El Centro Hortensia Herrero, un oasis para el arte internacional en València

Parece una aldea japonesa detenida en la edad media, con campesinos y samuráis que van de aquí para allá, absortos en sus tareas cotidianas o descansando en un banco, niños jugando y familias enteras participando en un ritual o contemplando un castillo de fuegos artificiales. Incluso hay quien ha visto al hombre del saco los días de lluvia. Ahora luce un sol abrasador, pero a medida que avance la tarde el poblado se irá oscureciendo y las casas se llenarán de farolillos. Porque The world of irreversible change, el fascinante fresco digital del colectivo japonés teamLab, está conectado a la meteorología y el paso del tiempo de las ciudades donde se exhibe, de tal manera que el paisaje irá cambiando con el paso de las estaciones. Del estallido de los cerezos en flor en primavera a los parques de alfombras doradas en otoño y, si afuera llueve a cántaros, los diminutos personajes correrán a refugiarse del aguacero. En esas ocasiones hay quien dice haber visto salir al hombre del saco.

'The world of irreversible change', de teamLab
CAHHThe world of irreversible change se ve como quien contempla la vida en el interior de un acuario, modificando las conductas a medida que nos aproximamos, pero, ¡ojo!, si se toca la pantalla o interactuamos insistentemente, romperíamos la armonía y provocaríamos enfrentamientos entre los habitantes, que se enzarzarían en una guerra sin cuartel, con los samuráis cortando cabezas y reduciendo a cenizas el mundo que les rodea. Ya no habría marcha atrás y, extinguida la vida humana, la vegetación se apoderaría de las ruinas. De ahí el título, El mundo del cambio irreversible. Todo lo que hacemos tiene sus consecuencias: si hacemos un daño o desencadenamos una guerra, nada volverá a ser como antes.

Imagen del vestíbulo del Centro de Arte Hortensia Herrero con instalaciones de Tomas Saraceno (suspendidas en el techo) y Jaume Plensa
EFE/Biel AliñoLa delicada obra de teamLab, la exitosa asociación nipona de artistas e ingenieros que atrae multitudes en el mundo con sus exposiciones de arte interactivo, se ha convertido también en uno de los mayores atractivos del Centro de Arte Hortensia Herrero (CAHH) desde su apertura, en noviembre del 2023. Los vigilantes de sala han detectado un personaje que mira a los ojos del visitante y le provoca: “Tócame, tócame”. “En algún momento dejamos que alguien lo haga, para que vea que es una obra interactiva, pero siempre con mucha mesura para evitar que se desencadene la guerra”, señala el comisario y crítico de arte Javier Molins, director artístico de un centro que The New York Times valoró especialmente a la hora de elegir València como uno de los 52 mejores destinos del mundo en el 2024.
El palacio de de Valeriola, que condensa toda la historia de València, suma su atractivo al de la colección de la vicepresidenta de MercadonaMás de 300.000 personas han visitado ya el CAHH en el espléndido palacio de Valeriola, un edificio que suma su atractivo a la colección de arte de la vicepresidenta de Mercadona, un centenar de obras de algunos de los creadores internacionales más cotizados del arte contemporáneo. Desde David Hockney o Anselm Kiefer a Olafur Eliasson, Andreas Gursky, Eduardo Chillida, Tàpies, Alexander Calder, Anish Kapoor, Jaume Plensa o Mat Collishaw.

La coleccionista y mecenas Hortensia Herrero junto a una escultura de Tony Cragg
CAHHLa historia de la colección arranca en Dallas, cuando Hortensia Herrero y Javier Molins coincidieron en un viaje organizado para visitar una exposición de Sorolla en el Museo Meadows. “Ella tenía vocación de mecenas. A través de la fundación que lleva su nombre, estaba trabajando en temas de restauración de patrimonio y otros proyectos relacionados con la danza. Quería hacer algo con el arte pero aún no sabía muy bien cómo vehicularlo. Me dijo que estaba pensando en la posibilidad de abrir el día de mañana un museo con artistas valencianos. La acababa de conocer y le dije que podía hacer lo que quisiera con su dinero, pero que no me parecía buena idea. Que los buenos ya estaban representados en los museos y que tal vez en lugar de pensar en los artistas valencianos debería pensar en los ciudadanos de València, acercarles a los que no pueden viajar las obras de grandes artistas internacionales que exponen en París, en Londres o en Nueva York, pero rara vez aquí”, recuerda Molins.

‘Tunnel for unfolding time’, de Olafur Eliasson, una de las instalaciones creadas específicamente para el espacio artístico
CAHHEl exdirector de la galería Marlborough de Madrid comenzó a asesorarla particularmente, para sus casas, hasta que la coleccionista adquirió una monumental obra de Anselm Kiefer sobre Las flores del mal , de Baudelaire, y Molins le dijo que una pieza así no podía estar en una vivienda particular fuera de la vista del público. “La elección del palacio de Valeriola, que estaba en un estado ruinoso, tiene que ver con su voluntad de restaurar patrimonio y devolverlo a la ciudad, que ya ha llevado a cabo en edificios como la iglesia de San Nicolás o el Colegio del Arte Mayor de la Seda. Además, le servía para exhibir su colección, así que mataba dos pájaros de un tiro”, apunta la directora de la Fundación Hortensia Herrero, Alejandra Silvestre. “Además, no había que ir a una nave industrial a las afueras, estaba en el centro, donde está la gente”, tercia Molins.

El centro comenzó a gestarse tras la compra de Hortensia Herrero de la monumental obra de Keafer sobre 'Las flores del mal', de Baudelaire l
CAHHLa respuesta ha sido extraordinaria. De los 300.000 visitantes, el 60% fueron ciudadanos de València, un 30% público internacional y un 10% del resto de España. Aquel Kiefer cuelga hoy, en compañía de otras dos obras colosales del titán de la pintura, en la sala noble del palacio. Las ventanas están abiertas para que el visitante no pierda de vista la ciudad donde está, con recordatorios constantes a la que fue: un mosaico del siglo XVII, una fuente árabe, restos del antiguo circo romano...
Lee tambiénInspirándose en ese capítulo de la historia del edificio, Mat Collishaw, que formó parte junto a Damien Hirst y Tracey Emin del grupo de los llamados YBA (Young British Artists), creó Left in dust, una pantalla de led circular suspendida del techo por la que trotan caballos ante una multitud exaltada. El propio Collishaw concibió para el centro una segunda y envolvente videoinstalación en torno a las fallas.

'Transformer', de Mat Collishaw, videoinstalación inspirada en las fallas valencianas
CAHHSon algunos de los site-specific, obras creadas especialmente para el palacio que otorgan singularidad al proyecto y determinan su personalidad. Ya en el espectacular vestíbulo encontramos las poéticas nubes de colores o pompas de jabón de Tomás Saraceno, que, como la obra de teamLab, ofrece infinidad de irisaciones dependiendo del momento o de la luminosidad del día, y también los alfabetos de letras de Jaume Plensa enredándose por las paredes como si fueran una hiedra. Olafur Eliasson ha diseñado un túnel con 1.035 piezas de cristal con todos los colores del arco iris que solo podemos ver en el camino de ida; a la vuelta todo es oscuridad. Sean Scully ha intervenido la antigua capilla y Cristina Iglesias ha conectado el palacio con un edificio nuevo anexo al patio a través de un angosto paisaje mineral.
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