Laura y el miedo a volver a enamorarse después de una decepción

Laura, un nombre ficticio, mi paciente, estaba atrapada en la dinámica del "quiero pero no puedo". Había sufrido muchísimo por amor y siempre había conocido hombres que, en su opinión, eran tóxicos. Laura parecía sentirse atraída por relaciones imposibles: narcisistas, hombres casados, hombres abusivos, déspotas y hombres esquivos.
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Un ramo de hombres equivocadosSu currículum erótico lo incluía todo. Estaba Luca, de cuarenta años, guapo, culto y atlético, que la había engañado durante un periodo interminable hasta que Laura, tras un accidente de coche provocado por constantes noches de insomnio, decidió dejarlo. Estaba Andrea, casado a toda prueba. En sus propias palabras, infelizmente casado. Siempre a punto de dejar a su esposa: esa mujer gris, con sobrepeso, neurótica y desaliñada. En realidad, con el paso del tiempo —Laura fue la amante de Andrea durante siete largos y dolorosos años—, se dio cuenta de que la esposa de Andrea era una mujer decidida, hermosa y encantadora, y no correspondía a la imagen denigrante y penalizadora que él seguía atribuyéndole. Un buen día, Laura y la esposa de Andrea se encontraron y hablaron, compartiendo abiertamente sus secretos. Tras ese encuentro, Andrea decidió quedarse en casa con su familia y dejar a Laura abruptamente, sin dar explicaciones.
Allí estaba Giorgio, abusivo, celoso y obsesivo. La vigilaba día y noche, bombardeándola con mensajes, correos electrónicos y videollamadas para saber dónde estaba. Había colocado un dispositivo de geolocalización en su coche para monitorear sus movimientos, un microchip en su teléfono y una cámara oculta en su habitación, porque creía que un amante amenazante podría estar acechando bajo esas sábanas. Giorgio a menudo perdía el control, y cuando algo no salía según lo planeado, se ponía nervioso y luego violento. Con los años, le había roto dos costillas, un codo y la había cubierto de moretones.
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El corazón colgado del clavoLaura, tras otra hospitalización y otra consulta psicológica con el médico, había decidido renunciar a la posibilidad de volver a amar. Estaba demasiado traumatizada como para esperar la felicidad. Esta rotación de hombres equivocados la había llevado a creer que el amor ya no podía existir en su vida. En realidad, el dolor y la necesidad de tener siempre a un hombre a su lado la habían vuelto hambrienta y frágil, y nunca tuvo el valor de mirar dentro de sí misma: a sus necesidades infantiles negadas y reprimidas que la obligaban a elegir hombres esquivos y abusivos. (Los nombres de las parejas de Laura son todos ficticios. Algunos pasajes han sido inventados o modificados por razones creativas y de privacidad).
Cuando un amor termina: causas y tratamientosCuando un amor termina, nunca ocurre de repente. A veces, ese amor ya contiene semillas de discordia o desacuerdo, pero el tiempo, el cuidado y la perseverancia hacen que el vínculo perdure y que la pareja mejore. Otras veces, un amor muere por negligencia o por dolencias estacionales mal tratadas. Por posturas rígidas, por la falta de ese juego de roles esencial en el que uno intenta ponerse en el lugar del otro para comprender, o mejor dicho, sentir, lo que siente. En mi práctica clínica, veo muchos amores que terminan, pero también veo aquellos moribundos, sin vida, inmóviles, ajenos, e incluso aquellos que han sido maravillosamente reparados.
Con el tiempo, durante las sesiones, he aprendido a reconocer ese punto de no retorno que algunas parejas fingen no ver, pero que en realidad saben que está ahí, dentro de ellas. Hay un instante, un momento preciso, una fracción de segundo, en que algo se rompe. Se hace añicos. Cuando sucede algo irreparable. En el fondo, las parejas lo ven, lo reconocen; quizá ya lo hayan visto antes en otras situaciones dolorosas de sus vidas, y también saben que si decidieran quedarse, las consecuencias serían una avalancha imparable de escombros y sufrimiento.
Por esta razón, es fundamental buscar ayuda de terapeutas de pareja antes de que sea demasiado tarde.
Las secuelasEnamorarse primero y luego amar requiere de una buena relación con uno mismo para vivirlo con serenidad y plenitud.
Quienes han sufrido abandono tienen dificultades para amar, para dejarse amar y para amar a otro sin temores ni traumas recurrentes. Tras una decepción romántica, muchas personas recurren al retraimiento emocional defensivo.
A menudo reprimen, niegan sus verdaderas necesidades y se esconden tras el "no", el "no puedo" y el "ya no tengo tiempo para el amor". En realidad, el dolor que experimentaron en el pasado permanece intacto en esa despensa llamada inconsciente, y no se procesa ni se desactiva. Sigue operando en las sombras, influyendo en pensamientos, comportamientos y escapes.
Miedos que se convierten en esposasQuienes han sufrido mucho por amor temen que cada nueva relación reproduzca la herida original y siga el ritmo lento del pasado, debido a una especie de mecanismo de repetición (en psicoanálisis, esto se denomina compulsión a la repetición). Sin apoyo ni tratamiento profesional, quienes tienen relaciones amorosas disfuncionales y dolorosas se ven atrapados en dinámicas que los devuelven cíclicamente al trauma emocional original. En estos casos, la posible nueva pareja, generalmente inconsciente de estas dinámicas, no es percibida por quien es, sino que carga con el dolor del pasado. El amor perdido se idealiza y se proyecta sobre el nuevo objeto de amor.
Este mecanismo acrobático del inconsciente dificulta la experiencia de una nueva relación, saboteando su nacimiento y desarrollo. Volver a amar, y amar bien, es posible, pero hay que saber cómo. El camino para volver a amar es un viaje de paciencia y cuidado, de hematólogos expertos y de profunda sanación. Volver a enamorarse no se trata de olvidar, sino de transformar el daño sufrido en un regalo: dar un nuevo significado al dolor vivido.
Valeria Randone es psicóloga y sexóloga, disponible en Catania, Milán y online. www.valeriarandone.it
La Repubblica