Dale paz a mi corazón, Ricard

Para completar aquella inspección periódica, la doctora me iba preguntando cosas:

–¿Enfermedades crónicas?

–No.

–¿Duerme bien?

–Sí.

–¿Toma medicamentos habitualmente?

–No... Mire, doctora, la verdad es que no tengo ninguna dolencia –le dije, viniéndome arriba, hinchando el pecho.

Y entonces, vino el electrocardiograma.

Y entonces, la doctora puso cara de susto.

–¿Qué le pasa a su corazón?

–Nada.

–Late demasiado lento. Y la gráfica marca una curva que no me gusta. Explíquemelo o le ingreso ya.

Su cara de susto me asustó. Balbuceé:

–Si tengo el pulso bajo es porque había sido atleta de élite y sigo entrenándome duro. Y lo de la curva pronunciada, no sé qué decirle.

–Pues hable con su cardiólogo de confianza, si lo tiene. O le ingreso ya.

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Con el corazón encogido (nunca mejor dicho), llamé a Ricard Serra Grima.

La llamada fue un bálsamo, pues Ricard Serra Grima me dijo:

–Tu latido siempre tuvo esa curva. No te preocupes demasiado.

–¿Cómo puedes recordarlo? ¡Han pasado 25 años desde la última vez que me auscultaste!

–Yo me acuerdo de todos los corazones.

Sí, me dio paz.

Ricard Serra Grima lleva cincuenta años cuidando el corazón de miles de deportistas catalanes, incluido el mío. Lo ha hecho en la residencia Blume, en el Barça o en el hospital de Sant Pau, y de todas aquellas inspecciones ha ido tomando notas, guardándolas y ordenándolas para acaso darles salida en un futuro. El momento es ahora: su proyecto elefantiásico ha acabado desembocando en un estudio que reúne a 444 exdeportistas de élite –atletas, nadadores, ciclistas, gimnastas, tenistas, waterpolistas, remeros, jinetes, baloncestistas, jugadores de rugby y hockey...– y que presentó hace unas semanas en el recinto de Sant Pau, en un ejercicio que nos llevó al pasado.

Así que, de súbito, exdeportistas cincuentones y sesentones volvimos a vernos las caras tantos años más tarde, reunidos para asomarnos al auditorio y escuchar a Ricard Serra Grima, que es cardiólogo, profesor y padre espiritual y, entre análisis y datos, nos contaba:

–Que sí, queridos deportistas, que habéis hecho bien. Tantos años más tarde, puedo confirmaros científicamente que el deporte de élite no compromete la salud futura del corazón del deportista.

Y dicho lo cual, unos cuantos nos abrazamos y así, abrazados, abandonamos el recinto y nos fuimos a tomar unas cañas a la salud del gurú.