Opinión: Todo por una gota de miel

¿Sabes lo que es una bomba? Una bomba que te vuela la cabeza día y noche, una bomba que vuela a tu padre, a tu madre, a tus hijos, a tus abuelos, a tus hermanos, una bomba que vuela a tus vecinos, a tus amigos, a tu casa, a la calle, a la manzana, a ti sin pan, sin agua, sin luz, sepultado en la metralla, con dolor, con gritos, con miedo, entre escombros ensangrentados, sin poder ir a ninguna parte, sin tener adónde correr, ni siquiera dentro de ti mismo. ¿Lo sabes? (…) ¡Esto es Gaza! (Augusto Batista) Esto es Gaza, Ucrania, Sudán, Myanmar, Nigeria, Yemen, Siria, República Centroafricana, Somalia, Israel, Irán…
Cuando terminaba el instituto, participé en una obra de teatro llamada "Una gota de miel". No recuerdo muy bien el texto ni el autor (una búsqueda rápida en internet me reveló que era de Léon Chancerel).
Por lo que aún recuerdo, la historia empezaba con una pareja sentada a la mesa y, mientras tanto, a uno de ellos se le caía una gota de miel al suelo, dando lugar a una discusión. La discusión fue subiendo de tono y las discusiones subieron de tono, las familias empezaron a involucrarse, luego las ciudades, los países... y acabó en una Guerra Mundial. La obra terminaba con el narrador, con cierta ironía, lamentándose: «Y todo empezó con una gota de miel». [Quizás alguien conozca otra versión o esta me la haya traicionado mi mala memoria].
La idea principal y la mayor ironía siguen vigentes: todas las grandes tragedias pueden comenzar por una gota de miel. Por un lado dulce, por el otro, insignificante. Un comentario, una expresión, el deseo de poder, la hipersensibilidad, el egoísmo excesivo, creerse superior al otro, un prejuicio, un gesto de superioridad, la dificultad para aceptar la diferencia… pueden desencadenar y estallar la agresión, la violencia, los conflictos…
Quizás varias personas ya hayan participado como actores en esta obra, «Una Gota de Miel». Al fin y al cabo, todos hemos participado en ella en algún momento. Hay guerras lejanas y grandes, pero también guerras cercanas y pequeñas... al menos por cosas pequeñas. Necesitamos constructores de paz, hombres y mujeres comprometidos con el diálogo y el perdón, puentes que derriben prejuicios… necesitamos políticas y políticos que promuevan la fraternidad y otros valores como el respeto, la generosidad, el compartir, la amabilidad.
El Papa León XIV, quien ha insistido en la necesidad de la paz, dijo hace unos días: «¡La guerra siempre es una derrota! (…) Nada se pierde con la paz. Todo se puede perder con la guerra». Y también dijo: «La guerra es un horror, la guerra ofende a Dios y a la humanidad, la guerra no perdona a nadie». En otra ocasión, pidiendo valentía a los cristianos, dijo: «No nos rendimos, nos rendimos al Espíritu, no nos rendimos al poder del mundo, pero seguimos hablando de paz a quienes desean la guerra, hablando de perdón a quienes siembran venganza, hablando de aceptación y solidaridad a quienes cierran la puerta y levantan barreras».
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