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El nuevo régimen cambiario decidido por Milei es un punto de inflexión para Argentina. ¿Pero funcionará?

El nuevo régimen cambiario decidido por Milei es un punto de inflexión para Argentina. ¿Pero funcionará?

Javier Milei (ANSA)

Política económica

El tipo de cambio dejó de ser fijado por el Banco Central y pasó a moverse dentro de un sistema de bandas de fluctuación. Riesgos, oportunidades y una comparación con los casos de Israel, Chile y Colombia

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Desde hace aproximadamente un mes, el tipo de cambio en Argentina dejó de ser fijado por el Banco Central y comenzó a moverse dentro de un sistema de bandas de fluctuación. No se trata de un avance menor: supone un cambio significativo en la política cambiaria del gobierno de Milei , que busca lograr una transición ordenada hacia un régimen más flexible. Pero ¿cómo funciona exactamente este sistema? ¿Cuáles son las implicaciones para la inflación, las reservas y el control del mercado? ¿Y qué nos enseñan las experiencias de otros países que lo han adoptado en el pasado? En este artículo analizamos el nuevo régimen, sus riesgos potenciales y las condiciones necesarias para que funcione.

Argentina abandonó su política de tipo de cambio fijo (que aumentaba un 1 por ciento cada mes) para pasar a un régimen de “tipo de cambio flexible dentro de bandas divergentes”. ¿Qué significa? La mejor manera de entender esto es visualizar lo que sucedió. Hasta el mes pasado, el tipo de cambio oficial se movía con extrema regularidad, administrado por el Banco Central en un mercado altamente regulado. Esto provocó que muchas transacciones se realizaran en un mercado paralelo, lo que resultó en un dólar financiero más caro. A partir de ahora, el Gobierno ha establecido bandas divergentes: el techo aumenta un 1 por ciento cada mes y el piso disminuye un 1 por ciento cada mes. Si el tipo de cambio está dentro de la banda, el Banco Central no interviene y lo deja flotar libremente, en lo que se conoce como régimen de tipo de cambio libre o flexible.

Sin embargo, para que funcionara realmente como un intercambio libre, todavía faltaba algo. Y aquí es donde entra otro de los principales anuncios: la eliminación del control de divisas . Si bien algunas regulaciones se mantienen, la mayoría han sido eliminadas (la gente puede comprar dólares al tipo de cambio oficial, las empresas agroexportadoras ya no están obligadas a vender parte de sus dólares en el mercado financiero, las empresas pueden pagar las importaciones en efectivo sin tener que esperar 30 días, entre otras medidas).

Después de estos anuncios, la gran pregunta era: ¿cuánto subirá el dólar oficial? Muchos, incluida la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, habían especulado que el tipo de cambio subiría automáticamente a 1.400 pesos, el techo de la banda. Sin embargo, se estabilizó en torno a los mil 200 pesos, un alza del 10 por ciento. Por otra parte, como ahora la gran mayoría de las transacciones pueden realizarse en el mercado oficial, esto explica el desplome del dólar financiero y la reducción del diferencial a menos del 5 por ciento.

Un punto clave a destacar es que el cambio de régimen tuvo un impacto moderado en los precios. Aunque la inflación en marzo subió significativamente a 3,7 por ciento mensual, esto se debió en gran medida a la incertidumbre que reinaba en la economía: el gobierno estaba en plenas negociaciones con el FMI y había mucha especulación sobre qué pasaría con el tipo de cambio. Sin embargo, ayer se publicaron los datos oficiales de abril y la inflación cayó al 2,8 por ciento. Si bien se mantiene elevado, indica que el traspaso a precios no ha sido tan fuerte como en otros episodios de tensión cambiaria.

Otra característica distintiva de este nuevo régimen es el aumento de la volatilidad . Con el paso de los días, el tipo de cambio mostró marcadas fluctuaciones: bajó a 1.100 pesos y luego volvió a subir a 1.200. La cuestión es que si el Banco Central no interviene, el tipo de cambio se vuelve mucho más volátil, algo a lo que los argentinos no están acostumbrados. Por eso el gobierno introdujo las bandas: para contener esa volatilidad, evitar el pánico en los mercados o un aumento excesivo del tipo de cambio que impactara en la inflación. Podemos pensar en las bandas como un andador necesario para acompañar la transición hacia un régimen cambiario más flexible, como es el caso en la mayoría de los países.

¿Pero qué ocurre si el tipo de cambio alcanza el límite superior de la banda? En ese caso, el Banco Central interviene vendiendo tantos dólares como sean necesarios para que el tipo de cambio caiga por debajo del techo. Una pregunta común es: ¿qué pasa si el tipo de cambio no cae y permanece estancado en el techo? Aquí es donde entra el nuevo acuerdo con el FMI, que ha supuesto una nueva deuda de 20.000 millones de dólares, de los cuales 12.000 millones ya fueron transferidos y están en las reservas del Banco Central, listos para ser utilizados en caso de necesidad. Además, en la lógica monetarista y autorreguladora de los mercados que inspira la acción del gobierno de Javier Milei, hay un mecanismo adicional que debería evitar que el tipo de cambio se mantenga en el tope de la banda durante demasiado tiempo. Recordemos que cuando esto sucede la autoridad monetaria se ve obligada a vender dólares para mantenerlo en 1.400. Lo importante es que al vender esos dólares, el Banco Central recibe pesos a cambio y los retira de la circulación. Es decir: cuanto más tiempo se mantenga el tipo de cambio en el techo, más pesos se absorben. Esto debería eventualmente reducir la demanda de dólares (porque hay menos pesos para comprarlos) y hacer que el tipo de cambio vuelva a caer dentro de la banda.

El mismo razonamiento se aplica a la inversa si el tipo de cambio cae al piso de la banda. En este caso, el Banco Central compra dólares y a cambio emite pesos. Esta inyección monetaria debería, tarde o temprano, aumentar la demanda de dólares, empujando el tipo de cambio nuevamente hacia la banda. Este mecanismo debería hacer que el tipo de cambio oscile entre los límites (y en determinados momentos, toque el mínimo o el máximo).

Una comparación con los casos de Israel, Chile y Colombia

A fines de la década de 1980 y principios de la de 1990, Chile, Colombia e Israel adoptaron regímenes de bandas móviles similares al que Argentina está implementando hoy. Uno de los estudios más relevantes sobre este tema fue realizado por John Williamson, quien publicó un libro analizando los resultados y comparando los tres casos. Según el autor, uno de los elementos claves fue el nivel de inflación en el momento de la introducción del régimen: en Israel era del 18 por ciento anual, en Chile del 26 por ciento y en Colombia del 30 por ciento. En todos los casos, las bandas fueron parte de estrategias de desinflación en curso, no el punto de partida. Algo similar ocurre en Argentina, pero comienza con una inflación mucho más alta (56 por ciento anual).

Otro factor crucial fue el nivel de reservas internacionales y la credibilidad institucional. Israel y Chile iniciaron el régimen con una posición fuerte y un Banco Central independiente. Colombia, por el contrario, tuvo mayor debilidad fiscal, menor autonomía del Banco Central y un contexto político más inestable. En Argentina, la situación fiscal parece sólida, pero el nivel de reservas es bajo (aunque acaban de ingresar 12.000 millones de dólares gracias al préstamo del FMI, las reservas netas siguen siendo cero). En cuanto a los resultados, Williamson sostiene que la experiencia chilena fue positiva, aunque no exenta de tensiones. El sistema de bandas permitió reducir la inflación y mantener la estabilidad macroeconómica, pero a costa de una apreciación real que no se pudo evitar debido a la poca flexibilidad de las bandas ante una entrada masiva de capitales extranjeros (razón por la cual el tipo de cambio se mantuvo cerca del límite inferior de la banda durante mucho tiempo).

En el caso colombiano, una situación similar se presentó en los primeros años de aplicación: una fuerte entrada de capitales llevó al tipo de cambio a ubicarse cerca del piso de la banda, contribuyendo a una importante reducción de la inflación.

Sin embargo, las crisis asiática y rusa provocaron una interrupción repentina de los flujos financieros y una fuga de capitales extranjeros (en 1998 Colombia tenía un déficit de cuenta corriente del 6 por ciento del PIB), lo que hizo que el tipo de cambio saltara al tope de la banda. Sin acceso a los mercados y con las reservas en continua caída, el gobierno negoció en 1999 un acuerdo con el FMI que implicó un importante ajuste fiscal y monetario, así como la eliminación del sistema de bandas (el tipo de cambio pasó a flotar libremente). Aunque la crisis provocó una contracción importante del PIB, la inflación bajó significativamente y el tipo de cambio se mantuvo estable, lo que permitió que el nuevo régimen se consolidara sin mayores problemas.

En última instancia, las bandas de fluctuación pueden ser una herramienta útil para acompañar la transición hacia un régimen cambiario más libre, pero su éxito depende no sólo del mecanismo en sí, sino también del contexto en el que se implementan . Como muestran las experiencias de Chile, Israel y Colombia, no bastan reglas claras: se necesitan reservas adecuadas, disciplina fiscal y credibilidad institucional. En otras palabras, no se trata sólo de mover el tipo de cambio dentro de un corredor, sino de tener un plan económico coherente que le dé sentido a ese movimiento. ¿Argentina lo tiene hoy? Ésa es la gran pregunta.

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