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Sánchez y Feijóo: un capitán a la deriva frente a otro con viento a favor

Sánchez y Feijóo: un capitán a la deriva frente a otro con viento a favor

El capitán no se desentiende cuando viene mala mar, se queda a capear el temporal y a llevar la nave a puerto", con estas palabras justificaba Pedro Sánchez el viernes su decisión de permanecer al frente del PSOE y del Gobierno pese a la crisis sin precedentes que sufre. En un comité federal de más de siete horas (más largo incluso que el de 2016 en que salió escaldado), el líder socialista obtuvo el respaldo de un grupo formado mayoritariamente por personas por sueldos públicos. Las escasas críticas, la más dura de Emiliano García Page, fueron respondidas por los palmeros más activos del presidente, encabezados por el histriónico Óscar Puente.

El secretario general del PSOE se ha convertido en un capitán que navega a la deriva, con el único objetivo de ganar tiempo a la espera de que amaine la tormenta. Algo prácticamente imposible, teniendo en cuenta todos los indicios de los próximos informes de la UCO de la Guardia Civil, que auguran nuevas revelaciones de corrupción que podrían afectar a más líderes socialistas. Presidentes autonómicos, ministros y altos cargos están en la lista de sospechosos, que se podrían unir a los dos hombres de la máxima confianza del líder, José Luis Ábalos y Santos Cerdán.

La autocrítica no existió en el cónclave. Lo único que reconoció Sánchez fue haberse equivocado al elegir a sus más cercanos colaboradores. Insistió en sentirse traicionado, incluso "tocado", pero afirmó que tiene toda la fuerza para seguir luchando contra la "jauría ultra". Poca cosa para ilusionar a un equipo y un electorado decepcionado.

Para colmo de los males, Francisco Salazar, otro de sus hombres más cercanos, fue eliminado de la lista de la nueva ejecutiva federal y de su puesto en la Administración, tras las acusaciones de acoso sexual cometido en Ferraz y en La Moncloa contra sus colaboradoras. La portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, le defendió públicamente al entrar en la reunión, pero tuvo que rectificar a las pocas horas, incluso cambiándole el nombre de Paco a Francisco. Cosas del relato.

Mañana miércoles, el capitán socialista medirá el grado de apoyo de sus socios y aliados en una comparecencia en el Congreso de los Diputados que se le presenta especialmente complicada. Hasta ahora, la respuesta de Sánchez ante la corrupción detectada en su partido y su gobierno no ha sido más que un cúmulo de buenas palabras y unos cambios cosméticos en su ejecutiva. Pero mañana deberá enfrentarse a los ataques del PP y de Vox, y a las dudas de Sumar, Podemos, ERC, Junts, PNV, EH Bildu y el resto de sus aliados de investidura. Yolanda Díaz ya le ha advertido de que debe pactar las medidas contra la corrupción. Como si hubiera medidas.

El barco del capitán Sánchez avanza hacia los acantilados sin que quien está a los mandos del timón sea capaz de cambiar de rumbo. La nueva portavoz en el PSOE, Montse Mínguez (a ver cuánto dura, porque los anteriores han tenido un recorrido muy corto), se aferró a la vieja y cansina doctrina de "y tú más", al enumerar los casos de corrupción del PP, sin aportar nada nuevo sobre los planes de la nueva ejecutiva socialista. Y el ministro para la transformación digital y de la Función Pública, Óscar López, intentaba vender los logros del gobierno de coalición en los últimos siete años (hay que reconocer que los ha tenido), mientras se quedaba sin razones para justificar que no se convoque una moción de confianza. "¿Por qué?", le preguntó el entrevistador; "porque no", respondió sin dudarlo. Fin de la cita.

Al otro lado

Al otro lado del espectro político, Alberto Núñez Feijóo ha vivido un fin de semana de euforia, a lo mejor excesiva. El presidente del PP, reelegido por unanimidad en su congreso y con el apoyo explícito de todos los barones regionales (incluso Isabel Díaz Ayuso llegó a decir que "tuyo es el partido, nos tienes a todos detrás de ti"), navega ahora con el viento a favor y con unas propuestas claras para pasar de ser oposición a alternativa real del gobierno. "Llegué para reconstruir el partido y ahora tengo que reconstruir el país", dijo.

Feijóo se apoyó en una ponencia política muy armada, con el foco y una hoja de ruta centrista y reformista. Un nuevo partido muy a su medida. Los populares han creado un estado de ánimo optimista, incluso eufórico, por primera vez en un PP que avanza unido, sin fisuras. El presidente sabe que es su momento, con el viento y la corriente a favor y con el contrincante a la deriva.

En su discurso final, el líder centrista enumeró doce medidas para un "gobierno decente en un tiempo nuevo". "Para acabar con la pesadilla", Feijóo lanzó los siguientes compromisos: gobierno en solitario, instituciones neutrales, nuevas leyes judiciales, futuro para los jóvenes, educación exigente, igualdad real, apoyo a la familia, pensiones viables, no al infierno fiscal, reducir inmigración ilegal, plan de vivienda y mejora de la sanidad. Toda una declaración de intenciones situada en el espectro del centro derecha, aunque haya algunas concesiones a Vox.

Esa es una de las asignaturas pendientes del presidente del PP para "construir una mayoría social para gobernar en solitario". El partido de Santiago Abascal sigue creciendo en las encuestas, especialmente entre el electorado más joven y su actitud agresiva contra los populares le hacen un compañero de viaje incómodo. Sus exigencias ultras han causado muchos disgustos a un partido que sabe que la mejor fórmula para ganar ampliamente pasa por la centralidad.

Los mayores éxitos históricos del PP, en tiempos de José María Aznar y Mariano Rajoy, han venido por ocupar ese espacio del centro derecha que aglutina a la mayoría de los españoles. El propio Alberto Núñez Feijóo o Juanma Moreno consiguieron neutralizar a Vox en Galicia y Andalucía con propuestas centristas, incluso transversales, como ahora plantea la ponencia política del PP.

Es una buena estrategia expresar el deseo de gobernar en solitario, aunque no se renuncie a pactar con la ultraderecha o los nacionalistas. La fragmentación política impide obtener mayorías absolutas y ningún partido debe renunciar a obtener apoyos de otras fuerzas políticas, siempre que estén dentro del marco constitucional.

Nada que ver con los acuerdos de Pedro Sánchez con grupos antisistema, enemigos de la Constitución de 1978 y que han cometido gravísimos delitos, que han indultado o amnistiado sin vergüenza alguna.

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