Deje de reescribir su estrategia corporativa y declaración de misión: aquí le mostramos cómo comenzar a vivirla

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Cada pocos años, las organizaciones anuncian una gran presentación: una estrategia renovada , una declaración de misión más clara, una visión evolucionada y valores actualizados. El liderazgo irradia orgullo. El departamento de comunicación interna presenta las nuevas pancartas, carteles y plantillas de PowerPoint. Se celebran asambleas públicas para animar a la gente.
Y luego, la actividad normal continúa.
No hay cambio de comportamiento. No hay realineamiento operativo. No se toman decisiones diferentes. La renovación de la estrategia se convierte en un ejercicio de marca, no en una transformación. No es que a estas empresas les falte ambición, sino que confunden articulación con ejecución.
Un colega compartió recientemente que su empresa acababa de pasar seis semanas en reuniones consecutivas de liderazgo para reescribir su misión, visión, valores y estrategia general. El objetivo era claridad y reinvención. ¿El resultado? Una versión ligeramente modificada de lo que ya tenían: quizás una nueva palabra clave, un valor reestructurado y una presentación renovada.
Fue una inversión enorme de tiempo y energía que dejó a la mayoría del equipo preguntándose: ¿Qué ha cambiado? No es un caso aislado, es un ciclo común. Las organizaciones sienten la presión de evolucionar , pero con demasiada frecuencia el trabajo se limita a perfeccionar las palabras en lugar de realinear la forma en que la empresa piensa, actúa y ejecuta.
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Por qué la actualización rara vez cambia las cosasActualizar una misión o estrategia resulta productivo. Da al liderazgo la impresión de progreso sin exigir una disrupción real. Después de todo, revisar las palabras es más fácil que confrontar comportamientos arraigados, incentivos fallidos o procesos obsoletos.
No se trata de cinismo, sino de comodidad. El lenguaje es seguro. Reescribir una declaración de propósito no implica cambiar la forma en que se mide el desempeño. Actualizar los valores no implica capacitar a los gerentes para que lideren de manera diferente. Es una acción simbólica disfrazada de cambio sustancial.
Y la mayoría de las organizaciones ni siquiera se dan cuenta de que lo están haciendo. Las nuevas declaraciones se presentan con energía y sinceridad. Pero cuando los empleados preguntan: "¿Qué implicaciones tiene esto para nuestra forma de trabajar?", la respuesta es, en el mejor de los casos, vaga. No existe una conexión operativa entre las palabras escritas y el trabajo práctico.
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La desalineación es la verdadera amenazaAquí reside el verdadero peligro: cuanto mayor sea la brecha entre lo que una empresa dice representar y lo que realmente hace, más credibilidad pierde, tanto interna como externamente. Los empleados aprenden rápidamente que la misión es solo publicidad. Los clientes perciben la desconexión. Y el talento comienza a desvincularse.
Si una empresa actualiza sus valores para incluir la "agilidad", pero sigue exigiendo 14 aprobaciones para una decisión básica, no solo es un desajuste. Es hipocresía. Las señales de actualización cambian, pero la experiencia refuerza el estancamiento.
Esto genera cinismo. Los empleados se muestran incrédulos ante los nuevos lanzamientos . Se instala la fatiga visual. Los líderes tienen dificultades para impulsar iniciativas futuras porque la organización ha aprendido a no tomar en serio las declaraciones.
Una estrategia no cobra vida hasta que se refleja en las decisiones diarias. Si una empresa afirma valorar la experimentación, debería recompensar los riesgos inteligentes y aceptar el fracaso como parte del proceso. Si afirma priorizar al cliente, la experiencia del cliente debería estar presente en todas las decisiones importantes. De lo contrario, el mensaje es solo marketing.
Para convertir una renovación en una transformación, las empresas deben centrarse menos en el mensaje y más en la mecánica. Esto comienza con cuatro cambios clave:
1. Deja de usar el lenguajeLa misión y los valores no son un punto de partida, sino un resultado. Empiece por identificar cómo necesita cambiar la organización: ¿Qué comportamientos faltan? ¿Qué decisiones están desalineadas? ¿Qué obstáculos deben eliminarse? Una vez claro esto, articule la estrategia basándose en cómo se espera que la organización actúe de manera diferente.
Las estrategias suelen redactarse de forma aislada por equipos de liderazgo ajenos a la realidad cotidiana. Incluya opiniones de todos los departamentos y niveles, no por estética, sino por conocimiento. Esto garantiza que la estrategia refleje cómo funciona realmente la empresa y cómo puede evolucionar.
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3. Haz que la estrategia sea utilizableUna buena estrategia no es poética, es práctica. Traduce lo abstracto a la acción. Crea marcos de decisión y rediseña los flujos de trabajo. Ofrece a los gerentes las herramientas para liderar de forma diferente, no solo carteles nuevos.
4. Hacer responsables a los líderes de modelarloLa forma más rápida de arruinar una estrategia renovada es que el liderazgo actúe como si nada hubiera cambiado. Si el equipo directivo no vive la nueva dirección ni toma decisiones difíciles, nadie más lo hará. La rendición de cuentas empieza desde arriba, o no empieza en absoluto.
Las empresas que confunden una renovación de estrategia con un cambio cultural se verán atrapadas en un ciclo interminable de renovación de marca sin resultados tangibles. Las organizaciones que triunfan tratan la estrategia no como un discurso, sino como un cambio . Reconocen que las palabras por sí solas no impulsan el crecimiento; las personas sí. Y las personas siguen lo que se modela, se refuerza y se recompensa.
Así que la próxima vez que sienta la necesidad de renovar su misión, visión, valores y estrategia, hágase una pregunta más compleja: ¿Qué será diferente esta vez? Si la respuesta es solo la redacción, no espere que nada cambie.
Cada pocos años, las organizaciones anuncian una gran presentación: una estrategia renovada , una declaración de misión más clara, una visión evolucionada y valores actualizados. El liderazgo irradia orgullo. El departamento de comunicación interna presenta las nuevas pancartas, carteles y plantillas de PowerPoint. Se celebran asambleas públicas para animar a la gente.
Y luego, la actividad normal continúa.
No hay cambio de comportamiento. No hay realineamiento operativo. No se toman decisiones diferentes. La renovación de la estrategia se convierte en un ejercicio de marca, no en una transformación. No es que a estas empresas les falte ambición, sino que confunden articulación con ejecución.
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