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Se estrecha el cerco

Se estrecha el cerco

Las palabras “putero” y “corrupto” resonaron varias veces en el hemiciclo del Congreso de los Diputados esta semana. La bancada del PP utilizó con profusión ambos términos en sus intervenciones, trufadas de improperios e interrupciones, para arremeter contra el Gobierno. Hubo gritos de “cómplice” y “dimisión” dirigidos a Yolanda Díaz hasta el punto de no dejarle hablar. La bronca fue bochornosa, ante la impotencia de la presidenta de la Cámara, Francina Armengol. Ésa va a ser la tónica dominante a partir de ahora. La reacción del Ejecutivo es de desconcierto, como un animalillo en medio de la carretera deslumbrado de repente por el coche que se le echa encima tras una curva.

Pedro Sánchez, el PSOE y el Gobierno no acaban de reaccionar al shock provocado por el escándalo de Santos Cerdán. El PP lo sabe y no va a soltar la presa. Los populares siempre se habían erigido en alternativa aupados por el declive económico en épocas de gobiernos socialistas. No es algo a lo que puedan recurrir ahora. También el conflicto catalán daba bastante de sí y el PP creyó durante un tiempo que la amnistía se llevaría por delante a Sánchez. No ha sido así. Al contrario, ese ariete quedó casi inservible desde que Salvador Illa es presidente de la Generalitat. La apuesta es la corrupción. Como el PP tampoco es un ejemplo en ese frente, el discurso se reviste con otros componentes: un gobierno que está liquidando la Constitución, que cercena la independencia de los jueces o los medios, que desmantela las instituciones para mantenerse en el poder. Lo que Alberto Núñez Feijóo denominaría derrumbe moral. Un “cerco impresionante” sobre Sánchez, decía Enric Juliana esta semana.

Se instala así en el votante, en especial el de izquierda, la sensación de fin de ciclo. Los electores del PP y Vox están ya muy motivados, lo que necesita Feijóo es desmovilizar al otro bloque y va camino de conseguirlo. El escándalo Cerdán ha sido determinante. Hasta ahora el PSOE había encapsulado el caso de Ábalos y contraatacaba con el frente de Ayuso, pero la balanza se ha descompensado en contra de los socialistas. Aunque los informes de la UCO no arrojen nuevos descubrimientos que manchen más al PSOE o al propio Sánchez, es muy difícil que el presidente pueda revertir el clima de ingobernabilidad que se va instalando.

Lo dijo Feijóo hace unos días: “Llueve sobre mojado”. El que sigue es un somero repaso de los chuzos que están cayendo sobre Sánchez, sean con fundamento o de manera más torticera: los casos Cerdán-Ábalos, los de su esposa y hermano, la petición de imputación del ministro Bolaños por haber contratado a la ayudante de Begoña Gómez en la Moncloa, el fiscal general en el banquillo por supuestamente haber filtrado datos del novio de Ayuso, las acusaciones de amaño electoral lanzadas por Aznar y secundadas por Feijóo, la deslegitimación del Tribunal Constitucional, la huelga de los jueces contra la reforma que impulsa el Gobierno, la reclamación de elecciones por parte de la Iglesia… y Felipe González paseándose por todas las televisiones asegurando que no votará a este PSOE.

Manifestantes contra el Gobireno, ayer ante el edificio del Tribunal Supremo

Dani Duch
El líder del PSOE tiene muy difícil revertir el clima de degradación política que se trata de instalar

Cada uno de esos asuntos tiene sus causas y motivaciones. No es lo mismo el caso Cerdán, que supone un grave daño de credibilidad para Sánchez por haber dejado el partido en manos de dos personas de una catadura moral ínfima si los audios conocidos acaban por confirmarse que el paso más discutible dado por el juez Peinado para tratar de imputar al ministro de Presidencia por contratar a una empleada de la Moncloa que presuntamente ayudó a Begoña Gómez a cometer un supuesto tráfico de influencias que el togado lleva más de un año investigando.

Las causas judiciales discurren con un acompañamiento por parte de diversos sectores contrarios a Sánchez, empezando por el Poder Judicial y siguiendo por la Conferencia Episcopal. La imagen de ayer de jueces manifestándose en contra del Gobierno en la puerta del Supremo es un punto y aparte. Ya se produjo una situación similar ante alguna audiencia provincial a raíz de la ley de amnistía, pero ahora ocurre ante la máxima instancia judicial por cuya puerta tienen que pasar los políticos cuando son acusados. Protestan formalmente contra la reforma que impulsa el Ejecutivo para cambiar las condiciones de acceso a la carrera judicial, que los socialistas creen que prima a sectores acomodados y escorados a la derecha.

Asimismo, cuando la Iglesia reclama elecciones, aunque su influencia haya decaído en la sociedad española, contribuye a subrayar el clima de deterioro institucional y fin de ciclo, hasta el punto de que, según los obispos, debería intervenir el Rey. Un ambiente al que se apunta Felipe González. Hace tiempo que el ex presidente no constituye una voz autorizada dentro del PSOE, pero como personaje mítico fundacional que reniega de su partido añade desmoralización a unas siglas cuya reputación está ahora muy dañada. Con sus manifestaciones insistentes, González busca abrir el debate de la sucesión de Sánchez porque no es solo una cuestión de nombres, sino de orientación futura del PSOE: si el partido se alinea con la izquierda y los nacionalistas o si propicia un apoyo al PP para que gobierne sin el apoyo de Vox.

A todos estos frentes se unen las dificultades de gobernar en minoría, con Sumar y Podemos en pugna cainita por la supervivencia, y los nacionalistas recelosos de quedar salpicados por la acusación de complicidad con la corrupción que lanza a menudo Feijóo. Y un contexto internacional muy convulso en el que Sánchez ya no es tan influyente como antes.

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El presidente del Tribunal Constitucional (TC), Cándido Conde Pumpido (i), durante el pleno histórico de cinco días, que ha arrancado este lunes en Madrid, centrado en exclusiva en la ley de amnistía

La bronca vivida en el Congreso esta semana no es un hecho aislado. Es un paso más en esta sucesión de acontecimientos que presentan la política española inmersa en un proceso de degradación que precisa de un revulsivo. Son muchos los que esperan pescar en ese río revuelto y en la necesidad de cambio que pueda germinar en la sociedad española: el PP, por supuesto, pero también Podemos o Vox.

lavanguardia

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