Dos hermanas y Amélie Nothomb

Tristane, la protagonista de El libro de las hermanas, la última novela de Amélie Nothomb, llega al mundo producto de unos padres que no la han engendrado por amor. El amor de Nora y Florent es escandalosamente adolescente y empieza y termina con ellos mismos, que no cesan de vivir el uno para el otro, o mejor: el uno en el otro. Encerrados en su cuarto, o hablándose por teléfono, en un idilio que el paso de los años no consigue romper y que otros envidian, acceden al hijo como una fase lógica de la convención asociada al matrimonio. Ante el romance perpetuo e indestructible de sus padres, Tristane, tan inteligente como precoz, no tardará en persuadirse de que la única forma de estar en el mundo es hacer las cosas por sí misma.
La conclusión, tan atroz como pragmática, dará pronto sus frutos. La niña sabrá leer a los dos años y medio; escribir a los tres, y logrará que sus cuatro primos cuasi analfabetos que le triplican la edad aprendan lo propio. Como organizadora de la casa, resulta mucho mejor que su madre. Tristane es, en definitiva, una niña-adulta brillante, pero a quien sus compañeros de escuela y sus propios padres definen como “apagada”. El brillo que le falta no es otro que el brillo del amor.
En el año 2003, el filósofo francés Jean-Luc Marion publicó un libro notable titulado El fenómeno erótico, donde pretendía cuestionar las bases de la filosofía cartesiana en este aspecto particular. Para resumirlo en palabras muy burdas, se trataba de descubrir si era posible describir al fenómeno erótico fuera del horizonte del ser. ¿Podía pensarse el fenómeno erótico en sí mismo, dejando así conceptos como la reciprocidad (el toma y daca, tan al uso en nuestros días de “responsabilidad afectiva”) fuera de la ecuación?
No existe amor recíproco, venía a decir Marion, porque el concepto de reciprocidad invalida el propio concepto de amor. El amor implica amar primero (como ama Dios, concluirá Marion, pero esa es otra historia). Y justamente, amar primero es la operación que hace Tristane cuando pide tener un hermano. Laetitia, la hermana que nacerá de sus padres cinco años después que ella, no es (nuevamente) un producto del amor, sino de la convención universalmente aceptada sobre la necesidad de aportar siempre al mundo dos hijos en lugar de uno solo; pero es, sin embargo, un producto del amor de una hermana que amó primero. El día en que Tristane conoce a Laetitia “se elevó una música que nunca se apagaría. Este fenómeno a medio camino entre el sonido y la luz repercutió de la una a la otra sesenta veces por minuto y por los siglos de los siglos”.
El amor de Tristane por Laetitia es, como todo amor verdadero, incondicional. Laetitia es hija de ese amor más que de sus propios padres y por eso no carga con el peso de una mirada triste. Ha sido amada incluso antes de ser concebida, y desde el día preciso de su nacimiento, con un amor “en sentido absoluto, el amor fuera de toda categoría”, como lo dice el narrador omnisciente de esta historia. Es como si Nothomb hubiera leído a Marion con ejemplar detenimiento.
El tiempo de la infancia es un tiempo presente, que en la novela transcurre y pasa a la adolescencia, y luego a la adultez. Curiosamente, estas dos hermanas descollantes, muy por encima de la media en las aulas escolares, que no tienen problemas para obtener becas en la Sorbonne (Tristane) o aprender instrumentos y formar bandas musicales (Laetitia), se descuelgan, como escribiría Pessoa, “por las ventanas traseras de la casa”.
En sus elecciones resplandece también el amor que no espera reciprocidad: Tristane tomará un puesto que nada tiene que ver con sus estudios universitarios en Letras para poder seguir leyendo sin parar, libro tras libro: única actividad que consigue maravillarla por completo. En cuanto a Laetitia, terminará fracasando en estadios de fútbol pero triunfando en la escena under mientras compone una música cada vez más perfecta.
El libro de las hermanas es un libro estructurado sobre duetos: dos hermanas que se aman, dos hermanas que son cara y cruz (Nora, la madre, y su hermana Bobette, una tía caótica y bebedora que adora a su sobrina mayor), los que forman Tristane y Laetitia con las diversas parejas que pasan por sus vidas, y el que engendra la semilla de esta historia: Nora y Florent, un amor sin terceros a pesar de sus dos hijas. En la simplicidad de la forma y en la contundencia del estilo reside su eficacia. Directo, irónico por momentos, por momentos doloroso. A estas alturas, con casi veinte libros publicados, el estilo Nothomb es casi inconfundible.
El libro de las hermanas, Amélie Nothomb. Trad. Sergi Pàmies. Anagrama, 176 págs.
Clarin