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Túnez intenta salvar al sloughi, un perro milenario del que solo quedan 200 ejemplares

Túnez intenta salvar al sloughi, un perro milenario del que solo quedan 200 ejemplares

El sloughi es uno de los lebreles más antiguos del mundo. Rápido, esbelto, reservado y silencioso, su historia se remonta al menos a la antigüedad clásica, cuando ya figuraba en mosaicos romanos y estelas funerarias del norte de África. Durante siglos ha sido el compañero inseparable de los pueblos nómadas del Magreb, un aliado en la caza y la vigilancia del ganado, pero también un miembro más del grupo familiar, tratado con un respeto inusual para tratarse de un perro funcional.

A pesar de ese linaje tan prolongado, o precisamente por la fragilidad que implica tanto tiempo de selección funcional, el sloughi se enfrenta hoy a un futuro incierto. Según denuncia el Centrale Canine Tunisienne (CCT), quedan menos de 200 ejemplares de raza pura en el país a causa de razones como el cruce indiscriminado con otros lebreles importados, la desaparición de los modos de vida nómadas y el avance de la urbanización, que están mermando a pasos agigantados una población que ya era escasa y dispersa. Y con ella, también desaparece una parte viva del patrimonio inmaterial tunecino.

Un legado milenario que se diluye

Nombrado a menudo como el galgo árabe por su aspecto y velocidad, el sloughi es una raza originaria del norte de África, con raíces especialmente profundas en Túnez, Argelia y Marruecos. Se ha mantenido sorprendentemente estable a lo largo de los siglos gracias a su aislamiento geográfico y al criterio selectivo de los pueblos del desierto, que priorizaban la funcionalidad sobre la estética, seleccionando solo a los mejores cazadores, a los más resistentes y con el carácter estable, como dignos de reproducirse.

La imagen de estos perros acompañando a los nómadas en sus desplazamientos por el Sáhara es parte del imaginario colectivo del Magreb. A diferencia de otras razas caninas, muchas veces relegadas a los márgenes sociales por las restricciones religiosas, el sloughi ha disfrutado tradicionalmente de un estatus privilegiado. En Túnez, hasta hace poco era habitual ver a estos lebreles compartiendo el interior de las haimas, comiendo junto a sus cuidadores e incluso figurando en herencias.

No obstante, ese vínculo ancestral empieza a desgastarse. La pérdida del nomadismo, el declive de la caza tradicional y la creciente importación de perros rápidos para carreras, como galgos europeos o salukis procedentes de Asia, ha fomentado cruces no controlados que están diluyendo las líneas puras del sloughi local. Muchos criadores, con ánimo deportivo y especialmente económico, han favorecido estos híbridos sin reparar en el valor genético y cultural que estaban perdiendo por el camino.

Criadores contra el olvido

Veterinarias como Olfa Abid, que vive con tres sloughis en la costa de Ras Angela, al norte de Túnez, llevan años luchando por revertir esta tendencia. Sus perros, Nemcha, Zina y Zouina, no solo corren por las playas como lo hicieron sus ancestros por el desierto, sino que también protagonizan una campaña en redes sociales para visibilizar la raza y su declive. “El sloughi forma parte de nuestra historia y de nuestro patrimonio. Debemos protegerlo”, explica Olfa Abid, que se ha trasladado a una casa en el campo para poder ofrecerles el ejercicio y el entorno que necesitan.

Desde el Centro Canino Tunecino, su director, Noureddine Ben Chehida, está intentando lograr que el sloughi tunecino sea reconocido como variedad nacional dentro de los estándares de la Federación Cinológica Internacional (FCI). Aunque ya existe una raza registrada con el nombre de sloughi, que incluye ejemplares procedentes también de Marruecos o Argelia, los defensores de la línea tunecina argumentan que esta presenta características propias que merecen un reconocimiento específico.

Ese estatus ayudaría a controlar mejor su crianza, establecer un registro oficial, fomentar la selección responsable y, sobre todo, reforzar su prestigio local. “Hemos heredado este perro de nuestros antepasados”, recuerda el criador Nabil Marzougui desde la ciudad de Douz, en el borde del Sáhara, a la agencia de noticias Agence France-Presse (AFP). “Es parte de nuestra identidad, como un yacimiento arqueológico o una obra de arte”.

Una forma de vida en extinción

Más allá de su valor simbólico o funcional, el sloughi representa un modo de vida que está desapareciendo. Son perros con un carácter independiente, una sensibilidad extrema y que exigen un nivel diario de ejercicio que los hace incompatibles con el ritmo de la vida urbana actual. Incluso en países donde se han revalorizado los lebreles como perros de compañía, el sloughi sigue siendo un perro muy exigente, reservado y huraño con desconocidos. No es un perro para cualquiera.

Esa exigencia ha contribuido, en parte, a su marginación como raza de moda, pero al mismo tiempo, lo convierte en una pieza única de la biodiversidad cultural y cinológica del Magreb.

20minutos

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