Todos tenemos discapacidades

No es la más fuerte de las especies la que sobrevive. Tampoco es la más inteligente la que sobrevive. Es aquella que se adapta mejor al cambio
Charles Darwin
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Antes de entrevistar a Daniel Caverzaschi (31), me paso un rato contemplando cómo juega a tenis.
Daniel Caverzaschi es zurdo y tiene el tronco superior de un toro y maneja la silla de ruedas a una velocidad endiablada. Golpea de derecha y ruge al pegarle, y la pelota se retuerce, liftada, sobre la red y cae violentamente del otro lado, y antes de que Samu, el sparring, se la devuelva, Caverzaschi ya ha virado como un molinillo, va milésimas de segundo por delante, desplazándose hacia allí donde probablemente irá la pelota.
–¡Así, rápido! ¡Va, que la sesión se acaba, que hay que sufrir! –vocea Àlex Gaspa, su entrenador en la Emilio Sánchez Academy, mientras Caverzaschi llega a lo imposible, maravillado me deja.

Daniel Caverzaschi, durante su entrenamiento en la Emilio Sánchez Academy
Àlex GarciaA Àlex Garcia, el fotógrafo, le fascinan las marcas que la silla delinea sobre la tierra. Son curvas asimétricas, anchas o cerradas, que se sobreponen entre sí, y por eso, cuando el entrenamiento ha terminado, busca esa imagen:
–Ponte en el centro de la pista, sobre las marcas –le dice a Caverzaschi.
Y a todos nos parece una propuesta maravillosa, y ahí queda la imagen.
(...)
Ahora mismo, Daniel Caverzaschi (hoy es séptimo del ranking ITF en individuales y tercero en dobles) está en Roma, disputando el Masters 1.000 de tenis adaptado, y la semana que viene jugará en el Real Club de Polo, escenario del TRAM Barcelona Open, pero antes de enfrascarse en esos proyectos, buscamos un espacio aquietado y, al sol de la primavera, conversamos:
–Todos tenemos discapacidades, ¿es usted consciente de ello? –me dice.
–Pues mire –le confieso–: yo soy sordo del oído derecho. Nací con esa condición. Apenas me afecta en el día a día y apenas la tengo en cuenta. Le diré que soy feliz con mi vida, pero la disfunción ahí está.
Gracias a mis padres, aprendí a reírme de mí mismo: me hacía autofotos de mi único pie y las colgaba en las redes” Daniel CaverzaschiTenista
Daniel Caverzaschi me contempla ojiplático: mi discapacidad no es la suya, pero es la demostración de que todos, de alguna manera, tenemos nuestras cosas.
(Daniel Caverzaschi vino al mundo con un abanico de malformaciones en las piernas. Era un bebé cuando tuvieron que amputarle la derecha).
–¿Ve a qué me refiero? –me dice–. Hace unos años, mi amigo Felipe Quintela y yo montamos VLP (Vale La Pierna). Es una agencia de marketing, eventos y representación de deportistas discapacitados, y luego vino el podcast, Conversaciones que valen la pierna. Allí, tratamos las discapacidades. ¿Y sabe una cosa?
–Dígame.
–Invité a Irene Villa. Con ella no hablamos de discapacidades, sino de su tendencia al perfeccionismo o a la autoexigencia. Pero todos los invitados reconocen sus discapacidades. Los deportistas no discapacitados, por ejemplo, se declaran impacientes. El 15% de la sociedad tiene una discapacidad reconocida: somos muchísimos. Y sin embargo, sigue habiendo prejuicios. Seguimos diciendo: ‘pobrecito ciego’. Y no es así: la mente se adapta a todo.
–¿Y cómo se adapta usted?
–Con mucho humor, incluso humor negro. Es una herramienta que me regalaron mi madre (Asun) y mi padre (Jorge), que murió a mis veinte años.
–¿Humor?
–Gracias a ellos, aprendí a reírme de mí mismo. ¿Se acuerda de aquella época en la que todo el mundo se hacía fotos de los pies y las colgaba en las redes?
–La recuerdo...
–Yo también me hacía autofotos, y en ellas mostraba mi único pie... Con trece años, un chaval del colegio me decía: ‘puto cojo’. Se lo conté a mi padre. En vez de recurrir a la dirección, me dijo: ‘Encárgate tú’. El chaval y yo tuvimos nuestro intercambio. Quizá no era la mejor solución, pero funcionó. Nadie volvió a meterse conmigo.
Lee también–¿Y el tenis?
–Primero esquié y jugué a baloncesto y a golf y fui futbolista. Jugaba con los otros niños, sobre mi prótesis. Era el portero. Al final ganó el tenis: lo profundicé en la universidad de Warwick (Coventry), donde me licencié en Económicas, y me profesionalicé en el 2016, cuando Emilio Sánchez Vicario y Kiko Martí me dieron su mecenazgo.
(En París 2024 alcanzaba el bronce paralímpico en dobles junto a Martín de la Puente. Hoy le apadrinan Arrow, Honda, Solunion y Babolat: vayan a verle al Polo).
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