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Hasta que la muerte los separe

Hasta que la muerte los separe

Suele pasar en el caso de parejas de artistas que uno termine devorando al otro, y que por devoción, rivalidad, celos, envidia, resentimiento o rabia, lo que había empezado como una idílica y alegre relación creativa, de atracción y apoyo mutuo, acabe despeñándose en discretos actos de crueldad. Hay excepciones, claro. La pintora Sheila Girling y el escultor Anthony Caro estuvieron casados durante 63 años. Pero al final de su vida ella confesó: “Tuve que entregarle toda mi creatividad a Tony... Pensé que uno de nosotros tenía que llegar allí, así que mejor que fuera Tony”. Algo parecido le sucedió a Lee Krasner, intelectualmente mucho más avanzada que Jackson Pollock cuando se conocieron, pero lo consideraba un genio natural y, como buena esposa, priorizó la carrera de él sobre la suya. Susan Sontag trabajó incansablemente en el libro de su marido Philip Rieff, Freud: la mente de un moralista (su biógrafo Benjamin Moser sostiene que la mayor parte lo escribió ella); décadas más tarde sería la fotógrafa Annie Leibovitz, la amante que la acompañó hasta su muerte, quien lamentó: “Me sentí como una persona que está cuidando un gran monumento”.

Eva & Adele posan en Art Basel Miami Beach, en 2012

Aaron Davidson/Getty Images

No hace falta ser artista y estar casado con otro artista para saber que bailar en pareja es un desafío al alcance de muy pocos: has de dejar espacio para que el otro pueda mover los pies, acompasar el paso con el suyo, poner en marcha las neuronas espejo y renunciar a tu individuación para pensar en comunidad y que lo que hasta hace un momento eran dos cuerpos se muevan como uno solo. Es difícil pelear mientras se baila e imposible bailar enfadado. Así las imagino, deslizándose durante horas y horas por la pista, a esas asociaciones de artistas que no solo han entrelazado sus vidas sino también la creación de sus obras. Y que como parte del romance ellos mismos se han convertido en obras de arte. Pienso en Gilbert & George, octogenarios y aún provocadores, paseando día y noche por las calles de Londres con sus impecables trajes de domingo, ofreciéndose al mundo como esculturas vivientes y dejando su visión del mundo en sus Pictures , monumentales fotografías de sí mismos con las que componen retratos impactantes, cómicos y trágicos de nuestra época. Hoy tienen un museo propio (y gratuito en Londres), están considerados poco menos que un tesoro nacional en Inglaterra y han creado escuela.

Suele pasar en las parejas de artistas que acaben despeñándose en discretos actos de crueldad

A esa misma estirpe de un solo artista formado por dos personas pertenecen Eva & Adele, dúo alemán que han unido el arte, la vida y el amor de una manera asombrosamente desconcertante. Afirman haber llegado del futuro en una máquina del tiempo, son legalmente mujeres (esperaron a casarse hasta que Eva logró que le reconocieran su cambio de sexo) y se presentan allí donde hay una inauguración relevante, de la Bienal de Venecia o Documenta a la feria Arco, con sus fálicas cabezas rapadas, maquilladas como loros y vestidas, idénticas, de manera estrafalaria para nosotros. Eva acaba de morir (“regresó al futuro”), pero seguirá formando parte de una obra de arte ambulante con la que Adele despertará su recuerdo.

lavanguardia

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