Exámenes finales, la ansiedad de los niños es una señal de malestar que debemos escuchar

Hay una frase que se escucha a menudo entre los adultos al hablar del examen final: «Los exámenes siempre han sido estresantes, nosotros también los hemos vivido. Es normal». Sí. Es cierto. Pero lo que esta investigación demuestra es que hoy en día los exámenes ya no son solo estresantes. Se han convertido en algo más. Se han convertido en el reflejo de una condición más amplia, más sutil y más generalizada. Se han convertido en una lente a través de la cual observar cómo los jóvenes se perciben a sí mismos, sus límites, sus expectativas y, sobre todo, la idea del valor personal. Y esto lo cambia todo.
Los niños y la madurez: la encuestaPara la encuesta de Skuola.net y la Asociación Nacional de Adicciones Tecnológicas y Ciberacoso, escuchamos a 641 estudiantes italianos que se preparaban para sus exámenes finales. Los escuchamos sin interrumpirlos con nuestras suposiciones adultas. Sin buscar respuestas preconcebidas. Y lo que surgió es una imagen clara, no excesiva, sino profundamente cierta: el examen es solo el punto de partida de una incomodidad que también existe en otros ámbitos. No es el inicio del problema. Es el momento en que ese problema se manifiesta.
¿Qué hay detrás de la ansiedad ante los exámenes?Casi 7 de cada 10 niños a menudo piensan que no están lo suficientemente preparados. Pero lo que se percibe es que no se refieren solo a la escuela. "No estoy preparado" suena más a "No estoy a la altura". Más bien a "Nunca seré suficiente". Es una declaración de identidad, no académica. Y esto ya es un hecho que nos obliga a cambiar nuestra perspectiva.
El 61,9 % afirma estar muy estresado por el examen. Pero el estrés de hoy tiene características diferentes al de ayer. Está menos vinculado al miedo a una prueba objetiva y más a la sensación de tener que demostrar siempre que uno tiene el control, que siempre está lúcido y que siempre es productivo. Es un estrés que no empieza la noche anterior al examen, sino que ha invadido los días durante meses. Es un estrés que atañe al futuro, por supuesto, pero también al presente y a la percepción del propio valor hoy.
El deseo de escaparMuchos niños (32,4 %) mencionan la ansiedad como su emoción más prevalente. Otros (un sorprendente 20,7 %) afirman que el deseo de escapar es lo que más sienten. Es difícil no percibir en estas respuestas un mensaje que va más allá de la escuela. ¿Escapar de qué, exactamente? ¿Del ajetreo del estudio? ¿O de la presión constante por no decepcionar a nadie? ¿De los modelos a seguir inalcanzables que viven a diario en línea? ¿De la idea de que no hay margen de error?
Solo el 7% afirma sentirse tranquilo. No es un problema individual. Es un contexto que genera una incomodidad colectiva latente. Una falta estructural de espacio mental. Una ausencia de momentos en los que uno pueda simplemente sentirse "bien tal como está".
Y luego está el cuerpo, que como siempre cuenta la historia antes de cualquier palabra. El 29,8 % declara fuertes reacciones emocionales: ataques de llanto, ataques de ansiedad, arrebatos de ira. No se trata solo de inestabilidad emocional, sino de la dificultad para contener una carga interna que a menudo no encuentra canales para procesarse. El cuerpo grita cuando la mente ya no puede con él. Y hoy grita cada vez con más frecuencia.
Las diferencias entre hombres y mujeresEn la relación entre hombres y mujeres, surgen diferencias importantes. Las chicas hablan más, se expresan antes. Declaran más ansiedad, más inseguridad, más cansancio. Pero esto no significa que los hombres sean mejores. Significa que a menudo guardan silencio. O compensan, disimulan, somatizan de otras maneras. La ausencia de declaraciones emocionales no siempre es una fortaleza. A veces es solo el reflejo de un estereotipo que sigue pesando.
Teléfonos inteligentes e inteligencia artificialY mientras todo esto ocurre, hay dos actores silenciosos que influyen en la escena: el smartphone y la inteligencia artificial.
Más de la mitad de los estudiantes afirman distraerse a menudo con sus teléfonos mientras estudian. El 36,3 % afirma que su smartphone es una fuente de presión. El 40,4 % afirma que las notificaciones aumentan la ansiedad. Ya no se trata solo de distracción, sino de presencia mental. El smartphone está en todas partes. No es un simple objeto. Es el canal constante de comparación. Y la comparación continua en la adolescencia, cuando la identidad aún se construye, no es buena. Es perjudicial.
Luego está la inteligencia artificial. El 71,4 % de los niños la usa para prepararse. Pero no todos lo hacen con serenidad. Algunos dicen sentirse confundidos. Otros se sienten culpables. Algunos sienten que sus conocimientos ya no son tan buenos como los generados por una máquina. Algunos experimentan una sutil pero persistente sensación de incompetencia cada vez que leen una respuesta generada mejor que la suya.
No se trata de demonizar la tecnología. Sería ingenuo. Se trata de comprender la estructura emocional que los niños tienen al relacionarse con ella. Y esta estructura, en muchos casos, es frágil. Es permeable. Es influenciable. Carece de referencias internas estables.
Ahí es donde debe dirigirse nuestra mirada adulta.
Escuchemos a los niños sin juzgarlos.Esta investigación no pretende asustar. No busca el clamor. Pero pide algo muy específico: escuchar. Nada de paternalismo, ni soluciones preconcebidas, ni juicios. Una escucha auténtica. La que no intenta corregir de inmediato, sino que se detiene de antemano y acoge. Que reconoce que un chico en crisis por un examen, hoy en día, no solo está ansioso. Está inmerso en un mundo que lo solicita, lo observa, lo evalúa. Y no siempre le devuelve un espacio para ser, simplemente, imperfecto y en movimiento.
La madurez nunca ha sido una meta fácil. Pero hoy, para muchos, se ha convertido en un terreno donde está en juego mucho más que la evaluación final. Lo que está en juego es cómo se dirá el niño después. Si dirá: "Hice lo mejor que pude" o si dirá: "No fui lo suficientemente bueno". La escuela evalúa un examen. Pero los adultos, hoy más que nunca, estamos llamados a evaluar el contexto en el que se desarrolla esa prueba.
Y si ese contexto se compone de miedo, de rendimiento, de aislamiento, de comparaciones irrealistas y expectativas sin respaldo, entonces el problema ya no es el examen. El problema es todo lo demás.
El profesor Giuseppe Lavenia, psicólogo y psicoterapeuta, es presidente de la Asociación Nacional de Adicciones Tecnológicas, GAP y Cyberbullying “Di.Te” y profesor de Psicología de las Adicciones Tecnológicas en la Universidad E-Campus Profesor de Psicología del Trabajo y de las Organizaciones en la Universidad Politécnica de Marche
La Repubblica