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Por qué los más poderosos de Silicon Valley están tan obsesionados con los hobbits

Por qué los más poderosos de Silicon Valley están tan obsesionados con los hobbits

Para generaciones de aficionados, la fantasía épica de J.R.R. Tolkien El Señor de los Anillos sigue siendo su primera experiencia de la magia envolvente de la ficción. La trilogía narra cómo un variopinto grupo de amigos emprende un viaje para destruir el gran Anillo de Poder y derrotar al oscuro Señor Sauron, que pretende utilizar su espantosa magia para gobernar toda la Tierra Media mediante "la fuerza y el miedo". El Anillo corrompe a todos los que lo usan, y su historia perdura como una potente alegoría sobre los efectos corruptores de la codicia y el orgullo y lo que Tolkien llamó el malvado "ansia de dominación".

El Señor de los anillos: La guerra de los Rohirrim. Foto: WBEl Señor de los anillos: La guerra de los Rohirrim. Foto: WB

Dadas las connotaciones idealistas de la trilogía, es fácil entender por qué los libros se convirtieron en un culto en la década de 1970 entre los hippies y los manifestantes contra la guerra de Vietnam, que abrazaron su amor por la naturaleza y su rechazo de la cultura consumista, y lo que consideraban su apasionada denuncia del militarismo y la política del poder. Resulta más difícil entender por qué los fans más destacados de la trilogía son hoy los señores de la tecnología de Silicon Valley, como Elon Musk y Peter Thiel, y un grupo creciente de políticos de extrema derecha tanto en Europa como en Estados Unidos.

¿Cómo una trilogía de novelas sobre magos, elfos y hobbits peludos se ha convertido en la piedra de toque de los poderosos de la derecha? ¿Cómo es posible que libros que evocan la nostalgia de un pasado pastoral y preindustrial ganen adeptos entre las personas que están dando forma a nuestro futuro digital? ¿Por qué tantos de los fans de El Señor de los Anillos y otros clásicos de la fantasía y la ciencia ficción insisten en convertir estos cuentos con moraleja en mapas de ruta para dominar el universo?

Algunas de las respuestas residen en la enorme popularidad de la trilogía, que ha vendido más de 150 millones de ejemplares en todo el mundo y ha calado en la imaginación del público, a medida que la ficción de género ha pasado de los márgenes a la corriente dominante.

Los agentes de la derecha se dieron cuenta de que las referencias a obras como El Señor de los Anillos, La Guerra de las Galaxias y los juegos de rol (muchos de los cuales tienen una gran deuda con Tolkien) podían servir a sus propios fines políticos. A Steve Bannon le fascinaban los jugadores de World of Warcraft –"hombres blancos desarraigados" con, según él, "poder monstruoso"– y trató de canalizar sus pasiones hacia el sitio de derechas Breitbart News y, más tarde, hacia la campaña de Donald Trump en 2016.

En España, el partido de extrema derecha Vox intentó apropiarse de la imaginería de El Señor de los Anillos, publicando una imagen del guerrero Aragorn enfrentándose a un grupo de enemigos representados como grupos de izquierda, feministas y L.G.B.T.Q..

La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, es famosa por su afición a Tolkien. Jason Horowitz, corresponsal del Times, ha relatado cómo cuando era adolescente, en la década de 1990, asistió a un Campamento Hobbit organizado por miembros de la derecha postfascista del país, que habían adoptado la serie fantástica como una forma de convertir su propia marginación política en una ventaja: al identificarse con los hobbits, esperaban anular los recuerdos de Mussolini y presentarse a sí mismos como desvalidos. La joven Meloni se disfrazaba de hobbit y asistía a cantos con la banda folclórica extremista Compagnia dell'Anello, o Comunidad del Anillo.

Para algunos políticos de derechas de hoy, El Señor de los Anillos encarna la nostalgia de una época pasada, evocando un pasado vagamente medieval en el que existen claras jerarquías de autoridad y clase, y razas claramente delimitadas (elfos, enanos, hobbits y orcos) con apariencias y talentos distintivos.

El señor de los anillos. Archivo Clarín.El señor de los anillos. Archivo Clarín.

Otros sostienen que El Señor de los Anillos encarna los principios del tradicionalismo, una doctrina filosófica antaño arcana que recientemente ha ganado influyentes adeptos en todo el mundo, entre ellos Aleksandr Dugin, filósofo ruso y asesor del presidente Vladimir V. Putin, y Bannon. Según el erudito Benjamin Teitelbaum, el tradicionalismo postula que actualmente vivimos en una era oscura provocada por la modernidad y la globalización; si se derriba el corrupto statu quo actual, podríamos volver a una era dorada de orden, del mismo modo que la trilogía de Tolkien termina con el legítimo rey de Arnor y Gondor asumiendo el trono y dando paso a una nueva era de paz y prosperidad.

Un gusto similar por el poder real se ha apoderado de Silicon Valley. En un artículo publicado el año pasado en The Times, Kim Scott, antigua ejecutiva de Apple y Google, señalaba que "en algunos rincones de la tecnología existe una creciente atracción por el poder unipersonal". Este estilo de gestión conocido como "modo fundador", explicaba, "adopta la noción de que el fundador de una empresa debe tomar decisiones unilateralmente en lugar de asociarse con sus subordinados directos o empleados de primera línea".

El nuevo estado de ánimo de certidumbre autocrática en Silicon Valley se resume en un manifiesto de 2023 escrito por el capitalista de riesgo Marc Andreessen, que se describe a sí mismo y a sus compañeros de viaje como "Emprendiendo el Viaje del Héroe, rebelándose contra el statu quo, cartografiando territorios inexplorados, conquistando dragones y trayendo a casa el botín para nuestra comunidad".

Andreessen, junto con Musk y Thiel, ayudó a reunir apoyo para Trump en Silicon Valley, y describe al empresario tecnológico como un conquistador que logra "cosas virtuosas" a través de la agresión descarada, y villaniza cualquier cosa que pueda frenar el crecimiento y la innovación – como la regulación gubernamental y conceptos desmoralizadores como la "ética tecnológica" y la "gestión de riesgos."

El señor de los anillos. Archivo Clarín.El señor de los anillos. Archivo Clarín.

"Creemos en la naturaleza, pero también creemos en la superación de la naturaleza", escribe Andreesen. "No somos primitivos que se acobardan ante el rayo. Somos el depredador supremo; el rayo trabaja para nosotros".

Primera red social

El amor de Silicon Valley por Tolkien –y por la fantasía y la ciencia ficción en general– se remonta a sus primeros días, cuando las salas del Laboratorio de Inteligencia Artificial de Stanford llevaban nombres de lugares de la Tierra Media, y un popular hilo llamado "SF–Lovers" se convirtió de hecho en la primera red social en línea en los años setenta.

En aquella época, la incipiente comunidad informática formaba parte de la contracultura de la Bay Area, y los hackers se veían a sí mismos como rebeldes que se enfrentaban al establishment representado por grandes corporaciones como IBM. Como muchos hippies de la época, se identificaban con los pequeños hobbits que ayudan a salvar la Tierra Media y con los excéntricos forasteros que pueblan las obras de maestros de la ciencia ficción como Isaac Asimov y Philip K. Dick.

Hoy, por supuesto, Apple, Google, Microsoft, Amazon y Meta son más poderosas que IBM, y las figuras más conocidas de Silicon Valley son empresarios y capitalistas de riesgo que valen miles de millones. El afecto por Tolkien perdura, en parte porque el amor por la fantasía y la ciencia ficción parece arraigado en muchos geeks. Pero los pequeños gestos de homenaje a Tolkien que los tecnológicos hacían hace décadas (como equipar las impresoras de oficina con fuentes élficas) han dado paso a espectáculos extravagantes como la boda de Sean Parker, cofundador de Napster, inspirada en El Señor de los Anillos, que costó, según algunas estimaciones, más de 10 millones de dólares y contó con trajes inspirados en la Tierra Media para varios cientos de invitados.

El señor de los anillos. Archivo Clarín.El señor de los anillos. Archivo Clarín.

El fundador de Amazon, Jeff Bezos, fan de Tolkien de toda la vida, supervisó la compra de los derechos de la historia de El Señor de los Anillos por 250 millones de dólares. Varias temporadas de su serie en streaming "Los Anillos del Poder", informa Vanity Fair, costarán probablemente más de 1.000 millones de dólares, lo que la convertirá en la serie más cara jamás realizada.

Thiel, multimillonario capitalista de riesgo y megadonante de causas de derechas, dice haber leído la trilogía al menos 10 veces. Ha bautizado varias empresas con nombres de objetos mágicos de El Señor de los Anillos. El vicepresidente JD Vance, cuyas carreras en los negocios y la política se nutrieron de Thiel, siguió sus pasos. Vance ha dicho que gran parte de su "visión conservadora del mundo se vio influida por Tolkien durante su infancia", y bautizó su empresa de capital riesgo Narya Capital con el nombre del anillo mágico de fuego de Gandalf.

Las historias clásicas de fantasía y ciencia ficción han influido en la forma en que muchos aficionados piensan sobre el mundo, dándoles un vocabulario maniqueo del bien contra el mal y una propensión a afirmar que el futuro de la civilización está constantemente en juego. Las historias también actuaron como una exhortación a pensar a lo grande y a perseguir sueños enormes e improbables.

Del mismo modo que la ciencia ficción anticipó muchos de los inventos que hoy damos por sentados (teléfonos móviles, videoconferencias o controles biométricos), muchos ingenieros e inventores aspiran hoy a crear tecnologías transformadoras que algún día permitan a los humanos fusionarse con la inteligencia de las máquinas o vivir en el espacio exterior. Por un lado, la posibilidad de innovaciones revolucionarias y perturbadoras. Por otro, todos los peligros de la arrogancia y la imprudencia de los que nos advirtió la ciencia ficción, desde Frankenstein a Metrópolis y 2001: Odisea del espacio.

Cuando era niño, Musk leyó la serie Fundación de Asimov, libros que inspiraron su sueño de construir una colonia en Marte y le impulsaron, como dijo en un discurso en la Academia de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos, a "trabajar duro para que la ciencia ficción no sea ficción". Las novelas de Asimov presentan a un brillante matemático llamado Hari Seldon, que desarrolla un esquema algorítmico para predecir el futuro, lo que le permite prever el fin del Imperio Galáctico y hacer planes para preservar la civilización humana construyendo una nueva sociedad en otro planeta. La serie Fundación de Asimov y la trilogía de Tolkien ("mi libro favorito de todos los tiempos", ha dicho Musk) contribuyeron a forjar su grandioso sentido de la misión, ya que los héroes de esos libros, según declaró a The New Yorker en 2009, "sentían el deber de salvar el mundo".

Al igual que El Señor de los Anillos, las novelas de la Fundación trazan un arco narrativo que ha resonado entre los políticos de derechas empeñados en rehacer el mundo. Se trata de una historia en la que un héroe o un grupo de héroes afrontan el reto de una civilización en crisis. Libran una guerra contra una clase dirigente peligrosa o moribunda y aspiran a construir un mundo nuevo a partir de las cenizas del viejo. Robert A. Heinlein utiliza una dinámica argumental similar en La luna es una dura señora, que describe una colonia de colonos amantes de la libertad en la Luna y su exitosa revuelta contra el gobierno opresivo de los burócratas del planeta Tierra.

Mazo de tarot El Señor de los Anillos por artista rusa (Crédito: gentileza Olga Levine)Mazo de tarot El Señor de los Anillos por artista rusa (Crédito: gentileza Olga Levine)

Sospecha de los "adoradores de las máquinas"

Los clásicos literarios, por supuesto, admiten múltiples interpretaciones, y vivimos en una época en la que cada vez se da más prioridad a los puntos de vista de los lectores que a las intenciones del autor. Al mismo tiempo, es sorprendente la cantidad de interpretaciones contemporáneas de obras clásicas de fantasía y ciencia ficción que van en contra del sentido común y de las visiones del mundo de los autores.

Pensemos en la decisión de Mark Zuckerberg de renombrar Facebook como "Meta", una referencia al llamado metaverso, término acuñado por Neal Stephenson en su novela de 1992 Snow Crash, que describe un alarmante futuro distópico en el que el poder corporativo ha sustituido a las instituciones gubernamentales y un peligroso virus anda suelto.

O Stargate, el nombre de la nueva iniciativa de inteligencia artificial de OpenAI con SoftBank y Oracle, anunciada junto con la administración Trump. Su nombre, curiosamente, es el título de una película de ciencia ficción de 1994 en la que un dispositivo Stargate abre un portal a un planeta lejano, donde un alienígena despótico jura destruir la Tierra con una bomba atómica sobrealimentada. No es exactamente el tipo de portal mágico que la mayoría de la gente querría abrir.

Serie El señor de los anillos. Jed BrophySerie El señor de los anillos. Jed Brophy

El propio Tolkien miraba a los "adoradores de las máquinas" con recelo, incluso con aversión. Sus experiencias como soldado que sobrevivió a la espantosa batalla del Somme en la Primera Guerra Mundial le dejaron un horror duradero a la guerra mecanizada; al volver a casa, también le consternaron las fábricas y las carreteras que estaban transformando el paisaje de Inglaterra. De ahí que Mordor se represente como un páramo infernal e industrial, asolado por la guerra y la destrucción medioambiental, en contraste con la verde y edénica Comarca que los hobbits llaman hogar.

Sobre las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945, Tolkien escribió que la física nuclear –o, para el caso, cualquier innovación tecnológica– no necesita ser utilizada para la guerra. "No es necesario utilizarlas en absoluto. Si hay alguna referencia contemporánea en mi historia es a lo que me parece la suposición más extendida de nuestro tiempo: que si una cosa puede hacerse, debe hacerse. Esto me parece totalmente falso".

Teniendo en cuenta estas opiniones, Tolkien se habría sentido confundido por la afición de Silicon Valley a bautizar empresas tecnológicas con nombres de objetos de El Señor de los Anillos, en particular empresas vinculadas al Pentágono y a la seguridad nacional. Y sin embargo, dos empresas respaldadas por Thiel con nombres inspirados en Tolkien se están convirtiendo en piedras angulares del complejo militar–industrial actual: la empresa de análisis de datos Palantir toma su nombre de las mágicas "piedras de ver" de El Señor de los Anillos, mientras que la start–up militar de inteligencia artificial Anduril hace referencia a la espada reforjada de Aragorn.

La creciente aceptación en Silicon Valley del "transhumanismo", que incluye la investigación sobre la prolongación de la vida, la mejora de las máquinas e incluso la búsqueda de una solución a la muerte, subraya una de las cuestiones centrales que animan la fantasía y la ciencia ficción: ¿Qué significa ser humano? Esta pregunta impulsa las historias ambientadas en el espacio exterior (desde Star Trek a La guerra de las galaxias, pasando por Doctor Who) y las ambientadas en un pasado mítico.

En el caso de El Señor de los Anillos, Tolkien sostenía que la mortalidad forma parte de "la naturaleza dada de los Hombres", y los Elfos la llamaban "el Regalo de Dios (a los Hombres)", que les permitía "liberarse del cansancio del Tiempo". Sauron, señaló, utilizó el miedo a la muerte para atraer a los humanos al lado oscuro con falsas promesas de inmortalidad, lo que los convirtió en sus siervos.

Muchos destacados lectores de El Señor de los Anillos ya no se identifican con los hobbits de la Tierra Media, sino que ansían más poderes mágicos (del mismo tipo que el peligroso Anillo promete otorgar a un precio terrible).

En una entrevista de 2023 con The Atlantic, Thiel remontó su fascinación por la inmortalidad a los elfos de El Señor de los Anillos, llamándolos "humanos que no mueren". Haciéndose eco del entrevistador, preguntó: "¿Por qué no podemos ser elfos?".

El ideólogo neorreaccionario Curtis Yarvin, que piensa que la democracia estadounidense debería ser sustituida por una monarquía o un "jefe ejecutivo", se refiere despectivamente al tipo de votantes de a pie que ayudaron a elegir a Trump como hobbits que sólo "quieren asar a la parrilla y criar niños."

Fotograma cedida por Amazon Studios donde aparecen (i-d) Benjamin Walker como el Gran rey Gil-galad; Morfydd Clark como Galadriel, y Robert Aramayo como Elrond, durante una escena de la serie "The Lord of the Rings: The Rings of Power". EFE/ Ben Rothstein Amazon Studios Fotograma cedida por Amazon Studios donde aparecen (i-d) Benjamin Walker como el Gran rey Gil-galad; Morfydd Clark como Galadriel, y Robert Aramayo como Elrond, durante una escena de la serie "The Lord of the Rings: The Rings of Power". EFE/ Ben Rothstein Amazon Studios

Tolkien, por el contrario, se describió a sí mismo con orgullo como "un hobbit (en todo menos en el tamaño). Me gustan los jardines, los árboles y las tierras de labranza sin mecanizar; fumo en pipa y me gusta la buena comida sencilla (no refrigerada), pero detesto la cocina francesa". El Señor de los Anillos no sólo está narrado desde el punto de vista de los hobbits, sino que es el jardinero de Frodo, el humilde Sam Gamgee –y no el noble rey Aragorn o el gran mago Gandalf–, quien emerge como el verdadero héroe de la epopeya.

Sam desempeña un papel crucial en el cumplimiento de la misión de destruir el Anillo, y su historia es la que cierra la trilogía. Tras la guerra del Anillo, Sam regresa a su hogar en la Comarca, donde es elegido alcalde, se casa con su novia, Rosie, y cría a trece hijos.

La serie de "El señor de los anillos" irá por Amazon.La serie de "El señor de los anillos" irá por Amazon.

Sam, escribió Tolkien en una carta de 1956, se inspiró en los valientes soldados ingleses con los que había servido durante la Primera Guerra Mundial, y otras cartas sugieren que veía las heroicidades de Sam y Frodo como un testimonio de su creencia de que las manos pequeñas "mueven las ruedas del mundo" porque "deben hacerlo, mientras los ojos de los grandes están en otra parte".

Clarin

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