Fracaso diplomático: Estambul merece más que un consulado honorario

Durante mis vacaciones en Estambul, decidí, como siempre hago cuando viajo, comprobar la ubicación del consulado portugués. Para mi sorpresa, en una de las mayores metrópolis euroasiáticas, Portugal solo está representado por un cónsul honorario, lo cual, en mi opinión, constituye un grave defecto, ya que parece que el Estado portugués ignora la importancia histórica, estratégica y simbólica de Estambul. Antigua capital de tres imperios —romano, bizantino y otomano—, sigue siendo uno de los principales centros urbanos del mundo, una encrucijada de continentes, civilizaciones e intereses geopolíticos. Con más de 15 millones de habitantes (datos de 2023), es la mayor metrópoli de Turquía y una de las ciudades euroasiáticas más influyentes de la actualidad y de la historia. Que Portugal, un país con vínculos históricos con el Mediterráneo y con supuestas ambiciones diplomáticas globales, mantenga allí únicamente un consulado honorario —y no una representación consular profesional y permanente— es algo que nos avergüenza desde un punto de vista diplomático. Esta ausencia tiene implicaciones reales para los ciudadanos portugueses residentes en la ciudad, para los turistas, para los empresarios y para los intereses del Estado portugués en la región.
¿Qué es (in)visible?
Cabe recordar que un Consulado Honorario no tiene jurisdicción funcional, no puede emitir pasaportes, no gestiona visas ni cuenta con personal diplomático de carrera. De hecho, es un simple punto de contacto simbólico utilizado para enviar mensajes protocolarios y brindar asistencia ocasional, sujeto a la disponibilidad voluntaria de la persona que ocupa el cargo. Por lo tanto, no está a la altura de las necesidades de un país que busca ser relevante y estar estratégicamente posicionado para fortalecer a la persona responsable en su política exterior.
Mientras tanto, capitales europeas y no europeas de tamaño comparable o menor a Lisboa cuentan con representaciones diplomáticas permanentes en Estambul, Costa Rica, Panamá, Eslovenia, Eslovaquia, Dinamarca, Ecuador y Uruguay, entre muchas otras. La gran mayoría de los países europeos están representados en esta metrópoli, incluyendo Alemania, Francia, España, Italia, Grecia y Polonia, todos los cuales mantienen consulados generales activos en la ciudad, muchos de ellos con equipos multidisciplinarios y servicios consulares integrales. Estos países no han dudado en reconocer que Estambul no es una ciudad más: es un centro económico, cultural y geoestratégico que merece atención institucional permanente. En contraste, Portugal figura en una lista de países, junto con Finlandia, Islandia, Letonia, Luxemburgo y San Marino, representados por un solo cónsul honorario.
La realidad del flujo portugués
La situación se vuelve aún más incomprensible si consideramos el crecimiento del flujo de portugueses a Turquía, y en particular a Estambul, en los últimos años. Turkish Airlines y TAP mantienen múltiples vuelos directos semanales entre Lisboa y Estambul, y entre Oporto y Estambul (cuando se consultó la cifra el 25/06/2025, había dos vuelos directos diarios entre Lisboa y Estambul, y entre Oporto y Estambul), con miles de turistas portugueses visitando la ciudad cada mes. Además, hay más de 4.000 portugueses trabajando, estudiando o invirtiendo en Turquía.
De hecho, existe una creciente presencia de ciudadanos portugueses que trabajan, estudian o invierten en Turquía. Ante emergencias, pérdida de documentos, problemas de salud o legales, estos ciudadanos se sienten desamparados, obligados a contactar con la Embajada en Ankara —a más de 450 km de distancia— o, en el mejor de los casos, a depender de la buena voluntad de otros Estados miembros de la Unión Europea. No parece aceptable que Portugal permita que estos ciudadanos se sientan institucionalmente desatendidos, viéndose privados del mismo nivel de protección y servicio consular disponible en otras geografías de menor complejidad o importancia estratégica. Esta ausencia transmite debilidad y falta de visión, ya que mantener únicamente una presencia honoraria en Estambul es una señal inequívoca de desinterés. El país no está interesado en invertir en su red consular, descuidando a sus ciudadanos en el extranjero y, sobre todo, renunciando voluntariamente a su presencia en uno de los mayores polos de influencia del mundo contemporáneo. No hay coherencia entre el discurso de la diplomacia económica, la internacionalización de las empresas portuguesas o la promoción del turismo y la cultura, y esta ausencia institucional fundamental.
La falta de interés diplomático del Estado portugués, que parece ignorar el valor estratégico de Estambul, presente en la encrucijada transregional e internacional, empobrece nuestra política exterior y el valor de nuestra diplomacia. Cabe reiterar que Estambul cuenta con representación consular de decenas de países africanos, sudamericanos y asiáticos, países con menos recursos que Portugal, pero conscientes de la importancia de su presencia en la región.
Un llamado a la responsabilidad política
Es hora de que la Asamblea de la República, el Ministro de Asuntos Exteriores y el propio Presidente de la República reconozcan esta deficiencia y la corrijan urgentemente. Si la diplomacia portuguesa quiere consolidarse como actor global, debe estar presente en los acontecimientos mundiales. Quienes argumentan que Estambul es un mero destino turístico no reconocen su importancia geopolítica, que influye en la seguridad energética europea, la gobernanza migratoria, el equilibrio de poder en el Mar Negro, el eje OTAN-Oriente Medio y mucho más. Portugal no puede dejar de estar presente activamente, con dignidad, presencia y compromiso.
Tener sólo un consulado honorario en una de las mayores metrópolis del mundo menoscaba la historia diplomática portuguesa.
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