Nuestros hijos y la adicción al smartphone: cómo surge y un decálogo para reducir los daños


Es la experiencia diaria de familias o docentes escolares hablar sobre los dos escenarios principales en los que se desarrolla la vida de niños y adolescentes. Una experiencia que, para estas personas en edad de desarrollo y, por lo tanto, que deben ser tratadas con cuidado, implica insomnio, cambios repentinos de humor, llanto repentino, aislamiento y dificultad para relacionarse con los demás. Y crisis de abstinencia. De dispositivos que ejercen una atracción cada vez más fatal.
Una multiplicidad de síntomas para una población en crecimiento. Como explica Giuseppe Ducci, director del Departamento de Salud Mental de Roma 1: «En nuestra unidad operativa dedicada al grupo de edad de 14 a 25 años, la única en Italia, el número de pacientes atendidos ha pasado de 800 a 1800 en los últimos cuatro años. No podemos afirmar que este aumento se deba únicamente a los teléfonos inteligentes, pero es evidente que estos dispositivos han desempeñado un papel fundamental. Los trastornos que observamos están casi todos relacionados con la desregulación emocional y afectiva —comenta el experto—. Algunos datos nacionales muestran que, en el grupo de edad adolescente, los casos de trastornos alimentarios se han triplicado y las conductas autolesivas o los intentos de suicidio se han duplicado en el período pos-COVID, sin que, no obstante, se haya producido un aumento en la tasa de suicidios. Es una clara señal de profundo malestar. La cuestión fundamental es que el teléfono inteligente no es solo una causa, sino también un síntoma: forma parte de un círculo vicioso en el que la tecnología se infiltra en un sistema afectivo y social ya de por sí frágil. Hablamos de una «vagancia sintomática»: en el mismo niño, la autolesión, los trastornos alimentarios, La agresión o el abuso de sustancias pueden presentarse en etapas alternas. Es un cuadro dinámico y complejo, difícil de atribuir a un único diagnóstico.
El Grupo Interparlamentario sobre Prevención y Reducción de Riesgos, presidido por el Honorable Gian Antonio Girelli, ha decidido abordar posibles acciones preventivas y culturales para fomentar el uso inteligente de la tecnología. El objetivo declarado es crear un pacto entre instituciones, expertos, escuelas y familias, comenzando con la presentación de un manual útil para padres para preservar la salud digital de sus hijos. «Debemos ser conscientes —explicó Girelli— de que es necesario regular y educar en el uso de las herramientas que nos brinda la ciencia. No hacerlo significa volverse, de forma más o menos consciente, dependientes de ellas. Solo anticipándonos a los escenarios, sin miedo, pero también sin optimismo superficial, podemos ganar la apuesta y evitar que la tecnología se convierta en un arma indebida y, en cambio, en un gran recurso».
Para Alessio Butti, subsecretario de la Presidencia del Consejo responsable de Innovación, «La adicción a los smartphones es un desafío urgente que afecta directamente a las nuevas generaciones y a toda la sociedad. El smartphone, a pesar de ser tecnológicamente neutro, incorpora patrones de uso a menudo arriesgados, generando problemas físicos como trastornos posturales e insomnio, pero también problemas de comportamiento como ansiedad social, pérdida de concentración y nomofobia. Es fundamental intervenir de inmediato, no con prohibiciones ni restricciones punitivas, sino mediante una seria formación en concienciación digital, un diálogo constante con las empresas fabricantes para el diseño de dispositivos más éticos y seguros, y normas claras para proteger, en particular, a los jóvenes. Solo uniendo fuerzas con la familia, la escuela, las instituciones y las empresas podremos revertir realmente esta preocupante tendencia».
Para Maria Rosaria Campitiello, Jefa del Departamento de Prevención, Investigación y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Salud, «estas adicciones deben abordarse adecuadamente. Los dos pilares fundamentales que sustentan las relaciones de los más pequeños y adolescentes son la familia y la escuela. Es aquí donde debemos intervenir. Las adicciones —añadió— son el problema fundamental en el contexto de las políticas de prevención. El 1,5 % del fondo nacional de salud se destina a este fin y un porcentaje también se destina a las adicciones a los teléfonos móviles. Si bien no es suficiente, somos conscientes de la centralidad de este tema en las políticas de salud pública. La importancia de la concienciación sobre el uso de dispositivos debe transmitirse mediante una comunicación sencilla a los jóvenes, niños y familias para que ellos mismos se interesen en abordar el problema».
Para el profesor Ducci, uno de los invitados al evento organizado en Roma por el Intergrupo Parlamentario, «lo que llamamos «adicción al smartphone» es solo la punta del iceberg de un problema mucho más profundo, que afecta a la calidad de las relaciones humanas, especialmente las emocionales y educativas, y se manifiesta ya en las primeras etapas de la vida. El uso del móvil empieza ahora muy temprano, incluso durante la lactancia: cada vez es más frecuente ver a madres que amamantan mirando la pantalla del móvil en lugar del rostro de su hijo. Esto socava las bases de la sintonía afectiva, que se construye precisamente a través de la mirada y el intercambio de emociones».
En la adolescencia, el fenómeno se agrava. «La sintonía emocional, base de la regulación emocional, ha sido progresivamente sustituida por la conexión. Pero sintonía y conexión son dos conceptos profundamente diferentes, casi opuestos. Las redes sociales, y TikTok en particular, han generado un auge de la conexión, pero a costa de las relaciones emocionales auténticas». Hay un hecho clave, subrayado por el profesor: «En 2013, con la caída del precio de los smartphones y su entrada masiva como regalo de primera comunión, todo cambió. La edad del primer uso ha disminuido drásticamente y hemos asistido a una explosión en el uso de las redes sociales por parte de los más jóvenes, en una fase crucial para el desarrollo de las áreas responsables de la regulación emocional. Esto ha contribuido al aumento de los trastornos externalizantes —como los cortes, las autolesiones, el consumo de sustancias, los trastornos alimentarios y las conductas violentas, especialmente digitales, como el ciberacoso— y de los trastornos internalizantes, como la ansiedad, la depresión y el aislamiento social».
Entre 2020 y 2021, con el confinamiento y la educación a distancia, «la situación empeoró aún más. Los adolescentes perdieron contextos normativos y relacionales fundamentales: la escuela, la socialización con sus iguales, la posibilidad de ser regulados por las frustraciones y los no. Los padres perdieron la autoridad educativa, con una grave incapacidad para decir no y un miedo terrible a la infelicidad, la frustración y la ira de sus hijos. Y la escuela comenzó a perder impulso».
Para Antonio D'Avino, presidente de la Federación Italiana de Pediatras, «el uso excesivo y precoz de dispositivos digitales por parte de niños y adolescentes está generando un impacto cada vez más evidente en la salud física, mental y relacional. Por ello, como Fimp, hemos puesto en marcha proyectos en varias regiones italianas destinados a informar y sensibilizar a familias y jóvenes sobre el uso responsable de la tecnología y los riesgos asociados a la exposición incontrolada».
En Cerdeña, por ejemplo, hemos desarrollado, junto con un equipo de psicólogos, el «balance de salud digital», un software que nos permite investigar los hábitos digitales, explorando diversos aspectos críticos: el tiempo frente a la pantalla, el nivel de protección y la exposición a contenido inapropiado, el riesgo de adicción, y analizando también el tiempo dedicado al estudio, la actividad física y la socialización. En Emilia Romagna, se lanzó el proyecto dedicado a los primeros 1000 días de vida, con el objetivo de informar a los padres sobre los peligros de la exposición temprana a las pantallas y promover momentos de convivencia y actividades al aire libre. Empezamos en Rímini, pero, dados los resultados positivos, tenemos la intención de extenderlo a toda la región. En Liguria, donde se utiliza el software «balance de salud digital», el proyecto está dirigido a preadolescentes y adolescentes y se centra en el uso de teléfonos inteligentes y la calidad del contenido digital consumido.
En total, explicó D'Avino, «más de 5.000 niños y jóvenes de entre 0 y 16 años ya han participado en estas regiones, con datos que confirman un panorama preocupante, a menudo subestimado. Estamos distribuyendo materiales educativos para guiar a padres e hijos hacia un uso más equilibrado de los dispositivos digitales. Nuestro mensaje es claro: de la conexión a la adicción, hay un corto paso, y se necesitan herramientas de prevención eficaces. El pediatra privado, hoy más que nunca, también desempeña un papel clave en la protección de la salud digital, ayudando a las familias a reconocer las señales de riesgo y proponiendo alternativas saludables como la actividad física, la lectura, el respeto al tiempo frente a la pantalla y un uso más seguro y protegido del contenido en línea».
Michela Gatta, directora de Neuropsiquiatría Infantil de Padua en la UOC, explicó que «el desarrollo neuronal no está determinado exclusivamente por la genética, sino que está profundamente moldeado por la experiencia del cerebro en desarrollo, lo que conlleva adaptaciones cruciales para las funciones cognitivas, psicoemocionales y conductuales». Esto, continuó, «ocurre gracias a la plasticidad neuronal, es decir, la capacidad del cerebro para cambiar y adaptarse a los estímulos ambientales». En particular, «durante la edad de desarrollo, la infancia y la adolescencia, el neurodesarrollo se caracteriza por periodos en los que la plasticidad neuronal alcanza su máximo nivel y los circuitos neuronales son más sensibles a los estímulos del entorno externo, tanto en términos de desarrollo como de daño y recuperación funcional. Las cifras indican un aumento en el uso de teléfonos inteligentes en la edad de desarrollo, con una reducción cada vez más significativa en la edad de acceso a la tecnología». Pero ¿cómo se remodela el sistema cerebral desde un punto de vista estructural y funcional en respuesta al estímulo del teléfono inteligente? Una de las consecuencias —explicó Gatta— se relaciona con la activación del sistema de recompensa del cerebro y determina la liberación de dopamina, un neurotransmisor que señala la presencia de un estímulo gratificante y la motivación para obtenerlo. Es similar a lo que ocurre con el abuso de sustancias y alcohol. Algunos signos de adicción al teléfono inteligente son cuando su uso se convierte en la actividad principal del día, asociado con síntomas de abstinencia, como ansiedad, irritabilidad/falta de control, tristeza si se le impide usarlo; pérdida de interés en aficiones o actividades previas de diferentes tipos; incapacidad para reconocer el tiempo que se pasa frente a la pantalla, con la necesidad de mentir al respecto. Lamentablemente, la práctica clínica destaca cómo el abuso del teléfono inteligente puede asociarse con un empeoramiento de la salud mental: trastornos del sueño; nomofobia (fobia a no usar el móvil); aumento de la ansiedad, depresión, falta de control emocional y conductual; falta de atención y dificultad para concentrarse; aislamiento social, por nombrar algunos. Por ello, el profesor Gatta subrayó «la importancia de definir estrategias de reducción de riesgos y de comprometerse a facilitar, desde los primeros años de vida, hábitos y estilos de vida correctos, incluido un uso equilibrado del smartphone».
1. Sea un modelo digital positivo
Los niños aprenden observando: los adultos también deben mostrar un uso moderado, consciente y relacional de los dispositivos, evitando la hiperconexión y valorando los momentos de calidad en familia. Padres y educadores también deben capacitarlos en su enfoque digital: a menudo son usuarios pésimos, poco conscientes de la herramienta y de sus implicaciones educativas y relacionales.
2. Establecer reglas claras sobre el uso de la tecnología
Define con tus hijos horarios específicos, límites de uso y espacios en la casa donde no se permite el uso de la tecnología, involucrándolos en la creación de las reglas para aumentar su efectividad.
3. Proponer alternativas válidas fuera de línea
Las actividades físicas, los juegos creativos, las lecturas compartidas, las experiencias al aire libre y los momentos de aburrimiento productivo son esenciales para un desarrollo equilibrado y para reducir la atracción por las pantallas. En este contexto, también es importante potenciar la lectura tradicional como una fuente de crecimiento y educación "diferente" de la digital: un alimento para la mente y la imaginación que desarrolla la concentración, la empatía y el espíritu crítico.
4. Prohibir el uso de dispositivos como herramienta de consuelo o distracción.
Ofrecer una pantalla para calmar a un niño impide el desarrollo de su capacidad para reconocer y gestionar las emociones. Los dispositivos no deben sustituir la presencia, la escucha ni el diálogo.
5. Protege los momentos relacionales
Las horas de comida, la hora de dormir, las conversaciones familiares y las actividades compartidas deben permanecer libres de distracciones digitales para fomentar los lazos emocionales y la comunicación auténtica.
6. Adaptar el uso de los dispositivos a la edad
o No realizar pruebas de detección antes de los 2 años
o Antes de los 5 años, nunca enciendas las pantallas sin la presencia activa de un adulto.
o Antes de los 12 años, evitar el acceso independiente a las redes sociales e Internet.
7. No te adelantes a tu entrada en las redes sociales
El uso temprano y directo de las redes sociales expone a los niños a riesgos emocionales, relacionales y cognitivos. Es recomendable acompañar gradualmente al niño en el descubrimiento de lo digital, con herramientas seguras y protegidas.
8. Supervisar activamente
Compartir tiempo en línea, saber qué aplicaciones usan sus hijos y hablar sobre lo que ven y experimentan en línea es una parte esencial de la responsabilidad parental.
9. Reconocer las señales de advertencia
La búsqueda obsesiva del dispositivo, las reacciones agresivas ante su ausencia y el creciente aislamiento de las actividades cotidianas pueden indicar una adicción persistente. Si se presentan estas señales, es importante consultar con un profesional de la salud mental.
10. Actuar juntos como comunidad educativa
La prevención es más eficaz cuando las escuelas, las familias, la atención médica y las instituciones colaboran. Es hora de unir fuerzas para garantizar que nuestros niños crezcan digitalmente de forma sana, segura y consciente.
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