El milagro de la puerta 51 de Craven Cottage

La primera impresión de Craven Cottage (campo del Fulham) es la de una fábrica textil de la revolución industrial. La tribuna que da a Stevenage Road, que lleva el nombre del exjugador Johnny Haynes, fue diseñada en estilo art déco por el arquitecto Archibald Leitch, junto con otras similares de Anfield, Old Trafford y Hampden Park que hace ya mucho tiempo pasaron a mejor vida. Data del 1905 (la más antigua de la Premier), está catalogada como edificio histórico y no se puede tocar. Sus viejos asientos de madera no son los más cómodos del mundo, pero transportan a otra época en la que el juego del balón (y todo) era muy diferente.
El contraste no podía ser mayor con la tribuna del lado del río (Riverside Stand), una metáfora de las dos Gran Bretañas, y de que el 1% de las personas más ricas del mundo amasan el 99% de la riqueza. Traspasar la puerta 51, por la que entran quienes han comprado una entrada vip por entre 3.600 y 25.000 euros (por partido), es como entrar en el país de las maravillas sin ser Alicia. Nueve niveles del lujo más suntuoso que se pueda imaginar, mayor que el de cualquier otro estadio o pabellón deportivo del planeta, incluidos el SoFi de Los Ángeles y el ATT Stadium de Dallas.
Lee también Dispone de habitaciones, guardería, un piano como el del ‘Titanic’ y una piscina al aire libre en el piso nueveEs más un club privado dentro de un estadio que una tribuna, como demuestra el hecho de que cuando no hay partido (que es la inmensa mayoría del tiempo) está abierto a socios que pagan alrededor de mil euros al año, lo cual les da derecho a acceder a los restaurantes y bares de los nueve niveles (uno con un gran piano de cola que recuerda al Titanic , otro como el Orient Express en homenaje a Agatha Christie), y a la piscina al aire libre del piso nueve, encima del córner (desde el agua no se puede ver pero sí oír el desarrollo del partido, con un mojito o una copa de Veuve Clicquot en la mano, si el tiempo lo permite, claro, que no es siempre, ni mucho menos). El ambiente ha sido descrito como el de un rascacielos de Dubái.
En la zona vip de Craven Cottage, a la que se acede por una escalera dorada propia de película de James Bond, hay habitaciones privadas como en un club de Mayfair, con balcones mirando al Támesis (la tribuna está prácticamente encima del río), desde donde se pueden observar las piraguas y embarcaciones de vela surcando sus aguas contaminadas, y uno se encuentra como obsequio sobre la mesa una camiseta firmada por los jugadores del equipo. Los días de partido hay música en vivo y catering suministrado por algunos de los mejores chefs de la ciudad. No falta una guardería para dejar a los niños demasiado pequeños para gozar del fútbol.
Las áreas vip de otros campos ingleses están bien, pero ni punto de comparación con la del Fulham, un equipo que acabará la temporada en la parte de arriba de la tabla, pero sin entrar en la Europa League, que lleva cuatro años seguidos en la Premier y es propiedad del magnate norteamericano de origen paquistaní Shahid Khan. Desde el Club Túnel del Tottenham se aprecia a través de un cristal cómo los jugadores van del vestuario al terreno de juego; el Club Banquillo del Chelsea está justo detrás de la banqueta con el entrenador, el masajista y los suplentes, permitiendo acceder al césped después del partido; el Club Diamante del Arsenal ofrece asientos con su propia calefacción y televisor individual; y quienes paguen 1.200 euros en el nuevo estadio del Everton tendrán a su disposición un mayordomo particular, y dispondrán de butacones reclinables como si fuera un cine.
Pero nada como entrar en el fútbol a través de la mágica puerta 51 de Craven Cottage. Aunque lo que hay del otro lado sea un monumento a la desigualdad social, la riqueza y el privilegio, al que los hinchas normales no tienen acceso.
El fútbol moderno Alfombra roja para los turistas y millonarios que no preguntan el precioAficionados del Chelsea, el Manchester City, el United y otros clubs han protestado contra la subida de los precios de las entradas normales, y el hecho de que cada vez se pongan menos a la venta para hacer más espacio a los vip y a los turistas que no preguntan lo que cuestan, y dejan más dinero que los hinchas locales con comida, bebida y mercadotecnia. Algunos abonados de Old Trafford que tenían asientos justo detrás del banquillo han sido trasladados a otras zonas del estadio, porque los suyos han sido reciclados como prémium. De la tradición de clase obrera del fútbol inglés queda cada vez menos.
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