue editado por Gabriele Paolini y publicado con motivo del centenario del nacimiento del estadista florentino y el vigésimo aniversario de la muerte de Karol Wojtyla.
Cinco meses antes de su muerte, Spadolini cruzó el umbral del Vaticano por última vez. El encuentro —que duró más de 40 minutos, mucho más de los 25 minutos que exige el protocolo— no fue simplemente un intercambio formal entre un ex primer ministro y entonces presidente del Senado y un pontífice, sino una conversación de amplio alcance entre dos intelectuales que veían la historia como una inextricable combinación de fe, política, cultura y responsabilidad moral.
La reunión del 4 de marzo de 1994 comenzó como un homenaje. Spadolini trajo al Papa una preciosa edición de "Los hombres que hicieron Italia", símbolo de su gratitud por las palabras de Juan Pablo II defendiendo la unidad nacional contra los vientos de secesión que entonces soplaban con fuerza, impulsados por el avance de la Liga de Umberto Bossi. Pero también trajo un segundo regalo: una antología de escritos del siglo XIX sobre Polonia de la revista "Antologia di Vieusseux", publicada entre 1824 y 1831 y censurada por su apoyo a los movimientos independentistas polacos. Spadolini relató la conmoción emocional del Papa al leerle una cita de Tommaseo: "Todo lo referente a la desafortunada Polonia me parece algo venerable y sagrado". El Pontífice aprobó: "Así es". Era una Polonia entendida no como una simple nación, sino como un alma espiritual. La identificación entre catolicismo y patria, entre fe y resistencia, emerge en cada palabra del Papa.
En la conversación, Juan Pablo II no preguntó nada sobre las actividades del Parlamento italiano ni sobre las próximas elecciones del 27 y 28 de marzo, que habrían dado la victoria al recién formado partido Forza Italia de Silvio Berlusconi. La atención se centró en otros temas: China, India, Rusia, los Balcanes, África.
Spadolini relata con sorprendente detalle las reflexiones del Papa sobre la situación de la Iglesia en China, la cuestión del nombramiento de obispos, el ambiguo papel de la llamada "Iglesia patriótica", pero también el inesperado atisbo de apertura entre Pekín y Roma. El Papa escucha, pregunta e informa. Muestra interés por el obispo de Shanghái y los indicios de distensión. Habla de reuniones confidenciales en curso.
También se habla de los Balcanes. El Papa comenta con lucidez la guerra en Bosnia, la confederación entre croatas y bosnios, la intransigencia de los serbios y el equilibrio de Rusia. Spadolini lo elogia por su valentía al denunciar el genocidio de los musulmanes, y el pontífice reconoce: «Sé cuánto he influido en el mundo musulmán».
En la India, donde Spadolini acababa de recibir un doctorado honoris causa, la conversación giró en torno a Gandhi, el secularismo religioso de Giuseppe Mazzini, el legado británico, la fragilidad social del país y su estabilidad democrática. «Gandhi fue verdaderamente el creador de la India moderna», dijo el Papa, reconociendo la profundidad de un mensaje universal.
La conversación entre Giovanni Spadolini y Juan Pablo II no es solo el relato de un encuentro de alto perfil, sino también un testimonio excepcional de confianza y conexión humana. Las voces son serenas, las palabras reflexivas, el estilo es el de dos académicos que reflexionan sobre la historia en curso. Spadolini capta los matices de la voz del Papa, su cansancio, la tensión de su italiano, su tono "casi como el de compañeros de clase". Es un diálogo entre mundos: lo secular y lo sagrado, lo intelectual y el pastor, Occidente y Oriente. Pero también es un diálogo con el futuro. Las crisis que abordan —desde China hasta Rusia, desde Bosnia hasta la India— siguen abiertas, sin resolver, pero se abordan con un espíritu de escucha y una visión que a menudo faltan en la política contemporánea.
(por Paolo Martini)
Adnkronos International (AKI)