Respira sus esporas cada día: «El hongo que puede comerte desde dentro», una amenaza creciente
El hongo Aspergillus, conocido popularmente como el que puede «devorarte desde dentro», representa una amenaza creciente. José Luis Blanco Cancelo, catedrático del Departamento de Sanidad Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense, que ha tratado varios de estos casos, confirma a ABC que exactamente es eso lo que ocurre en un ser vivo infectado. Las culpables son las esporas microscópicas de estos hongos que están en todas partes: viven dentro y sobre los cuerpos humanos, en el aire, el suelo, el polvo de los hogares o en materia en descomposición.
«Estamos inhalando continuamente estas esporas», aclara Blanco. «Imagina una oficina o una redacción con 40 personas: si se analizan, 20 podrían dar positivo en aspergilosis, pero eso no significa que padezcan la enfermedad». Tradicionalmente, los hongos como Aspergillus afectaban solo a quienes tenían un sistema inmune debilitado —pacientes con cáncer, VIH, o en diálisis—, pero ahora están evolucionando y afectando a pacientes sanos. «El hongo ha aprendido a sortear los mecanismos inmunitarios que antes lo eliminaban. ¿Por qué ocurre? No lo sabemos», admite Blanco.
Blanco recuerda un caso impactante: «Vi a un perro joven y sano cuya infección por Aspergillus destruyó por completo sus órganos. El hongo literalmente se lo comió por dentro. Parece mentira, pero es real. Algo está ocurriendo con estos hongos: están mutando, adaptándose y son capaces de provocar lesiones muy graves».
Uno de los hongos analizados es Aspergillus fumigatus, un moho que ataca los pulmones y puede diseminarse por todo el cuerpo. Según la Clínica Mayo, es capaz de invadir vasos sanguíneos, propagarse rápidamente y causar la muerte en cuestión de días. La tasa de mortalidad en ciertos casos puede alcanzar el 40%. «Hace 15 o 20 años era impensable que pudiéramos tener este tipo de hongos en España. Hoy ya no lo es. Tenemos que prepararnos para un nuevo escenario», añade Blanco.
Un estudio reciente de la Universidad de Minnesota —actualmente en revisión— ha utilizado simulaciones por computadora para trazar un mapa de su propagación futura. Sus conclusiones apuntan a que, con el aumento de las temperaturas, estos patógenos podrían extenderse a nuevas zonas de Norteamérica, Europa y Asia. «Las esporas de Aspergillus son omnipresentes. Se detectan en interiores y exteriores, en todo el planeta», indica el informe.
Además, estos hongos son capaces de colonizar edificios, crecer entre las paredes y llegar a los sistemas de ventilación, lo que puede generar problemas respiratorios en quienes viven o trabajan en esos espacios. «Es lo que se conoce como el 'síndrome del edificio enfermo'», señala Blanco.
A este panorama se suma otro problema: cada vez más hongos son resistentes a los tratamientos existentes. Y no solo amenazan la salud humana, sino también la seguridad alimentaria. «Pueden infectar a personas, mamíferos, aves, abejas y corales. Dañan los cultivos antes y después de la cosecha y pueden volverlos no aptos para el consumo», advierte el estudio.
Fenómenos cada vez más comunes como olas de calor, incendios forestales o tormentas de arena también están favoreciendo la propagación de esporas a mayores distancias. «En España, de momento solo hemos registrado casos importados de infecciones fúngicas graves. Pero el miedo que tenemos es que este tipo de hongos peligrosos pueda llegar aquí», advierte Blanco.

Según la OMS, uno de los patógenos fúngicos más prioritarioses Candida auris. Su resistencia extrema lo hace muy difícil de erradicar en hospitales, residencias y clínicas de diálisis. «Un paciente puede estar colonizado por C. auris, y luego un sanitario lo toca, se contagia y lo transmite a otros», explicó a CNN Jatin Vyas, profesor de Medicina en la Universidad de Columbia. En EE.UU. en solo siete años, los casos clínicos pasaron de 51 en cuatro estados a 4.514.
También es preocupante el caso del Coccidioides o Cocci. En 2021, Rob Purdie, un californiano sano, estaba en su casa de Bakersfield, trabajando en su jardín, cuando removiendo la tierra cree haber inhalado esporas de este hongo. La infección pasó a extenderse a su cerebro con una inflamación de las membranas que rodeaban el cerebro y la médula espinal, provocando meningitis fúngica. Purdie para mantener bajo control su enfermedad tiene que ponerse inyecciones intracraneales «con un fármaco tóxico de 80 años de antigüedad, que me está envenenando lentamente», explica a los medios.
Eliminar un hongo sin dañar al paciente es especialmente difícil. «Muchos antifúngicos pueden causar efectos adversos graves como insuficiencia renal, pancreatitis, impotencia o reacciones alérgicas. «La dificultad está en que «genéticamente, los hongos están más estrechamente relacionados con los humanos que las bacterias», indica a los medios americanos Neil Clancy, especialista en Enfermedades Infecciosas y director del Programa de Micología de la Universidad de Pittsburgh. «Si se intenta fabricar un fármaco antifúngico, hay que dar con objetivos que no dañen los genes y proteínas que tienen los humanos», y eso es un gran desafío.
El estudio plantea la hipótesis de que el cambio climático provocará un aumento de las infecciones por hongos en humanos de dos maneras: aumentando el rango de especies actualmente patógenas e incrementando la tolerancia de los hongos. Sin embargo, como matiza Blanco, «el estudio tiene limitaciones, ya que aún no sabemos cómo evolucionará la patogenicidad ni la resistencia antifúngica». Aun así, su valor radica en poner el foco sobre una amenaza silenciosa que avanza y que necesita más inversión.
La atención pública y científica suele centrarse en virus y bacterias, pero olvidamos a los hongos, lo que conlleva falta de estudios, diagnósticos tardíos o erróneos al confundir los síntomas con patologías respiratorias. «Llevo 40 años trabajando en micología y diciendo que los hongos tienen mayor importancia de la que se les da y creo que eso va a ser cierto y vamos a encontrarnos con bastantes problemas», alerta Blanco.
ABC.es