Los datos sobre el sarampión y la tos ferina en Europa nos recuerdan los daños causados por el movimiento No Vax.


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Editoriales
En 2024, se registraron más de 125.000 casos de sarampión y casi 300.000 casos de tos ferina en Europa. Esto representa un fuerte aumento con respecto al año anterior, lo que indica que se ha superado el umbral de seguridad.
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La reciente advertencia de la OMS y UNICEF sobre la disminución de la cobertura de vacunación en la región europea —que abarca 53 países de Europa y Asia Central— exige una reflexión urgente. Tras la pandemia de COVID-19, la recuperación de los programas de vacunación ha sido incompleta: en 2024, la cobertura contra enfermedades prevenibles como el sarampión, la tos ferina y la polio se encuentra muy por debajo de los niveles prepandémicos. Esta preocupante tendencia corre el riesgo de convertirse en una auténtica emergencia silenciosa , cuyos efectos se sentirán especialmente entre los más jóvenes, en particular entre quienes son frágiles, están inmunodeprimidos o padecen enfermedades crónicas.
Las cifras hablan por sí solas y no dan pie a interpretaciones optimistas: en 2024, se registraron en Europa más de 125.000 casos de sarampión y casi 300.000 casos de tos ferina. Esto representa un fuerte aumento en comparación con el año anterior, una señal de que se ha superado el umbral de seguridad. Sin embargo, estos datos no parecen conmover a la opinión pública ni a los responsables políticos. El sarampión no es una enfermedad exantemática infantil trivial: puede causar complicaciones como encefalitis, daño neurológico permanente y, en los casos más graves, incluso la muerte. La tos ferina, a menudo subestimada, puede ser letal en los recién nacidos, los individuos más expuestos y menos protegidos.
La causa de este descenso es doble: por un lado, la disminución progresiva de la cobertura de vacunación, especialmente en los contextos sociales más vulnerables; por otro, la difusión de desinformación y la disminución de la percepción del riesgo, que han socavado la confianza en las vacunas. Para revertir esta tendencia, es necesario revitalizar la cultura de la vacunación y promover una comunicación pública clara, científicamente sólida y fidedigna. Pero también se necesita una nueva alianza con las familias, las escuelas y los pediatras. Invertir en vacunas significa proteger el presente y construir un futuro más seguro para todos. Retroceder sería un paso en falso que los niños más vulnerables —y con ellos, la sociedad en su conjunto— no pueden permitirse.
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