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Swift, de China a Rusia: cómo la nueva geopolítica de los pagos desafía la hegemonía financiera occidental

Swift, de China a Rusia: cómo la nueva geopolítica de los pagos desafía la hegemonía financiera occidental

En el nuevo desorden global , incluso las infraestructuras más invisibles se están convirtiendo en un terreno de competencia estratégica. Es el caso de los sistemas de pago internacionales, que, de instrumentos puramente técnicos, se están transformando en armas geopolíticas o, por el contrario, en instrumentos de emancipación financiera para las potencias emergentes. En el centro de esta transformación se encuentra SWIFT , el sistema global de mensajería interbancaria , y sus alternativas promovidas por actores como China, Rusia y el bloque BRICS+ , interesados ​​en construir una arquitectura financiera autónoma menos vulnerable a la influencia coercitiva de Occidente.

Fundada en 1973 y con sede en Bélgica, SWIFT (Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication) es la columna vertebral de las finanzas globales. No transfiere dinero directamente, pero gestiona las comunicaciones interbancarias de más de 11.000 instituciones financieras en más de 200 países, facilitando transacciones con un volumen diario superior a 5 billones de dólares. El control occidental —y en particular el estadounidense— sobre SWIFT se ha politizado progresivamente, en particular después del 11/9 y más aún con la intensificación de las políticas de sanciones, como en el caso de Irán y, más recientemente, Rusia en 2022, excluida de SWIFT después de la invasión de Ucrania.

Esta exclusión representó un shock sistémico para la arquitectura financiera global, impulsando a Moscú, Pekín y otros actores a redoblar sus esfuerzos para crear alternativas soberanas. Entre estos, los más relevantes son: • CIPS (Cross-Border Interbank Payment System): lanzado por China en 2015, permite la compensación y liquidación de pagos transfronterizos en yuanes. En 2023, manejó transacciones por valor de más de 19 billones de yuanes (alrededor de 2,6 billones de dólares estadounidenses), con una red en crecimiento que involucra a más de 1.300 instituciones en 110 países. CIPS todavía está interconectado con SWIFT, pero está diseñado para evolucionar hasta convertirse en una infraestructura independiente, especialmente para el comercio con países de África, Asia y el Sur Global. • SPFS (Sistema peredaci finansovych soobsščenij): el sistema de mensajería financiera ruso, desarrollado después de las primeras sanciones en 2014. Utilizado hoy por más de 500 bancos, cubre aproximadamente el 20% de las transacciones interbancarias internas rusas y está en proceso de integración con los circuitos asiáticos, en particular el iraní. Sin embargo, el PESA está severamente limitado fuera del área del rublo y adolece de una falta de confianza e interoperabilidad con sistemas más amplios.

• BRICS Pay: todavía en fase de planificación, pretende construir una plataforma común de pagos digitales entre los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), y hoy también con los nuevos miembros del formato BRICS+, como Irán, Egipto y Etiopía. El objetivo es promover el uso de monedas locales y reducir la centralidad del dólar en el comercio intrabloque, especialmente en los sectores de energía e infraestructura.

La ambición que une estos proyectos es clara: construir un ecosistema financiero multipolar, donde las interdependencias estén equilibradas y el poder coercitivo del dólar sea limitado. Es en este contexto que entra en juego el concepto de “ interdependencia armada ”, desarrollado por Henry Farrell y Abraham Newman, dos expertos en relaciones internacionales que enseñan en la Universidad Johns Hopkins y la Universidad de Georgetown respectivamente.

En su artículo de 2019, Farrell y Newman teorizaron cómo Estados Unidos, a través de su control sobre nodos clave de las finanzas globales y digitales, ha desarrollado la capacidad de transformar las redes económicas en herramientas de vigilancia y coerción. El caso de SWIFT es emblemático: su centralidad es tal que desconectar a un país equivale a excluirlo del comercio y las finanzas internacionales, con efectos económicos devastadores y potencial desestabilizador.

Pero esta estrategia presenta un riesgo sistémico: el de fomentar la construcción de redes paralelas, reduciendo la eficacia del propio instrumento. Esto es lo que está sucediendo hoy, con una regionalización lenta pero constante de los sistemas de pago, donde la confianza está cada vez más ligada a bloques geopolíticos en lugar de estándares globales compartidos.

Para Europa –y para Italia en particular– esta evolución implica una serie de desafíos estratégicos: 1. Erosión de la centralidad occidental en los flujos financieros internacionales: el crecimiento de circuitos alternativos puede hacer menos efectivas las sanciones europeas, hoy uno de los principales instrumentos de presión geopolítica. 2. Riesgos para las empresas exportadoras: la aparición de infraestructuras paralelas implica la necesidad de adaptarse a protocolos diferentes, a menudo menos transparentes y seguros, aumentando los costes operativos, la complejidad regulatoria y la exposición a riesgos reputacionales.

3. Dependencia tecnológica y falta de soberanía financiera: La UE, aunque aspira a una autonomía estratégica, todavía depende en gran medida de SWIFT y no ha desarrollado una alternativa totalmente europea. El proyecto de Iniciativa Europea de Pagos (EPI) está retrasado, mientras que el euro digital sigue siendo una promesa técnica más que política.

Para Italia, potencia comercial pero vulnerable en el ámbito energético y tecnológico, la cuestión es doble: por una parte, garantizar un acceso seguro a los mercados emergentes, cada vez más integrados en los nuevos circuitos financieros; Por otra parte, apoyar a nivel europeo una reflexión estratégica sobre la autonomía financiera como componente esencial de la seguridad nacional. El mundo de los pagos , antes relegado a los bancos centrales y a los técnicos informáticos, es ahora un campo de batalla para redefinir el orden global. Ignorarlo sería una muestra de falta de visión. Entenderlo, una necesidad.

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