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El día que el PSOE perdió la virginidad y algo más

El día que el PSOE perdió la virginidad y algo más

Esta sí que es la crisis. Mucho más que lo de Ábalos. Mucho más que lo de Leire. Mucho más que las acusaciones de la oposición política. Mucho más que las sospechas que, en muchos casos, son auténticos productos de las fábricas de bulos. Lo que ocurrió en la tensa jornada de ayer fue la pérdida de la virginidad del Partido Socialista nada menos que en el asunto que justificó la moción de censura que le llevó al poder: la corrupción, que llegó al máximo nivel, atrapó el hombre de confianza de Pedro Sánchez en el partido y deja inutilizado para el futuro al negociador con Puigdemont y coautor de la ley de Amnistía, entre otros servicios a la causa sanchista. No es de extrañar que el presidente del Gobierno, en la rueda de prensa de la tarde de ayer se haya esforzado en mostrar una cara tan apenada que parecía que iban a saltársele las lágrimas. Fue una comparecencia incluso más compungida que el día que anunció los cinco días de reflexión para decidir si continuaba en la presidencia del Gobierno. Por contaminar tristeza, contaminaba incluso los buenos datos de la economía, que ni siquiera se atrevió a detallar.

El caso es que el informe de la OCU contiene datos concretos y fechas concretas y cantidades de dinero concretas. Su defensa ante el tribunal que le juzgará será muy difícil. Y el daño al Partido Socialista y a su gobierno es inconmensurable. Como digo, se acabó su inocencia. Que todo lo que sale en ese informe se haya descubierto por las investigaciones del caso Koldo-Ábalos, indica además que hay puntos de conexión que nadie, ni siquiera Pedro Sánchez según confesión propia, sospechaba, a pesar de que el nombre de Santos Cerdán llevaba tiempo en los papeles y no creo que haya sido por inspiración del Espíritu Santo. Empieza a tener sentido la acusación del señor Núñez Feijoo de que estamos ante unos comportamientos económicos que sugieren la existencia de una trama que los juristas y los jueces no llamarán “mafia”, pero probablemente la llamen “organización criminal”.

Sánchez queda inhabilitado para acusar a Rajoy y a Díaz Ayuso

A efectos de opinión pública, el golpe para Sánchez es muy fuerte. Es medianamente creíble que se enteró del escándalo ayer por la mañana, pero ese detalle nos obliga a recordar cuando Felipe González declaró que se había enterado de Filesa (financiación ilegal del PSOE) “por la prensa”. Aquella débil autodefensa fue el minuto en que el entonces presidente empezó a perder su credibilidad. Este cronista todavía no se la niega al señor Sánchez, pero posiblemente tendrá que asumir una responsabilidad “in vigilando”, como él mismo y su partido se la exigieron a los dirigentes del PP en el Gobierno. Como un periodista preguntó en la rueda de prensa, es algo extraño –muy extraño para otros—que Cerdán haya engañado a su jefe directo durante tantos años sin que ese jefe, con lo perspicaz que es, haya percibido ni el más mínimo asomo de un comportamiento, una palabra, un gesto, un interés económico o empresarial que no le hiciera sospechar. Debe ocurrir que los pseudomedios son más astutos e intuitivos que los gobiernos con todo su aparato de poder y su espionaje, que al parecer solo practican con sus adversarios.

Pedro Sánchez

OSCAR DEL POZO / AFP

Ayer fue uno de los días más tristes para el Partido Socialista Obrero Español, el más doloroso para el Partido Sanchista, su sucesor, y el más amargo para su jefe, ideólogo y estratega, el señor Sánchez. Si creemos sus gestos de ayer, es posible que por primera vez haya percibido que su capacidad de resistencia es humana, por tanto temporal, y que en política no hay nada definitivo. En 24 horas puedes pasar de la euforia a la sensación de derrota. En unos minutos, el espectador militante o votante puede pasar de la adhesión más entusiasta a la duda más doliente para desembocar en el desapego y la decepción. Este episodio seguramente es la gran lección para quien dijo tantas veces que nadie le podía dar lecciones de ética ni de lucha contra la corrupción.

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Pese a ello, y salvo que haya algo más de lo sabido en el rescate de Air Europa o en las actividades semiempresariales de Begoña Gómez o en cualquier cosa justiciable que pueda salir, porque vamos a una diaria, lo que no hará Pedro Sánchez será llamar a Alberto Núñez Feijóo y decirle: “de acuerdo, Alberto, me rindo y convoco elecciones”. La palabra rendición no está en su diccionario. La palabra que entró ayer es la palabra corrupción. Sánchez queda inhabilitado para acusar a Rajoy y a Díaz Ayuso. Aunque, ahora que lo pienso, si digo esto debe ser… porque no lo conozco muy bien.

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