Gerontoguerra

Las guerras las deciden y empiezan los viejos, pero en ellas mueren los jóvenes. O, si me permiten ser un poco más demagogo, tolérenme recurrir a una cita que ha circulado bastante en los últimos años: La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen ni se odian se matan entre sí, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan.
La contundente frase se atribuye a Erich Hartmann, que fue un piloto de cazas alemán durante la Segunda Guerra Mundial y que es tenido por el mayor as de la aviación en la historia del combate aéreo. Se le considera el responsable de derribar 352 aviones aliados, la inmensa mayoría de ellos soviéticos. El Diablo Negro, que es como lo apodaron los pilotos rusos, Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro con Hojas de Roble, Espadas y Diamantes, nunca fue derribado y retomó su carrera militar en la Luftwaffe de la posguerra, tras pasarse diez años prisionero en la Unión Soviética.
Nunca fue un pacifista, pero sí un desengañado de las guerras. Y desde luego que había sido testigo, aunque fuese desde las alturas, de los horrores del frente oriental.
Vayamos por orden cronológico: Vladímir Putin y Xi Jinping comparten edad y generación; ambos tienen 72 años. Beniamin Netanyahu cuenta 75. Donald Trump 79. Y Ali Jamenei ya ha cumplido 86 años de vida terrenal. Podríamos seguir, pero creo que resulta evidente que estamos ante un grupo de gente anciana que, sin embargo, decide sobre la vida o la muerte de millones.
¿No les asusta que un ramillete de la tercera edad esté jugando con cohetes y bombas nucleares?En la Primera Guerra Mundial ya fue exactamente así. Millones de jóvenes inflamados de ardor nacionalista entregaron su vida por la patria y sus viejos líderes en la Gran Guerra, que debía acabar con todas las guerras y que fue una confrontación espantosa y estéril.
No estamos hoy mejor, en esta gerontoguerra, donde ni siquiera vemos, como sí pasó en Vietnam, qué está sucediendo sobre el terreno.
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Y sí, ya sé que una persona de setenta y tantos años, incluso de ochenta y muchos o noventa y pico, puede seguir deseando vivir y estar bien de cuerpo y mente. No siempre sucede, pero se dan casos. Pero, la verdad, ¿no les asusta a ustedes que este ramillete de la tercera edad esté jugando con cohetes y bombas nucleares?
Yo ya no soy joven, pero siento un espanto antiguo y renovado.
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