Objetivo 2027: PSOE y PP avanzan cansados de sí mismos

Cuando no son los detalles sobre las causas judiciales abiertas a su mujer y su hermano, son los watsaps con su exministro y mano derecha en el partido. Pedro Sánchez no gana para disgustos si abre los periódicos cada mañana. Al mismo tiempo, ninguno de esos episodios ha hecho tambalear su presidencia. Tampoco han sembrado por el momento las dudas entre los socios parlamentarios que sostienen al Gobierno como para propiciar su caída. En la Moncloa dan por supuesto que, mes a mes, el ambiente político se irá haciendo más irrespirable, pero que Sánchez se mantendrá hasta el final de la legislatura, salvo que encuentre una coyuntura muy propicia para adelantar las elecciones.
El objetivo es 2027. Para el presidente y para Alberto Núñez Feijóo. Se trata de saber cuánto se puede erosionar la figura de Sánchez hasta entonces. Los populares están convencidos de que los asuntos que afectan a la familia del presidente y, sobre todo, el caso más claro, el referido a José Luis Ábalos, van haciendo mella en su imagen pública. Corrupción es el concepto que el PP machaca con insistencia contra un gobierno que, además, no ha podido aprobar los presupuestos y se ve incapacitado para aprobar muchas leyes por la incompatibilidad ideológica entre algunos de sus aliados.
“Basta ya de tanta corrupción socialista”, clamaba ayer Cuca Gamarra desde su escaño del Congreso de los Diputados. Si durante un tiempo se publicaban sin cesar informes de la Udef,(la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal de la Policía Nacional) contra dirigentes del independentismo, hoy es habitual que aparezcan dossiers sobre actividades políticas presuntamente corruptas que afectan al PSOE firmadas por la UCO (Unidad Central Operativa de la Guardia Civil), antes incluso de que los informes se hayan entregado al juez correspondiente. En la Moncloa cierran filas por completo con los casos que se refieren a Begoña Gómez y al hermano del presidente, pero admiten que el devenir de la causa contra Ábalos es más preocupante.
Todo abunda en la creación de un clima de desconfianza hacia el Gobierno y el virus de la sospecha se extiende con facilidad. En el entorno del presidente, sin embargo, sostienen que algunos asuntos de nula trascendencia jurídica, como los watsaps entre Sánchez y Ábalos contribuyen más a cohesionar a los propios votantes que a suscitar su deserción. Eso siempre que no aflore contenido más comprometedor que el ya conocido. Aunque el presidente pueda capear esos asuntos, necesita que no le fallen ni la gestión ni la economía para mantenerse en pie.
Ante la imposibilidad de aplicar una agenda gubernamental que no provoque diferencias entre sus socios, Sánchez despliega protagonismo político en el ámbito internacional. De ahí que no dude en abanderar una posición europea contra Netanyahu en Gaza, pese a las incongruencias en el discurso a raíz de algunos contratos de Interior con empresas israelíes. Pero ésta es una cuestión que cohesiona al electorado de izquierdas y que sitúa al PP en una posición de tibieza más incómoda. Ocurre lo mismo con los aranceles de Trump, que le sirve al Gobierno para contraponer la defensa de Europa frente a la actual administración norteamericana, y hacerlo de forma más contundente que los populares.
Para estar en condiciones de competir, Sánchez necesita convencer a sus votantes en la gestión y la economíaPara que Sánchez pueda lograr su objetivo de llegar en condiciones de competir con la derecha en las próximas generales necesita no solo que los casos de presunta corrupción no adquieran mayor relevancia, sino que se perciba que no hay desgaste en la gestión gubernamental. Imprevistos como el apagón son momentos en los que se juega esa partida, aunque también en otros frentes, como el funcionamiento de los trenes, por ejemplo. La percepción sobre cómo se afronta el gravísimo problema de la vivienda es otro de los asuntos fundamentales.
Pero el factor decisivo es la economía. Escribía el pasado domingo Enric Juliana que Sánchez tiene todo en contra menos la métrica del PIB. En efecto, los datos económicos son favorables en España y, aunque eso no siempre se refleje en el bolsillo de parte de la población, proporciona un mullido colchón al Gobierno ante los envites de los populares.
El PP desbancó a Felipe González por una mezcla de agotamiento del proyecto socialista, corrupción y un paro implacable, mientras que las políticas sobre derechos civiles como el matrimonio homosexual de la época de Zapatero recibieron una fuerte oposición en forma de manifestaciones, pero el entonces presidente resistió todo eso hasta que le tumbó la gran crisis financiera de 2008. La economía en ambos casos jugó un papel importante y el PP acabó por presentarse como el partido que resuelve los supuestos desastres en ese ámbito provocados por los socialistas. Ahora, sin embargo, Feijóo tiene dificultades para tejer ese discurso, aunque insista en que los datos de paro de España son de los peores de Europa.
El líder del PP le dijo ayer a Sánchez que “el PIB no se come”, aunque sonó como el reconocimiento implícito de que la economía es lo que proporciona oxígeno al Gobierno. El mismo día, José María Aznar recomendaba a Feijóo articular una propuesta ilusionante, una forma de recordarle que concentrarse en desgastar al adversario puede abrirle el camino hacia la Moncloa, pero no será suficiente para construir un proyecto de éxito, un mensaje sobre el que últimamente emite con intensidad Isabel Díaz Ayuso y su entorno.
Tanto el PP como el PSOE dan así muestras de agotamiento de ideas, de aburrirse de sus propias estrategias de polarización, de avanzar cansados de sí mismos a la espera de un agónico sprint final hacia el objetivo del 2027.
lavanguardia