Aranceles: La crisis que Sheinbaum y la oposición usan como arma

La amenaza de aranceles de Donald Trump ha desencadenado una intensa partida de ajedrez político en México. Mientras la presidenta Sheinbaum contraataca señalando el tráfico de armas desde EE.UU., la oposición utiliza la crisis para fustigar la política de seguridad del gobierno.
La amenaza de un arancel del 30% por parte de Estados Unidos ha trascendido la esfera económica para convertirse en el epicentro de una compleja batalla política en México. La crisis ha proporcionado a todos los actores políticos, desde el gobierno hasta la oposición, una poderosa arma para avanzar en sus respectivas agendas, revelando las profundas fracturas y estrategias en el manejo de la relación con el vecino del norte y la seguridad nacional.
El desafío central para la administración de la presidenta Claudia Sheinbaum es monumental: negociar una salida a una crisis donde las palancas económicas están intrínsecamente ligadas a las exigencias de seguridad de un socio comercial dominante y a menudo impredecible.
Para los partidos de oposición, principalmente el Partido Acción Nacional (PAN), la amenaza de Trump es la prueba irrefutable del fracaso de la estrategia de seguridad del actual gobierno. Legisladores opositores han argumentado que el arancel no es más que una consecuencia directa de la incapacidad del Estado mexicano para controlar a los cárteles y frenar el flujo de drogas hacia Estados Unidos.
Esta narrativa busca capitalizar el descontento ciudadano con la inseguridad y posicionar a la oposición como la única fuerza capaz de «redirigir» una política que, a su juicio, ha puesto en riesgo la estabilidad económica del país. El mensaje es claro: la debilidad en seguridad se traduce en vulnerabilidad económica.
Frente a estas acusaciones, el gobierno de Sheinbaum ha desplegado una potente contranarrativa que busca reequilibrar la balanza de la responsabilidad. La presidenta ha recordado públicamente que la violencia en México es alimentada en gran medida por el flujo masivo e ilegal de armas de alto poder desde Estados Unidos.
Al poner el foco en el tráfico de armas, el gobierno mexicano no solo se defiende de las críticas, sino que pasa a la ofensiva diplomática, argumentando que la crisis de seguridad es un problema de corresponsabilidad que no puede ser resuelto únicamente con acciones del lado mexicano. Este «juego de culpas» es una táctica diseñada tanto para fortalecer la posición negociadora de México como para consolidar el apoyo nacionalista interno.
Mientras la batalla política se libra en México, es relevante notar las presiones internas que enfrenta el propio Donald Trump. Temas como el «enigma Epstein» y la necesidad de mantener movilizada a su base de seguidores del movimiento MAGA podrían estar influyendo en su política exterior agresiva, utilizando los aranceles como una herramienta de distracción o de demostración de fuerza para su electorado.
A pesar de la polarización interna, la amenaza externa ha generado algunos momentos de unidad. Un ejemplo notable es el respaldo unánime que el Congreso de Nuevo León, un estado con fuerte presencia opositora, ha manifestado hacia las negociaciones del gobierno federal. Este gesto demuestra que, ante una amenaza directa a la economía nacional, pueden surgir consensos transversales, aunque sean temporales.
La crisis arancelaria, por tanto, es mucho más que una disputa comercial. Es un espejo que refleja las tensiones, estrategias y vulnerabilidades de la política mexicana en el siglo XXI, donde la seguridad interna, la política exterior y la salud económica están indisolublemente entrelazadas.
La Verdad Yucatán