Salario y productividad

Nos gustaría tener en México los mismos salarios que se tienen en Estados Unidos, pero se nos olvida que los salarios están relacionados directamente con la productividad. Es verdad que los empresarios chicos, medianos o grandes, pueden castigar sus ganancias, pero no tanto que se desaliente el esfuerzo y la inversión.
Sabemos igualmente que el salario y el gasto siempre están jugando parejas justo con el fin de ser parejos. Si se debe pagar más salario, se debe cobrar más por lo que se produce, fórmula perfecta para pulverizar los aumentos y potenciar la inflación.
Quisiéramos tener legisladores respetables por su capacidad y por su honestidad; sin embargo, en la mente de no pocos ciudadanos, los legisladores podrían ser vistos como un conjunto de personas que en su vida han trabajado ni producido nada, y genera indignación que, de ser así, estos amigos se dediquen a decir al empresario lo que debe pagar y lo que debe cobrar, sin desconocer las atribuciones que en este punto tienen las leyes.
Es de especial importancia y asunto de la mayor justicia que maestros y policías tengan salarios generosos, pues el trabajo que realizan es de enorme trascendencia en el primer caso, y de gran riesgo en el segundo, pero debiera primar en México el saludable principio de que el salario se otorga según los resultados de quien lo devenga. Si esta norma se tuviera en operación, no sé cuántos miles de maestros y policías serían no sólo despedidos sino hasta procesados. También sé que no pocos maestros y policías se harían millonarios, pues los resultados de su trabajo lo avalarían.
Los apoyos a las personas de la tercera edad o en determinadas condiciones de necesidad ubican a México entre los países más solidarios y comprometidos con los grupos sociales vulnerables, pero estos apoyos no podrían crecer al infinito como si fuésemos una potencia mundial con una alta y competitiva productividad. Hacer de estos apoyos una permanente manera de congraciarse con la gente arruinaría la vida de todos, pues si las percepciones del Estado se agotan en apoyos sociales y pagos a la crecida y cara burocracia, como ya está sucediendo, los demás importantes rubros del gasto nacional quedarán desamparados, o se optará por atenderlos endeudando aún más al país. Recordemos, además, que el gasto público inteligente es el que se invierte en hacernos más productivos, no más atenidos.
Existe además una paradoja, los dos países de la OCDE con mayor número de horas trabajadas a la semana, México y Colombia, son también los dos países con menor productividad por hora trabajada. Sin duda es más productiva una hora fabricando chips que ollas de barro, pero es más productiva una semana haciendo ollas que matando el tiempo en una oficina burocrática, o clavados en el celular de alguna tienda comercial.
Llevar el salario mínimo a los 10 mil pesos mensuales y reducir la jornada laboral a 40 horas no debieran ser temas políticos, sino consecuencia de una profunda reingeniería económica y laboral que garantice un salario en orden a resultados, y una mejor jornada según productividad, si una persona puede realizar su trabajo rápido y de manera productiva, ¿por qué imponerle una jornada mayor? Y si otra no es capaz de hacer lo que debe en la jornada que tiene, ¿cómo reducírsela aún más?
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