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La subida de impuestos de la UE a los cigarrillos electrónicos no tiene que ver con la salud, sino con el control

La subida de impuestos de la UE a los cigarrillos electrónicos no tiene que ver con la salud, sino con el control

Un senador francés descubierto con 22 kilos de tabaco en un aeropuerto nos muestra lo que realmente están haciendo los reguladores europeos: gravan tus decisiones, no protegen tu salud.

Mientras los legisladores europeos se preparan para subir los impuestos a los cigarrillos electrónicos y las bolsitas de nicotina —productos que ayudan a millones de personas a dejar de fumar—, un senador francés fue descubierto en un aeropuerto con 22 kilos de tabaco. Bienvenidos al mundo inverso de la política de "salud pública" de la UE, donde la hipocresía es la ley y la libertad individual es un daño colateral.

Un documento interno de la Comisión Europea, filtrado recientemente, revela planes para aumentar significativamente los impuestos sobre los productos de nicotina considerados de "bajo riesgo", como los cigarrillos electrónicos, las bolsitas de nicotina y el tabaco calentado. Estos productos, que han demostrado ser menos dañinos que los cigarrillos tradicionales, están siendo objeto de una política fiscal punitiva, todo en nombre de la salud pública. Mientras tanto, la senadora Annick Pétrus llega a un aeropuerto con un cargamento de tabaco, y en Bruselas, nadie parece preocupado.

Seamos honestos: esto no tiene nada que ver con la salud. Tiene que ver con el control. Y con el dinero.

Los adultos tienen derecho a consumir lo que quieran, ya sean batidos de col rizada o vapear nicotina. La función del gobierno no es controlar nuestros hábitos, sino proteger nuestros derechos: nuestra libertad y nuestra propiedad. Pero la subida de impuestos propuesta por la UE no consigue ninguno de estos objetivos. Al contrario: castiga a los adultos conscientes por tomar decisiones que les competen exclusivamente y les roba su dinero sin su consentimiento.

Nos dicen que es "por nuestro bien". Esa es siempre la excusa que usan los burócratas cuando quieren más control. Pero esta lógica no tiene sentido. Los productos de reducción de daños no son una amenaza para la salud pública, sino para la recaudación fiscal del tabaco tradicional. Cuanto menos fume la gente, menos dinero ganan los estados. ¿La respuesta? Atacar las alternativas más seguras.

Tomemos el caso del Reino Unido: allí se fomenta el uso de cigarrillos electrónicos como herramienta para ayudar a las personas a dejar de fumar, e incluso hay hospitales que ofrecen cigarrillos electrónicos a sus pacientes. Pero en Bruselas, la primera reacción es prohibir, restringir y gravar todo lo que no cuente ya con la aprobación del Estado pontificio. El documento filtrado muestra la intención de imponer altos impuestos incluso a los sobres de nicotina, que ni siquiera contienen tabaco ni humo. ¿Qué pretenden prevenir exactamente? ¿Reducir los cánceres?

Comparemos esto con el escándalo de la senadora. Imaginemos los titulares si la hubieran pillado con 22 kilos de cigarrillos electrónicos. ¿Pero tabaco? Nada del otro mundo. Este doble rasero revela lo que muchos ya sospechaban: los reguladores de la UE están más interesados ​​en ejercer su autoridad que en proteger la salud pública.

Pero esto va más allá de una cuestión de salud pública: es una cuestión de libertad individual. El Estado no debería tratar a los adultos como niños. Si elijo consumir nicotina electrónicamente en lugar de fumar, es mi decisión. Si alguien elige usar cápsulas de nicotina como una alternativa menos dañina, es su derecho. El Estado existe para proteger esos derechos, no para invalidarlos en nombre de una "sociedad más sana".

Y ya que estamos, hablemos de impuestos. Todos los impuestos son una forma de confiscación forzosa de la propiedad. Cuando el Estado grava tus ingresos, tu consumo o tus decisiones, te quita algo que te pertenece por derecho. No hay diferencia moral entre un impuesto sobre el salario y un impuesto que encarece las decisiones personales. En ambos casos, el Estado asume que es dueño de tu trabajo, tu dinero y, en última instancia, de tu libertad.

Esto es pura ingeniería social. Trata a las personas autónomas como problemas que resolver, en lugar de ciudadanos respetables. Cuando el Estado grava el comportamiento voluntario que no perjudica a los demás, no protege a nadie, sino que castiga a quienes se atreven a vivir al margen del control estatal.

Si la UE realmente se preocupara por la reducción de daños, bajaría los impuestos a las alternativas más seguras, no los aumentaría. Si respetara la libertad individual, permitiría que los adultos tomaran sus propias decisiones. Y si valorara la integridad, empezaría por exigir responsabilidades a sus propios miembros.

En cambio, tenemos impuestos basura disfrazados de virtud y políticos que acaparan los mismos productos que dicen combatir.

Es hora de llamar a las cosas por su nombre: esto es coerción disfrazada de cuidado.

Dejen que los adultos sean adultos. Respeten nuestras decisiones. Protejan nuestros derechos. Y no nos toquen las billeteras ni los bolsos.

Escritor, colaborador de Young Voices Europe, coordinador local de la asociación Students For Liberty.

sapo

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