En la empresa del mañana, la gobernanza debe escuchar a los vivos

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En este foro colectivo, los actores involucrados en la transformación de las empresas –redes económicas como GenAct y C3D, y figuras destacadas de los campos de la ecología, el derecho y la sociedad civil– piden que se incluya a la naturaleza como un actor legítimo en la toma de decisiones económicas.
Este artículo es un artículo de opinión, escrito por un autor externo al periódico y cuyo punto de vista no refleja las opiniones del personal editorial.
Según el Foro Económico Mundial (FEM), el 50 % del PIB mundial depende directamente de la salud de los ecosistemas. Sin embargo, los flujos financieros destinados a la conservación de la biodiversidad representan aproximadamente el 0,25 % de este PIB mundial, según el informe sobre el cambio transformador de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES). Este peligroso desequilibrio debería bastar para despertar la conciencia económica, pero en la gobernanza corporativa, la naturaleza permanece notablemente ausente. No hay un espacio que represente sus intereses, a pesar de que la sostenibilidad de nuestros modelos económicos depende enteramente de la preservación de las condiciones biofísicas de la vida.
Y con razón. Durante mucho tiempo hemos concebido la naturaleza como un recurso de bajo costo, una reserva de materias primas, un flujo de recursos, un conjunto de servicios ecosistémicos gratuitos. Esta visión profundamente utilitaria ha propiciado el auge de una economía extractiva, basada en la maximización de la rentabilidad financiera a corto plazo, en detrimento del equilibrio ecológico a largo plazo. Pero ninguna empresa puede crear valor en un planeta muerto.
Sin embargo, las advertencias científicas son claras: el colapso de la biodiversidad, el calentamiento global y la destrucción de los ecosistemas. A pesar de la información extrafinanciera, las estrategias de RSE y los nuevos requisitos derivados de la directiva CSRD, los consejos de administración siguen centrados en preservar el capital financiero, relegando las externalidades ambientales, y en ocasiones incluso los derechos humanos, a la categoría de variables de ajuste.
Ante esto, es necesario un cambio de perspectiva. Debemos reconocer que la naturaleza no es algo inerte, sino una comunidad viva e interdependiente, un sujeto político y jurídico con pleno derecho, con intereses distintos de los intereses financieros, necesidades y derechos propios.
Hasta el siglo pasado, la falta de representación de los representantes del personal reducía a los trabajadores a una masa trabajadora sin voz ni rostro. No fue hasta 2011, con la Ley Copé-Zimmermann , que nuestra legislación respondió a la urgente necesidad de impulsar un cambio de mentalidad y prácticas combatiendo la infrarrepresentación sistémica de las mujeres en los consejos de administración, resultado de una cultura patriarcal y un estado donde, durante demasiado tiempo, se ha considerado a las mujeres por su capacidad procreativa y su rol de madres, como sujetos exiliados del mundo político y económico.
Ante los críticos desafíos de nuestro siglo, el gobierno corporativo debe evolucionar para enviar una señal fuerte: la de una sociedad donde la naturaleza ya no es vista como un simple recurso al servicio de las actividades económicas, sino como un “actor” de ellas, estando representado en los lugares de toma de decisiones económicas.
Esta propuesta se enmarca en la filosofía de los derechos de la naturaleza, una idea emergente que goza de creciente éxito en todo el mundo. Afirma que las entidades naturales —ríos, bosques, etc.— son sujetos de derecho con derechos intrínsecos, independientemente de su utilidad para los seres humanos. Este enfoque ya ha encontrado aplicaciones concretas en el mundo económico: en 2022, la empresa británica Faith In Nature integró a un administrador guardián de la naturaleza en su consejo de administración. Por su parte, Patagonia ha puesto todas sus acciones bajo la responsabilidad de un fideicomiso ambiental, convirtiendo a la Tierra en su único accionista. En Francia, Norsys ha optado por confiar a la naturaleza la presidencia de su fundación de accionistas y darle un lugar en su consejo de ética, su comité de misión y su comité social y económico (CSE). Estas iniciativas demuestran que este cambio es posible, e incluso significativo y estratégicamente coherente.
Representar la naturaleza en los negocios no significa introducir la ecología como una limitación o un coste adicional. No se trata de proteger algo externo a nosotros, una víctima de la naturaleza, ni de imponer un ser humano disfrazado de Pachamama, sino de construir un modelo de gobernanza consciente de que nuestra prosperidad económica depende de un entorno vital y un clima estables, pero también de entornos saludables. Significa restablecer las actividades humanas en una lógica de reciprocidad con el medio ambiente y los demás seres vivos, e iniciar una transición hacia modelos de negocio regenerativos, conscientes de nuestra deuda ecológica.
Concretamente, se trata de integrar en los consejos de administración a directivos capaces de defender nuestras interdependencias con los vivos y de recordarnos constantemente nuestras responsabilidades hacia los seres no humanos y los entornos inmediatamente afectados por las consecuencias de nuestras decisiones económicas.
Esto no es una utopía. Es una emergencia.
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Entrevista : "¿Por qué no imponer guardianes de la naturaleza en los consejos de administración de las empresas?"
FIRMATARIOS (extracto)
- Fabrice Bonnifet, presidente de GenAct y del Colegio de Directores de Desarrollo Sostenible (C3D)
- Marine Calmet, presidenta de Wild Legal y vicepresidenta de GenAct
- Corinne Lepage, ex ministra de Medio Ambiente, abogada ante el tribunal
- Pierre Larrouturou, exdiputado del Parlamento Europeo, exmiembro del Alto Consejo para el Clima
- Alexandre Rambaud, codirector de las cátedras de "Contabilidad Ecológica" y "Doble Materialidad", cofundador de Cerces (Círculo de Contadores Ambientales y Sociales)
- Olivier Hamant, director del Instituto Michel Serres
- Eric Duverger, fundador de la CEC (Convención Empresarial para el Clima)
- Pierre-Henri Gouyon, profesor emérito del Museo Nacional de Historia Natural
- Sylvain Breuzard, presidente de norsys y creador del modelo de empresa permanente
- Thomas Breuzard, director comercial permanente de Norsys y copresidente de B Lab France
- Charlène Descollonges, ingeniera hidrológica
- Pierre-Yves Burlot, presidente de la OREE
- Kalina Raskin, directora ejecutiva de Ceebios
- Laurent Tillon, ingeniero forestal de la ONF
- Mélanie Tisserand Berger, expresidenta del Centro de Jóvenes Líderes (CJD)