Una mera cifra para contentar a Trump

El compromiso de los países de la OTAN, con la ambigua excepción de España, de elevar su gasto en defensa al 5% de su PIB –ni una décima más arriba o abajo– solo responde a contentar las amenazas de Donald Trump. La declaración suscrita esta semana por los líderes de la Alianza recoge el 5% a alcanzar en los próximos diez años; como bien podría plasmar un 4,5%, un 6%... o un 10%, puesto que más allá de los porcentajes la clave del funcionamiento de la OTAN son los llamados objetivos de capacidades que cada miembro debe cumplir. Y a la cumbre de la Haya acudieron todos los países con los deberes marcados: el 5 de junio se acordó la asignación de las capacidades y fuerzas militares instruidas –y equipadas– a cada aliado para que la Alianza pueda actuar ante cualquier crisis.
Maniobras Steadfast Dart, en las que la OTAN activó por primera vez su fuerza de reacción rápida
LVLos objetivos de capacidades, que constan en un documento secreto por razones obvias de seguridad, se revisan cada cuatro años. Se diseñan en función de escenarios plausibles, atendiendo a la geopolítica del momento. El último, vigente hasta el 2029, pone el foco en el ciberespacio, las amenazas híbridas y la desinformación, sin olvidar la amenaza rusa en el flanco este. De lo que se trata es de que cada país cumpla con unidades terrestres, apoyo logístico, defensa aérea, sistemas de inteligencia o reservas de munición, entre un sinfín elementos para hacer frente a las amenazas de manera cohesionada.
La clave de la OTAN son los objetivos de capacidades que los países deben cumplir, independiente del 5%Sin tener claros los objetivos asignados a España –unas fuentes militares apuntan al aumento del 30% de la capacidad militar, otras al refuerzo de la defensa antimisil o la disponibilidad de divisiones para el despliegue rápido–, lo que sí ha trascendido es que el Gobierno tiene claro que puede cumplir con ello destinando un 2,1% del PIB. De ahí que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en rueda de prensa defendiese que ese número no salía de la Moncloa, sino de las fuerzas armadas. Fuentes de la Alianza, mucho menos optimistas que Sánchez, elevan ese número hasta el 3,5% del PIB español.
Y he aquí la clave del dilema hipócrita de las cifras. Si se cumpliesen los cálculos de la OTAN, alcanzando España el 100% de sus objetivos de capacidades con el 3,5% del PIB, ¿para qué tratar de invertir otro 1,5% en gasto militar solo para contentar al presidente de Estados Unidos? Es más, si el Gobierno cumpliese con el 2,1% que pretende, debería destinar otro 2,9% al ámbito de la defensa en un momento en el que la industria militar española sería incapaz –tal y como reconocen las grandes empresas– de absorber tal lluvia de millones. En Indra, Airbus o Navantia no tienen reparos en admitir que una posible “compra compulsiva” para alcanzar el 5% tendría el principal riesgo de tener que recurrir a comercios extracomunitarios –EE.UU como principal beneficiado–, que ahondarían en la enorme dependencia que tiene Europa. En concreto, España se enfrenta a dos grandes preocupaciones en este sector al alza: una cadena de suministros raquítica ante la escasez de materias primas y una seria falta de personal cualificado.
Cuando toque revisar los objetivos de capacidades, se comprobará si los aliados han cumplido –y cuánto de su PIB han dedicado a ello para conseguirlo–. Será entonces cuando se abra un nuevo escenario en el que, ante la convulsa geopolítica, nadie duda que aumentarán las necesidades para responder a las amenazas. Y ahí, ese 2,1% que plantea España se quede –muy– corto.
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