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Llegando al destino...con el coche en llamas

Llegando al destino...con el coche en llamas

Vivimos tiempos curiosos. En política —y en otros ámbitos— parece haberse arraigado la idea de que el camino es irrelevante, siempre que el resultado sea "bueno".

No importa cómo llegamos hasta aquí, a qué precio, con qué métodos, con qué principios: si al final alguien aplaude, todo se perdona. Es la lógica de «el fin justifica los medios», reinventada para hoy con hashtags y presentaciones de PowerPoint.

En la práctica, es como decir que si llegamos a tiempo a una reunión... no importa si atropellamos a tres personas, nos saltamos 14 semáforos en rojo y nos estacionamos al fondo del estacionamiento. Lo importante es que llegamos, ¿no?

El país de los atajos

Esta forma de pensar no es nueva. Pero ha ido ganando popularidad, sobre todo cuando se exigen prisas o resultados a toda costa. Es tentadora. Da una sensación de eficiencia. Parece moderna. Pero es peligrosa.

Porque cuando el camino deja de importar, dejamos de preocuparnos por cómo tratamos a los demás, por respetar las reglas, por la coherencia entre el discurso y la acción.

Y tarde o temprano, esto acaba reflejándose: en la confianza, en la transparencia e incluso en los propios resultados.

Lo siento, pero la forma es sustancia.

Es en estos momentos que vale la pena recordar: en política, el camino importa. Y mucho. No se trata de ser purista ni moralista. Se trata de comprender que no hay resultados sostenibles cuando el proceso es torcido. Hacer lo correcto de forma incorrecta rara vez perdura y casi nunca da ejemplo.

Y si esto le suena extraño a alguien cercano... podría ser solo una coincidencia. Claro, esto aplica a todas las fiestas. A todas. Incluso a las que tienen nombres bonitos y colores vibrantes.

¿Qué nos distingue? Precisamente el «cómo».

Si todos prometen “crecimiento”, “justicia”, “mejor salud”, “educación de calidad”, lo que los distingue es precisamente cómo quieren lograrlo.

El liberalismo, por ejemplo, se distingue por su convicción de que los fines no se imponen, sino que se alcanzan respetando la libertad individual, la responsabilidad, el estado de derecho y la verdad.

Porque si aceptamos que "solo importa el resultado", abrimos la puerta a cualquier cosa. Hoy es un atajo. Mañana es una excusa. Pasado mañana es un error fatal.

Llegar a tu destino con el coche en llamas no es un éxito. Es solo terquedad y humo. Y en cuanto a mí, o ayudo al coche a llegar a su destino sin quemarse...

…o salgo antes de que el humo me haga perder el control.

Ingeniero informático y miembro de la Iniciativa Liberal

sapo

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