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Portugal necesita una televisión pública que no tenga miedo de nadie

Portugal necesita una televisión pública que no tenga miedo de nadie

La última polémica en RTP, con la salida del director de noticias sin la aprobación previa del Consejo Editorial, no es solo un episodio desagradable en una redacción. Refleja algo más grave: la dificultad que Portugal sigue teniendo para garantizar una televisión pública sólida, transparente y verdaderamente libre de influencias políticas.

RTP debería ser uno de los pilares de nuestra democracia. En un país donde la mayoría de la gente sigue informándose por televisión, contar con un canal público independiente es un activo esencial. No se trata de nostalgia ni nacionalismo: se trata de garantizar un espacio en el espacio mediático portugués donde el periodismo se haga con puntualidad, criterio y responsabilidad.

Lamentablemente, esto no siempre ocurre. La reciente decisión de destituir al director de noticias, sin siquiera consultar al Consejo Editorial, como exige la ley, revela una debilidad estructural. Existen consejos y regulaciones, sí. Pero si quienes ostentan el poder deciden ignorarlos, el sistema se tambalea. Y cuando RTP se tambalea, se tambalea la confianza del público.

Miremos al extranjero. En el Reino Unido, la BBC sigue siendo un modelo a seguir, a pesar de todos sus desafíos. Cuenta con un modelo de financiación claro, una misión de servicio público bien definida y ha resistido varios intentos de control político a lo largo de las décadas. En Dinamarca, la BBC se financia mediante una tasa universal y mantiene una línea editorial respetada e independiente. Suecia, Finlandia y Noruega cuentan con canales públicos robustos, protegidos de interferencias externas y supervisados ​​por organismos verdaderamente independientes. Incluso España, donde RTVE ha atravesado momentos turbulentos, ha avanzado recortando la publicidad y estabilizando su modelo de gobernanza.

En Portugal, seguimos posponiendo decisiones estructurales. Seguimos pretendiendo que RTP puede ser neutral e independiente sin un modelo de financiación sólido, sin transparencia en los nombramientos y sin protección frente al poder político. Seguimos aceptando que la televisión pública se utilice como campo de batalla para batallas partidistas o escenario de intereses coyunturales.

Pero la televisión pública no puede servir a intereses. Debe servir al público. Debe apoyar a la ciudadanía, incluso cuando esto moleste a los que están en el poder. Debe hablar de lo que importa, aunque no atraiga audiencia. Y, sobre todo, debe garantizar que el periodismo se haga con libertad y responsabilidad.

Es hora de que Portugal decida qué quiere de RTP: ¿un canal sumiso y vulnerable, o una televisión pública adulta, crítica, abierta y plural, a la altura del país que queremos ser?

Porque en tiempos de desinformación, ruido y desconfianza, el periodismo independiente no es un lujo. Es un servicio esencial. Y la televisión pública debería ser su baluarte más fuerte.

Consultor de comunicaciones

sapo

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